La Alianza, el perfume de nuestra infancia

L a segunda librería más antigua de España, ciento cincuenta años la contemplan, desde la encuadernación

y hasta cajas acharoladas para zapatos. Se conserva en la memoria de cuantos, aupándonos hacia los mostradores para que se sintiera nuestra presencia, el sabor añejo de lo sencillo y del arte. Sí, bien digo arte

La caligrafía era uno de ellos, y dibujar: bosquejo torpe, alzado a mano de la Cátedral, el Instituto o la charca de los patos en Castelar Volaban las plumillas (cigüeña, corona; cisne: surcada, rotuladoras), lapiceros de mil marcas, difuminos, cajas de Alpino, de cera, el gouache, la tempera, las resmas de cuartillas, las vulgares, las aristocráticas de papel tela, el de barba, el galgo, los polvos de fuchina en cantidades a mansalva para hacer tinta en los colegios, los palilleros, las gomas de borrar y las pizarras

¡Ah! ¡Aquellas pizarras! Un escalofrío recorría tu espalda, cuando algún compa ñero arañaba con un buril del mismo material.No ocurría igual con los lápices de cera, que se gastaban antes, pero mucho más cómodos y maleables.

Cada dos por tres, los cuatro cantos de madera huían de la roca negra, fina y pulimentada. Armar el rompecabezas era muy sencillo, pero el maestro te miraba de reojo. Una muchedumbre con mochila y cabu de madera en bandolera recorría los espacios libres, pidiendo a gritos -en ocasiones- el mismo útil, articulo, porque todos nos surtíamos del mismo material. Con paciencia infinita atendían los empleados y, don Luis Doncel ( según entrabas a la derecha), con su pequeño taller de reparación de plumas estilográficas.

La Alianza hoy día, sigue conservando la dedicación de antaño, pero muchas veces la encuentro solitaria y triste porque el manantial urbanístico desbordado, decidió hace tiempo que el Casco Antiguo era ya ...poco menos que una antigualla. Y también falta Carlos Doncel, mi amigo, que fue alma y vida al suceder a su padre en el negocio. Amo lo viejo por que transmite no sólo cuarto y mitad de nostalgia infantil.., gratificante.    

La pendiente de los cincuenta años (para algunos) ya empieza a declinar No hay vuelta atrás.,.; puedes conservar el espíritu de otros tiempos y hasta recordar una a una las cosas amables.

Quién nos iba a decir que un cuaderno, unos lápices de colores, la cajita metálica y rectangular de circunferenciales acuarelas, con doce o más colores, como si fueran bombones, iban a proporcionarnos una tarde de ensueño. ¡Lo que cambian los tiempos Internet, juegos electrónicos, el parloteo de la televisión, bueno, mejor los anuncios y, en medio un cachito de programa o de película.

Por el contrario la lectura que nos proporcionaba La Alianza, era ser por unas horas capitán de una carabela, luchando contra los piratas berberiscos, recorrer las selvas indostánicas, plagadas de animales salvajes, darla vuelta al mundo en 80 días, o reírte con los tomates que llevaba en sus calcetines "Guillermo".

A falta de la balbuceante radio y muchísimo menos la pantalla del televisor, no leíamos, que devorábamos páginas y paginas donde dejar volar nuestra imaginación. Y todo estaba allí, en aquella vieja librería de la calle Hernán Cortés, tan entrañable con el perfume de la tinta de aquellos dibujos magníficos, y el aroma de sus páginas. Una mano diestra habla trabajado durante horas o hasta días, para satisfacción de los pequeños. Recuerdo hasta los cuentos de Popeye que, abiertos por la mitad surgía en cartulina su barca y, a medida que movías la tapa y el reverso del libro, se zarandeaba el bote, las olas de espuma blanca y los remos. Creo que costaban allá por los años 50 unas doce pesetas. Ahora valen una fortuna... los encuentras en una libreria de viejo.

La Alianza, parnaso de pensadores, futuros políticos, donde en su trastienda disertaban mucho de literatura y otras cosas, aquellas preclaras mentes. La papelería-librería, parece dispuesta a morir de pie. Que así sea, pero te pido que aguantes como un símbolo incrustado en el alma pacense. Pepe Vela.