sábado, 21 de noviembre de 2009

viernes, 23 de enero de 2009

Catálogo de manuscrtos de Extremadura







CATALOGO

RAZONADO Y CRITICO



DE LOS LiBROS, MEMORIAS Y PAPELES,

IMPRESOS Y MANIJSCR1TOS,

QUE TRATAN DE LAS PROVINCIAS DE EXTREMADURA,

ASÍ TOCANTE A SU HISTOBIA, I~ELIG1ON Y GEOGBAFIA,


COMO Á SUS ANTIGUEDADES, NOBLEZA Y HOMBRES CÉLEBRES:

COMPUESTO

POR D. VICENTE BARRANTES,

OBRA PREMIADA POR LA BIBLIOTECA NACIONAL


ENEL CONCURSO PÚBLICO DE 1862


É IMPRESA DE DEAL ORDEN.



















MADRID,

IMPRENTA Y ESTEREOTIPIA DE M.RIBADENEYRA

Calle Duque de Osma,3

***

Año de 1863






BADAJOZ, capital de la provincia de su nombre en la Extremadura baja.


1.—Suceso de Portugaleses y Bejaranos en Badajoz.

(Biblioteca Nacional.—G. 77, pág. 296.)


Tiene este manuscrito una nota, que parece indicar que está sacado de los Reyes Católicos (sic) de Galindez de Carvajal; pero como este célebre extretneño escribió tantas obras acerca del reinado de sus ilustres protectores, sólo un ligero eximen liemos podido hacer de ellas; siéndonos, sin embargo, casi posible asegurar que ninguna contiene las noticias de este códice, que son, por otra parte, las más copiosas y detalladas que existen acerca de aquel sangriento drama que desenlazó D. Sandio el Bravo, degollando á 4,000 vecinos de Badajoz.

En el Romancero geMeral de Duran anda incluso con el núm. 9~i9 un romance de Lorenzo de Sepúlveda, que cuenta por muy detallada y curiosa ma— llera este suceso, tal sin duda como la tradicion y la poesía lo pintaban en el siglo xvi. Sus cortas dimensiones aconsejan ponerlo aquí, para mayor ilus— tracion de esta obra.

A.—Bandos de Badajoz, entre Portugaleses y Bejaranos.—D. Sancho IV los pasa á estos últimos d cuchillo, porque le desobedecieron.


(De Lorenzo de Sepúlveda)


Allá dentro en Badajoz

Dos bandos hay muy cuntrarios

Uno los Pottugaleses

Contra de los Bejaranos.

Acusan los Portugueses

A el su contrario bando,

Sobre el gozar de las tierras

Queriendo ser ventajado.

El rey Don Sancho está en Bárgos

las querellas le han llegado

El Rey por los Portugueses

Se mostraba aficionado.

Quitar tos heredaiuicfltos

111 aiidi> fi los Bcjaranss,

Y que delios todos gocen

Los que eran acusados.

Loo ftcjaranos oc quejan,

ciéndose desheredados

lnnportuflarofl al Rey

Que revoque lo mandado,

Porque andan muy perdido..

De sus haberes privados.

El Rey, viendo su cazos

Y que eran agraviados.

Mandé como dar sus cartas,

En que en ellas ha mandado

Que luego los Portugueses

Vuelvan á los Bejaranos

Todos sus heredamientos

Sin haber cosa faltado.

A. Badajoz se trajeron

Y les fué notificado;

No lo quisieron cumplir

Ni votverles lo tomado.

Al Rey tornára fi quejarse

Todo el bando Bejarano.

El Rey le did por respuesta

Que pues no cumplian su mando,

Y hablan tan gran poder

Como teniafl sus contrarios.

Hagan por fuerza cuntpl irlas.

Si no quisieren de grado.

Con esto que dijo el Rey

Gran orgullo hablan cobrado:

Llegaron ú Badajoz,

Apercibieron su bando.

Todos con armas secretas

Con presteza se han armado

Dijeron que cumplan mCgo

Las cartas que el Rey ha dado.

No quieren los Portugueses

Mas aquesos Bejaranos

Echan la mano sus armas,

En ellos liaren estrago.

Alzáronse con la villa,

Viendo el mal que hablan obrado

Cobraron miedo del Rey

Que sc lo habria demandado;

Témense mucho ile muertos

No podrán ser escapados.

En la villa, cine es muy fuerte,

Puesto liSO muy gran recado

De gentes y bastimentos,

Y contra el Rey se tino alzado.

Nombran Bey á Don Alfonso,

Que es hijo de Don Fernamt.

El Rey con crecido enojo

Su mensaje habla enviado

A el maestre ile Calatrava,

Don Rodrigo era llamado,

Y al gran maestre del Temple

Y otros muchos hijosdalgo,

Y á Córdoba y fi Sevilla,

A todos leo isa rogado

Que cerquen en Badajoz

Todo el bando Bejarano.

