viernes, 12 de octubre de 2012

LA VIÑA DEL TINAJERO Dende arriba de la torre se diquela, rrellanao al meyodía y al socuello de los jitos del jaral del Cerro Reöndo, el lucío plantonal del tinajero. Endenantes jue la joya de los buitres, de los lobos y los cuervos la colá que mus jormó Vardarenales del regacho Laguadú pa más adrento; más p'abajo de la sierra La Monea, más p'arriba del llamao Colmenar Viejo, más alante de El Porrillo, más atrás de Borrachuelo, donde tós los cazaores acudían con trompetas y con jacos y con perros a la caza de cochinos jabalines, de venaos y de ciervos. Jue jolgorio bien sonao la ocurrencia, jue la chufla de to'l pueblo; era aquello esternillarse del risorio al meterse a labraor el tinajero y queré plantá sus viñas en la joya mesmamente de los cuervos. Los redichos sabijondos se bulraron, los castúos labraores sonriyeron y alguien dijo que los lobos se reían, ajullando dende lejos, tan äina que guiparon los jañanes qu'en presona derigía'l tinajero. Prencipiaron a cavar los azaönes, las piquetas en los jitos se jundieron, calajozos arrasaron los jarales, retumbaron en la joya los barrenos y las jachas gortearon a mordiscos chaparreras, arcornoques y guaperos. Rechinaban las bilortas del arao, y chasquía del tirón el clavijero, y las yuntas jacezaban ya cansinas, y süaban las peonás en los repechos y las piedras daban chispas tan siquiera s'arrimaban a la punta de los jierros. Las jugueras del descuaje rechiflaban con ferós chisporroteo de chaparros y charnecas y coscojas y hojarascas y juagarzos y jelechos; y al bullicio de los mozos que talaban, y al zarpazo qu'estrumpían los barrenos, y al relincho de las yuntas, y a la juerte bocaná de los jumeros, y al rabioso reguñí de los jañanes, y al rüío y al estrépito s'ajuían los jabatos y los lobos, y los gatos y las zorras s'ajuyeron; escamaos se largaban los cochinos, asustaos daban güertas los conejos, y los sapos barrigúos gaiteaban arrebusca d'un bujero y hasta el jumo del descuaje, jecho un lío, se subía en pelotones pa los cielos. Los vilanos revolaban enfuscaos, lobas madres acudían remetiendo, tarantelas y ciempieses y alacranes se cuadraban pa poner el rabo tieso, y las víboras, colgás del azäuche, alargaban los pescuezos pa jincale sus lengüetas jediondas a los mozos qu'atizaban los jumeros. Los tomillos y las jaras no cedían; su raigambre no cedía con los jierros; no cedían ni las lobas ni los buitres, ni el ciempiés ni el alacrán ni los escuerzos; no cedían las chacotas ni las bulras; no cedía'l tinajero. Con la juerza de la juerza de reaños, mu jinchaos al caló de sus adrentos po la jiel del jormiguillo de la rabia qu'atizaban con sus chungas los del pueblo, los peones descuajaban los jarales de la joya de los cuervos. Jué reñía la batalla con las lobas; jué rabioso el rempujón del tinajero; jué muy jonda l'arrañá de los araos; jué soná la chamosquina por el pueblo. Ya cedían las raigambres, ya las lobas y las víboras cedieron, ya mainó la cencerrá del estrumpicio y dejaron d'echar jumo los jumeros. Otros mozos allegaron con cadenas y rayaron el majuelo, y plantaron los olivos, y jincaron en las joyas los sarmientos. Se bulraban los señores, se reían los castúos labraores d'estos pueblos; y eran sabios los que asina se bulraban, y eran duchos los que asina se riyeron. Endispués de que las yemas reventaron, las ovispas, los langostos, los conejos, cigarrones, lagartijas y chicharras, los murgaños y las liebres y los liebros se cebaron en las cepas y pelaron al arrape los sarmientos. Los pastores que guardaban los ganaos, mayorales, zagalillos y cabreros, al notá la chifläura d'aquel hombre, le decían dende lejos: —¿Quién te jizo campusino, desgraciao? ¿Quién te trujo pa estos cerros? Güérvete pa tu Sanroque deseguía, güérvete pa tus tinajas, tinajero. Ajogao por la farta de pesetas, con la juerte polvorilla de su genio, cabezúo como naide replantó la jondoná sin titubeos. Jizo un carro pa que fueran las gallinas arrebusca de langostos po los cerros. Trujo guardas con garrotes y escopetas pa la caza de las zorras y los liebros. Puso piedras trompezando los regachos y atajando las vereas puso cepos. Jizo un jorno pa cochuras de ladrillos y una casa pa tener allí un socuello. Y allegaban po la noche las gallinas con el buche bien repleto; y atestaos los zurrones de los guardas endispués del tiroteo, y trujían los gañanes mancornaos los gazapos en los dientes de los cepos. No hay quien puea, se decían los pastores, con el amo de la joya de los cuervos. Los señores sabijondos, labraores, mayorales y cabreros, no contaron al prencipio del descuaje con la juerte voluntá del tinajero. El que jizo con el barro remojao, en la ruea, sin más chismes que sus deos, los pucheros, las botijas, los barriles, los cacharros, las cazuelas, los barreños; el que jizo la tinajas barrigúas y endispués de cavilá tuvo el acuerdo de los conos y los jornos encuadraos y los chismes pa sacalos y metelos; el que jizo que su nombre resonara por la gran revolución de sus inventos ondiquiera que las cepas dieran uvas, muchas leguas en reondo de su pueblo, no podía consentí que trompezara su tesón, qu'era más juerte que los jierros, en los riscos, chaparreras y coscojas de la joya de los cuervos. Era sangre d'otras épocas su sangre; sus agallas parecían d'otros tiempos; era un hijo d'estas tierras, de la raza de castúos veteranos extremeños. Y trunfó de los que tanto se bulraron, y trunfó de los que tanto se riyeron, y las cepas dieron uvas remojás con el süor del tinajero. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Lo mesmito que las mozas bien caseras s'arrebujan con el garbo del pañuelo pa que naide l'adevine los salientes pimpollinos sonrosaos de los pechos, pos asín entre los pámpanos de raso se cobijan con las uvas los uveros mamantaos po la leche de la savia que le chupan a las cepas los sarmientos. Los olivos ya mocean, ¡los mocosos! en sus largas carrefilas po los medios; delgaininos rechonchetes verdiales, desbarbaos panfilotes cornezuelos; ya se cargan del azahar como los grandes, y presumen d'acitunas como viejos. El regacho Laguadú pasa cantando cantarcinos y tonás que yo no entiendo, y pa mí que se relambia del arrope, que chorrean los plantíos del lindero. Y hay en to Vardarenales alegría, mimosinos canturreos de graciosos titilillos, chorovitas y jilgueros que se dicen sus quereles entre rosas colorás y paliuchas de los güertos, y entre azahares de naranjos, y entre flores del almendro. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Dende arriba de la torre se diquela, más p'abajo del arroyo Borrachuelo, más p'arriba de El Porrillo, el lucío plantonal del tinajero, qu'endenantes jue la joya de los buitres, de los lobos y los cuervos. Luis Chamizo