Como ellos lo supieron,

Al casliltO se han pasado

Alzáron5c con la Muela,

Que era muy fortificado.

tos ítet Rey alli los cercan;

'cias luégO se han concer~do

Ocie sien cl rastillo al Rey,

Y ellos les han scgurado

Que el Rey los lcerdonaria,

Sin castigar lo pasado.

Debajs d'este seguro

Luégo se hablan enlrcgado

Ansi tambien cl castillo

Los del Rey lo liabian cobrado.

El Rey con crecido enojo

Mandó matar todo el bando

Entre Iaonsbres y mujeres

Cuatro ¡oil han degollado.

Todos los niató en un din

Que ninguno no han dejado

Que hobiese por apellido

Sobrenombre Bejarano.

La justicia fué cruel,

Segun que vos he contado

Pero los que son traidores

Merecen haber tal pago.


2.—Letra para el obispo de Badajoz, en la cual se declaran los fueros antiguos de Badajoz, escrita en Valladolid á 20 de abril dc 4526, por Fr. Antonio de Guevara, predicador de la G. S. 11. M. de Cárlos V y obispo de Mondoñedo.

Esta carta, sobre el mérito dcl lenguaje , que es como de tal autor, censurado de los retóricos, pero querido de los eruditos, tiene el de explicar el fuero dado por Alfonso Xl á la ciudad extremeña; do— cutnento hoy perdido, y aquí ni en parte alguna bien explicado. Se Italia en las Epístolas familiares del P. Guevara, libro clásico de placidísima lectura, cuya primera edicion, hecha en Valladolid en 15~9, segun D. Nicoias Antonio, es muy rara.

En la segunda, que es la que yo poseo, hecha en Salamanca, en casa de Pedro Laso, en 4 577, aunque el mismo autor de la Bibliotheca pone como segunda la de Alcalá de 1600,. se italIa esta carta al fól. 97 vuelto.

Su historia es tambien peregrina. Parece que un familiar del obispo de Badajoz rohó á Fr. Antonio un ejemplar de los Fueros; mas no alcanzando á entenderlos en manera alguna, descubrió su ignorancia el hurto, pues vióse precisado á pedir á su mismo dueño, por conducto del Obispo, que se lo explicase y comentase. Bien claro lo deja entettder el autor en el discretisimo razonamiento con que comienza.

<iRecibi (dice) la letrado vuestra señoría, con la »zual me regocijé mucho ántes que la leyese, y des— ))j)UCS quedé enojado cuando la httbe leído: no por— »que me escrebia, sino por lo que me mandaba y »áun demandaba. Si Plutarco no nos engaña, en la »cámnara de Dionisio siracusano ninguno entraba:

sen la librería de Lúculo ninguno se asentaba. Mar-eco Aurelio la llave de su estudio mu de su Faustina uno fiaba, y á la verdad que ellos tenian razon; por»que cosas hay de tal calidad, que no sólo no se han sde dejar tratar, mas ion ni mirar. Esquines el filósofo decía que por amicisimo que fuese uno de uotro, no le debia de amostrar todo lo que babia en »casa, ni comunicarle todo lo que el corazon piensa, diciendo que el hombre no es más suyo de lo »que tiene en sí mesmo secreto »Digo esto, señor, porque si yo no nmetiera á vuestro »secretario en mi estudio, ni él fuera parlero, ni »vuestra señoría importuno. Decisme, señor, que os »dijO haber visto en mi librería un banco de libros »viejos, delios góticos, delios latinos, delios mozá— urabes, delios caldeos, delios arábigos, y que acordó ilturtarmc uno, el que hacia mucho á vuestro pro— opósito. En lo que él os dijo, él os dijo verdad, y en »lo que hizo, él me hizo muy grande ruindad »Como yo, señOr, tio tengo otra hacienda que gran— »jear, iii otros pasatiempos en que me recrear, sino sen los libros que he procurado, y áun de diversos oremos buscado, creedme una cosa, y es, que lic— »garme á los libros es sacarme los ojos. De mi ita— »tural condicion siempre fui enemigo de opiniones unuevas, y muy amigo de libros viejos: porque dice uSalomon quod in antiquis est sapientict para mí yo uno pienso que la sabiduría está en los hombres ca— unos, sino en los libros viejos. El buen rey don Alanoso, que tonao á Nápoles, decía que todo era burla, usina leiia seca para quemar, caballo viejo para ca— abalgar, vino añejo para beber, amigos ancianos »para conversar y libros viejos para leer. Los libros aviejos tienen muchas ventajas á los nuevos; es a ,csaber : que hablan verdad, tienen gravedad y i)muestran autoridad.»

Acaba este párrafo diciendo muy lindamente cómo lo adquirió «En el año 4522 pasando yo por la vi— ulla de Zafra, me allegué ú la tienda de un librero, ud cual estaba deshojando un libro viejo de perga— mmmc, para encuadernar otro libro nuevo dile »por él ocho reales, y ion diérale ocho ducados.»

Aunque no se trasluce el nombre del obispo de Badajoz á quien la carta de Fr. Antonio va enderezada, lo era en aquellos días O. Pedro Sarmiento, hijo de los condes de Rivadeo, capelian que había sido de los Beyes Católicos y limosnero de Cirios V; hombre muy cortesano, que absolvió al alcalde Ronquillo, y fué testigo en la escritura de libertad del rey Francisco 1, lo que explica su habitual residencia en la córte, á semejanza del autor de las Epístolas familiares.


3.— Discursos patrios dc la real ciudad de Badajoz, por Rodrigo I3osma Delgado, canónigo de la misma.

(Imprenta Real.—Madrid.—1601.----En 4.')

De lo que pasa con este libro y su rareza debe itacerse relacion. Los grandes elogios que le prodigan los buenos autores del siglo xvii, y en particular Gil Gonzaiez, Moreno de Vargas> Solano de Figueroa, etc., amén de la justa l~,ma del caníinigo Dosma, que fui cronista de Felipe II y escritor elegante y puro, han hlamnatio hicia él la atencion de los inteligentes, aunque en vatio, pues no aciertan á ver un solo ejemplar. En este caso se encuentra el infatigable atalor del Diccionario bibliográfico. Uno tIc nuestros más ilustres amigos, académico dc la Historia , senador del reino, y famoso en la rcpítbhiea de las letras con oms pseudónimo sentimental , refiere con énfasis que él hizo años pasados el hallazgo de un tomo de papeles sueltos , que en su última hin ja se leía : — «Siguen los Discursos pots-iox de la ciudad de Bu/ojo z.u— ;LúsLima grande! exclama siempre tmtmestro amigo; y ¡o co con efecto.

Puco hay más aún. En el siglo pasado se daba ya por perdida la obra de Dosma entre los eruditos yor[tigueses, muy apreciadores de ella. Eh Sr. Goncalo Xavier Alcaçova, en su excelente discrtacion sobre si ce cidode de Dejo foi a que antigamcntc se cita— nacos J'a.t, Julio , oit a cidade de l?adajoz, liserta— cian pubiicacl:s ca 17130, dice tct-miuantenserile : e Si parecieseis las obras de Lttdovico Nonio, De ver— ubi bus Hispaniw , ó las de Rodrigo dc Osma [)elga— edo, podriamos decidir la cuestiots con toda eviden— ucia, principalmente por ser Delgado hombre doc— »tísimo, grande amigo de As-inc Nlotttano, á quien uavudó á componer la Biblia Itebraica.»—Más afortunado O. Diego Suat-ez de Figueroa, la encotitt-óen 1 72:; en la Biblioteca Real ile M:idrid, si bien (lico qtse estaba próxima á morir á cuartos de la pllht. Nosotros creemos ( y su iraetflorma perdone ) qtme murió en las suyas, imes ya cii la Biblioteca no ¡att-ce, scgun dicen.

Dc ligeros han pecado en este -asunto españoles y poittigueses. Basta la más somera consulta dc erial -quier historiador extremeño para averiguar que poco ántes dc la ¡nuca-te Ile Posma, en 11301, se publica— rott tres de sus tratados, y como dan una misnia fe-dta á la impresion ,fácil es tleducir que se impriinicrott cts un tntstno vohittnest. Así es con efecto la verdad. Todos los que busquen aisladamcnte los Discursos patrios perderán el tiempo de una manera lastimosa, pues se hallan al final de un abultado tomo en 4~Ü que lleva por título: Tratado del sa— cra,neuto de la Penitencia y de las calidades dcl cosi fesor y penitente, por Rodrigo Posma Delgado.— Madrid, Imprenta real, 4601.

Así principia el tomo, que incluye tambiert bajo tina misma paginacion el tratado que titula Diálogov morales entre confesor p penitente, y los famosos Dáseursos patrios dc la a-cal ciudad ile Badajoz. Nosotros liemos estudiado estas particularidades cmi un ejemplar completo y perfectamente conservado que existe cts la Biblioteca rúbhica de Lisboa, gracias á la inteligente amabilidad del conservadcr del establecimiento, Sr. Marreca, pues lo pedía— toas en tal forma, que era casi imposible encon— !rarlo.

Los que posean, como nos ilicen que posee eh Señor Soto Posadas , los Discursos solos, de seguro habrán sido desglosados del tomo que hen1os descrito, y la foliatura lo indicará. En la Biblioteca ile Satt Isidro de Machi-id existe un ejetnphar de Dosrna, sin los Discursos patrios, que ofrece la prueba de estas desmembraciones.

¡imt cuanto al mérito de la obra, no nos parece tan grantle como hin ¡techo creer la dificultad de su ad— quisicion. Aunqtae erudito y proftvndo, no podia el canónigo Dostna tratar it fontlo en tan pocas páginas las graves cuestiones históricas de su ciudad natal. Lii cambio, el estilo es superior, el ci-itcrio exacto y La erudicion amettisittma.

En la Biblioteca Nacional, Q. 87, pág. 13, existen registrados como dcl mismo autor unos apuntes para la historia de Badajoz, que no tienen la importancia que a] parecer les tlá el Diccionario bi— bliogró/ico. Sobre no haber otro dato pal-a atribuir— st-los titee el ht~hlar~e CS(TitOS en el sobre de una carta dirigida al Sr. ltodrigo Dosnsce Delgado, canónigo de Badajoz, ini seúor,~ se reducen it ¡mita relacicus cronológica dc. algunos privilegios che ha catedral pacense. Mocito más vale, en nuestra opitsion, otro lajA que existe en el mismo vohúnten con noticias Ido-gráficas muy peregrittas dcl crotsista Pedro de Va— leticia, natui-aI de Zafra. Aunque la letra no sea de tolú en todo semejante it la dc los otros apuntes, más razoua hay para atribuirle éstos it Donan, por ha amistad que he unió con los personajes de (lite t-tl ellos trata.

Murió este insigne escritor en Badajoz, en 1607,como consta dc su lápida, que existe en la catedral y no Ita sido publicada hasta ahora.

Dice así:

R.Y.P.


AQUÍ YACE EL ERUDITO CANONIGO D.RODRIGO

DOSMA,CONSUMADO EN LETRAS Y ENMINENTE EN

LENGUAS,ESCRITURA TEOLOGÍA,MATEMÁTICAS

E HISTORIA

FINO A XII DE FEBRERO

AÑO MDCVII



.

4.—Antiguedades de Badajoz, por cl P. Jerónimo Ronan de la Higuera, de la Ccopañia dc Jesus.


Nicolas Antonio, en la Bibliotlteca noca, tomo I,página 602, dice que Jorge Carthoso Ii-atila con apte— ajo de esta obra en su Agiologio lusitanO, dci XXV de Marzo, pág. 307. Es la única nsenCiOD que se encuentra el manuscrito de este famoso embaucador literario, por lo cual creemos que no llegaria a imprimirse.


5.— DiscursO sobre a interpreza ¡le fladitjos, por Don Francisco Manoel de Mello.(MS.)

Sólo sc halla citado en cl catálogo de las obras ¡le este insigne autor, que se. incluye en sus Obras sito-ro les, itnpresius cts Rotan en 1664. (Sois dos partes cine comprenden limo Vidas de San Francisco y San Agustin, hoy muy raras.) Plácemes de los amantes de las letras alcanzaría quien descubriese el paradero dc este escrito, no sólo por el alto mérito de su ilustre autor, sino por la conpetencia en cuestiones de estado y milicia que demostró en su Historia de la. revolucion de Cataluña, en su Tratado da Sciencia da Cut baila, en su Aula política, Curia militar, y en otras obras no menos estimables.


6.—Teatro eclesiástiCo de h ciudad y santa iglesia de Badajoz, vidas dc sus obispos y cosas memorables de su obispado, por el maestro GIL Gonzalcz Dávila.

(Teatro EclesiástiCO dc las iglesias de Espaí3a. Tomo ¡.)

Sabido es el desói-den con que empezó á publicar este -autor su excelente obra. El primer tomo, que hoy viene it ser el cuarto y último, vió la luz en Salamanca, en 1618, por la viuda Antonia Ramirel., y

contiene las iglesias de Avila, Astorga, Salamanca

Osuna, Badajoz y Ciudad Rodrigo, con paginaciOfl propia cada tina, como si su propósito hubiera sido li-acer tnonografíasde cada iglesia por sí. Luégo, álos últimos años de su laboriosa vida, yac-it de plan, rehizo y mejoró algunas monografías de las primeras (Salamnanrn e' Avila), y publicó un cuerpo general en tres tomos en Madrid ; el primero en la imprenta de Francisco Martinez, en 164~; el segundo en la de Pedro de liorna, en 1647, y el tercero, en i6iiO, en la de Diego Diaz de la Carrera. Esto es lo que poe— tle tenerse por más cierto de la historia de esta pu— blicacimn interesante, pues lo autorizan las fechas dc las dedicatorias y de las licencias para la itnpre— ston.

Así, pues, ni) tictse el Teatro Eclesiástico, propiamente it-ablando, un cuaeto tomo, en que está ha iglesia tic Badajoz, como dice el Sr. Muñoz Rotnero, sino un tomo primero, inutilizado por el mismo autor, que algunos bibliófilos cncuadertsan como cuarto, aunque mio luis autorice it ello la portada, titee pot cierto está repetida, siempre con el titulo de tomO primerO. Tan exacto es esto, une pocas persomrns po— seetm un Teatro EclESiáStiCo en C~at~O leteos, ~ éste que cttitiene la historia de Badajoz es rarísimo, acm comnt) tambicn incotnplel os casi todos los ejem— tul-ares que sc encuentran de la obra, incluso el que hin servido al Sr. Muñoz para su Diccionario, que le fallan las iglesias ile Mtircia y Cuenca nada mines pertcttccicu)tes al tomo primero, impreso en Madrid,por Francisco Martinez. Yo hablo con conocimiento de cusa, porqtte no sólo poseo los tres tomos de la culecciosa que podemos llanear auténtica, simio 1am— bien el tenso adit.iomaal, que perteneCió it la sclecl:l biblioteca dcl Sr. Yillamil, diputado de las Córtes de Cádiz, y ini prúpvl observaCiofl, y unos uspuntes que el historiador segoviano Colmenares haizo en otro primer tomo, que hoy posee cl erudito Sancho Rayen, toe ls-ami dado luz para comprender este miste— rio de. (iii Gonzalcz Dávila.

Xolviendo it la pat-te cine toca it la Iglesia de Badajoz, aunque dice tille para ella he ha valido eJ docto Rodrigo Dosma , it quien sigue, más bien creo

que algun curioso de la ciudad le remitiera apuntes sobre el estado que it la sazon alcanzaba , pues no tanto se refiere á lo pasado como it lo presente, y semejante manuela es muy apartada de la buena historia. Cuatro útuicas páginas cotasagra it estas noticias, que si bien por todo extremo interesantes, é ignoradas hoy no pocas, distan de llenar e] vasto cuadro qmte se trazó en otras Iglesias. Véase, por ejemplo, la pintura de la ciudad, que ella confirma nuestras opiniones.

« Tiene (dice) buen castillo, mocItas torres, bue«nos muros, calles anchas, plazas grandes, y al— »gunas tan espaciosas, quelas dan nombres de cam— a pos, que son el campo de San Francisco, el ¡le San «Juan, el de San Andres, y el Campillo, barrio pe— iiquemto. Tiene edificios hermosos, muchos planteles ny huertas, que hacen su morada más deleitosa it

ida vista.

Lo interior de la ciudad abunda de huertas y de n~lanteles; cógense dentro muchas naranjas, hutas, ,dimones y aceitunas, que exceden en la grandeza «it las buenas del Andalucía. Tiene tambien mocitas »palmas, que, descollándose por el aire, dan ti los ojos «una linda vista. Dentro y en sus contos-nos se coge imuclio pan, vino, aceite, fruta y caza.

>Tiene de vecindad dos mil y quinientos vecinos, «y está sujeta al signo de Tauro, que inclina ti sus «moradores it ser trabajadores, sufridos y para mu— echo. Tiene puerto seco, por la vecindad del reino «de Portugal. Su corregimiento vale seiscientos mil »maravedís, tiene treinta y cinco regidores, doce «escribanos y quince procuradores. Los propios dc »la ciudad son ricos, con que sus vecinos viven ahí,viados en los pechos y derramas. La jurisdiccion «de esta cuidad es corta, que no comprende sino «seis aldeas, que son Valverde, Telena, Talavera, «Villar del Rey, Manzanete y Albuera; citrato de »sus gentes es en ganado y en labrar la tierra, y «cogen de uno y otro en abundancia.

,4ntrase it esta ciudad por nueve puertas, que «son: Puerta Nueva, Puerta de la Traicíon, Puerta ,rde Sattta Marina, Puerta de la Trinidad, Puerta de «Mérida, Puerta de las Angustias , Puerta de los ,aPelambres, Puerta del Rio, Puerta del Alpendiz. aTiene mercado todos los mártes del año, y acuden «it él la gente de la comarca y alguna de Portu— «gal. Yola en córtes por ella Salame-anca.

,iTiene buen castillo, capaz de más de mil vecinos, lay tres parroquias con la catedral una es el cas— «tillo, con título de Santa Maria, otra Santa Marina, ay la Concepcion, que es hospital.»


7.—Historia eclesiástica de la ciudad y obispado de Badajoz, continuacion dc sus obispos, y memoria de muchos varones ilustres en santidad, sus hijos y naturales. Es—

cribela D. Juan Solano de Eigueroa Alta-miran o, doctor teólogo, canónigo penitenciario de la santa Iglesia dc Badajoz, visitador general de su obispado, comisario del Santo Oficio de la Inquisicion, arcipreste que fué y vicario de Medellín.

(MS.en dos tomos en filio, que se halla en el archivo de la catedral de l3adajoz, en el Seminario conciliar de San Aton, en la Biblioteca provincial, y tambien en la Nacional de esta córte, G. 78 y 79.)


Conténtase el autor del Diccionario bibliográfico con citar ligeramente esta obra, siendo así que ti pesar de sus defectos, es la más importante que de la historia de Extremadura existe. Su autor, hombre muy docto, pero que había sido partidario ciego de los falsos cronicones, hasta el punto que revelan su Historia de Afedeltin y sus Santos de Cáceres, en esta obra, trabajada en los últimos años de su vida, ó iba ya desctebriendo la urdimbre de-aquellas ficciones, ó por feliz itttuicion de su indisputable talento, bebía por fortuna en más puras fuentes. Bien que la ntisma naturaleza de su trabajo, hierbo en el archivo ¡le la catedral de Badajoz, it Invista de sus copiosos documentos y memorias, he desembarazaba el cansino grandemente. Así le vemos ltisto— riar coms sencillez y exactitud, no sólo los sucesos eclesiisticos de Badajoz, sino tambien los de las iglesias más importantes del obispado, como son Llercna, Jerez de los Caballeros, Fregenal, Za— fi-a, etc. De la historía civil apénas da luz alguna, cosa tristc, aunque comun ti los antiguos historiadores, y siempre censutabic; que en sus días, más que en los nuestros , concertadamente vivíais ha Iglesia y e] Estado. Sin embargo, de la antigüedad y nombres primitivos de Badajoz trata más copiosamente que otro alguno, impugnando A los portugueses, que le niegan el nombre de Pace augusta para adj udicárselo it lieja, con cuarenta y nueve textos nada minos de geógrafos é historiadores antiguos que confirman su opinion. Esta parte de la obra merece elogios.

En tal manera respeta el canónigo Solano los límites ¡le su jurisdiccion eclesiástica, que al tratar de la reforma del-a descalcez francisca no pronuncia siquiera el nombre de San Pedro de Alcántara, sin duda porque el teatro de las glorias de este santo varon fué el territorio exento de la érden militar de Alcántara y las diócesis vecimsas de Plasencia y Coria. En cambio,se ocupa larga y menudamente ¡le los santos y santas, frailes y monjas de la Extremadura baja, y de has alteraciones personales, pleitos, contiendas y (lemas sucesos del cabildo pacense; cosa en que 1am— bien obedecía ah espíritu de su época. En resúmen, la historia eclesiástica de Badajoz es la mejor obra del fecundo Solano, y hoy todavía, con ligeras correcciones, mereceria darse it la estampa.

A realizarlo iba el autor cuando he sorprendió la muerte, pues el tomo primero tiene la liccncia para la itnpresion, dada en Badajoz á 31 de Enero de 4670, y versos castellanos y latinos en elogio de autor y obra.

Advierto it los amantes de ha Bibliografía, que la copia que de este códice posee la Biblioteca Nacional es defectuosísima, casi inútil, pues htabiéndosc hecho por ésta la que yo tengo, al cotejarla con la que existe en el Seminario de Badajoz (copia acaso muy superior al original , por ciertos dibujos é ilustraciones), halhimc dolorosamente burlado.



8.— Contimtuacion it la historia Ecclesiástica de Badajoz, que escribió el canónigo Don Juan Solano de Figueroa.

(MS. en filio, de 500 pAginas.)

Tambien ignoran los eruditos la existencia de este interesante códice, cuya historia no liemos podido esclarecer cumplidamente. Su actual poseedor, Don Mariano de Castt-o Pcrez, jurisconsulto de Badajoz muy reputado y conocido, lo adquirió lince muchos años por compra Acierto sugeto allegado it un difunto canónigo de aquella santa iglesia. Creemos que no existe de él copia ninguna.

Comprende el principio del vohúmnen los últimos capítulos de la Historia de Solano, hasta e] obispado del Ilmo. Sr. Marín del Rodezno, donde aquella termina; y de aquí adelante, sin otra advertencia ni division que una hoja en blanco, prosigue distinta pluma la materia, desde el Sr. obispo D. Juan Roco de Campofrío, ósea tlesde 1622, repitiendo, por consiguiente, parte de la materia que trató Solano en sus últimos capítulos, hasta el Sr. D. Manuel Perez Mi— cayo, que de la canongía doctoral de Málaga pasó áocuparla silla pacense en 1755.

Comprende, pues, este códice más de un siglo de los anales eclesiásticos de Badajoz, y en ha época justamente minos estudiada, it causa de la decadente minoría de CArlos II y las guerras de sucesion.

El autor tiene minos lites-ator-a, pero más copia dc noticias que Solano. Trata la historia civil con mayor detencion y diligencia, en lenguaje sencillo y candoroso tono , sin dejar de su persona rastro ni luz algtma en el extenso manuscrito. Pienso yo, sin embargo, que debe dc tenerse por autor suyo allí— cenciado D. José Hernandez, y cl fundamento de mi sospecha es de aquellos que hallan con dificultad cabida en los lectores. A las últimas hojas del volú— mcc aparece la lista de las dignidades y canónigos que hubo en la sant iglesia catedral cmi el pontificado de Percz Minayo, y misteriosamente subrayado el nombre de D. José Ilernandez, canónigo nta— gistral, quizas por la mano misma del autor.


9.—Anales de Badajoz, por D. Diego Suarez de Figueroa.


D. José Viu, en la incompletísima relacion de extremeños célebres, que acompaña A sus Antiçpie— dades de Extremadura , y algunos otros escritores ligeros y descuidados, citan así esta obra, que cier— tamematc no habrán visto en ninguna parte, impresa ni manuscrita. Como que no hay tales Anales, mmi jamas los hubo. Lo que hizo Suat-ez de Figueroa, fui una cosa sumamnente sara. En el prológo de al— gunos de los muelles libros que publicó, incluye un fragmento A capítulo de la historia de Badajoz, su ciudad natal, A quien los d,~çlica.

HA aquí estos libros, cuyos prólogos forman, por decirlo así, un cuerpo de historía, que dista mucho de ser completo Vida , excelencias y nauerté del gloriossísinto Patriarca San Joseph;—escríbióla eh mnaestroD. Joseph de Valdivieso, mozárabe cn la santa Iglesia de Toledo ;—coméntala el doctor D. Diego Suarez de Figueroa, calificador del Santo Oficio, capellan de Ita— nor de 5. M. y su teniente de limosnero mayor ;—de— dícala ti la muy noble y muy leal ciudad de Badajoz.

Con privilegio. En Madrid; 5 tomos en 4•O

El primero, en 1730, sin nombre de impresor.

El segundo, en 4727, en la oficina de Francisco del hierro.

El tercero, en 1728, en la misma imprenta.

Y el cuarto y el quinto, en el mismo aiio, sin nombre de impresor.

Esta obra ha sido reimpresa, por lo minos el primer tomo, pues así lo dice el del ejemplar que poseyó el Sr. Gallardo y tengo ti la vista.

Las dedicatorias de estos cinco tomos son las únicas en que observó algún orden cronológico el historiador de Badajoz.


He aquí los capítulos que contienen


Tomo rrimero—Dedicatoria. —Badajoz.Su situacion y descripcion exterior.— Su poblacion.

— Su fortiticacion. — Obtuvo Badajoz el nombre de Paz Augusta.—— Discurso político. Su mayor fortaleza le viene de ser Paz Augusta.— Tomo segundo. vi. Deduccion del nombse de Badajoz— Fué colonia de los romanos. — mx (hay error de número). Su antigüedad .—x. Prosígucse ti averiguar su antigüedad.—xm De algunos privilegios de Badajoz. — xii. Sus fueros antiguos. —Tomo tercero.—xum. De la antigüedad de la iglesia catedral de Badajoz. — xiv. De los señores obispos que ha habido en ella.—xv. Prosigue la serie de los señores obispos, desde que entraron los árabes en España.— xvi. Prosigue la serie hasta el año de 1600.— xvii. Prosigue el mismo asumpto hasta ¡muestro tiemxtpo.—Torno cuarto.—xvmmm. De los privilegios de la catedral de Badajoz.—xmx. De otros pt-ivilegios, y de los sellos y armas de que hin usado.

—xx. De los prebendados que han ocupado otras dignidades.— xxi. Dolos santos naturales de Badajoz.— xxii. Prosigue la misma materia.—xxui. De los naturales de Badajoz que han muerto en opi— nion de santos—Torno quinto y último.—xxmV. De los hijos de Badajoz de especial literatura y digni— dad—xxv. De los hijos (le Badajoz seculares de especial literatura, empleos y artes.—xxvm. De varios sucesos de la ciudad de Baciajoz.—xxvn. De otros sucesos de la ciudad de Badajoz, despues que salió de cl dominio de los moros.— xxviii. Prosiguen los sucesos de Badajoz, por el motivo de la guerra de Portugal.

Aquí termina el autor sus prólogos—dedicatorias del Comento á la Vida de San José, ofreciendo continuarlos en la segunda impresion del Ovidio; cosa peregrina, porque tambien tienen dedicatorias los tomos que hemos visto de la impresion primera. Y mio minos peregrino es que algunos de aquellos se imprimieran en 1727, y sea de Setiembre de 1728 éste de la Vida de San José en que los ofrece. ¡ Singular historiador el cura Suarez!

Obras de P. Ovidio Nason, traducidas y comentadas.~EnMadrid,POr Juan de Zúñiga.—12 tomos en 4~0, impresos de 1727 ti 1738.

Se advierte que el tomo consagrado al libro de los Tristes, Ponto y Carta á Livia, que es sin duda el primero de la coleccion, fui traducido por D. Ignacio Suarez de Figueroa, alférez de navío, y lo sacó A luz su tío D. Diego Suarez de Figueroa, como reza la portada. La coleccion completa es difícil de reunir, por su extension. La que posee la Biblioteca Nacional sólo consta de cinco lemnos, y no todos de una misma edicion, pues el de los Tristes ha sido m-eimpreso. En Córdoba, segun mis noticias, existe completa en una librería particular; pero no la lic visto.

~útil es añadir que cada tomo lleva por dedicatoria un retazo historial de Badajoz , si bien, como fui coetánea la pubhicacion de algunos de estos tomes con los de la obra anterior, el Arden cronológico padece tanto, que no hay manera de entenderlo. En el primero de Ovidio, por ejemplo, trata ile los hijos de Badajoz ilustres en armas, y del escudo de la ciudad; y en el segundo, publicado en 4732, trata ¡lelos sucesos contemporáneos, y principalmente do los reales enlaces enlre España y Portugal (1729), con cuyo motivo hizo la córte un viaje á Badajoz, que describe minuciosamente. La única manera de caminar seguro en este laberinto, es leer de cabo it rabo todas las dedicatorias, pues el autor de vez en cuando dA alguna luz, como en esa misma del tomo segundo de Ovidio, donde dice que llevaba ya ofrecidos seis libros á su ciudad natal.

Sus restantes obras fueron:

Eva y Ave María triunfantec.—Madrid, 4737, en fóhio.

Esta obra es traduccion de la que en 1676 publicó en Lisboa el célebre Antonio de Sonsa de Macedo, natural de Oporto, y secretario del rey D. Alfonso VI de Portugal. Por cierto que el profesor régio de filosofía, Benito José de Sonsa Fariña, en el Sumario de la Biblioteca lusitana, que publicó en Lisboa cmi 4786, dA noticia de una traduccion castellana del Eva y Ave,impresa en Madrid en 1734, cine debe ser de diferente autor.

Emblemas cristianos y morales, ó Camino del cielo—Madrid, 4738; tres tomos en 8.0

Esta obra no está dedicada ti la ciudad de Badajoz, y carece, por consiguiente, de los famosos prólogos históricos. Emt las censuras del tomo primero se dAn muchas y curiosas noticias del autor y sus empresas literarias.

Carta pastoral á los capellanes de los regisnientos un torno en 40

Elogio de D. Pedro Scoiti dc Agoiz.

Elogio del marqués de San Juan, Académico de la Lengua.

No sé si estas obras están impresas. La última indicaria que D. Diego Suarez de Figueroa htabia si<lo tambien académico de la lengua, si no la explicara el paisanaje en cierto modo, pues el marqués de San Juan era natural de Romnangordo, pueblo de Extremadura.

10.—Informe al rey D. Fernando sexto, ó Crisi histórica de la antigüedad y fundación de Badajoz y lugares dc su obispado. Comnpremlo en epílogo los fastos civiles del tiempo de los griegos, romanos, alanos, godos, mahometanos y católicos; y los Eclesiásticos desde la predicacion del Evangelio hasta el presente; institucion (le sss silla episcopal; su cosmtíirnaciOn sus obispos legítimos ; exclu>ioms de los apócrifos ; sus ~ai-ones ilüstres ; Cobierrso pohitico y disciplina antigua y moderna abusos introducidos ; necesidad dc reme— diarios; medios que se juzgan adecuados; y quanto coi-respondiente á historia, y dc— mas asuntos dc disciplina se puede desear.

—Que conforme á Reales órdenes ha for.— mado y dit-ige á los P. dc 5. M. i~or mano dcl Excmo. Sr. Duque de I-Iuescar, grande de España de primera clase, cavallcro dcl Toyson y S. Gemmam-o, ministro dc Estado,

D. Ascensio Morales, ministro de la Real Audicmscia de Sevilla en 1754.(MS. en fóhio.)

Quínientas diez [~á"imIas forman este importan— tisinso códice, dc que no tuvo la menor noticia el autor del Diccionario bibliográ/ico,mti ha tienen los eruditos españoles, cosa por domas extraña, existiendo el original cii oua de nuestras más principales y escudriñadas bibliotecas, y siendo conocidos otros trabajos ausálogos del mismo autor; entre ellos el Catálogo de los obispos de Cartagena, que pAra en la Academia de la Historia. ¿Habrá desaparecido el original de la Colombina?

HA aquí la miela con que termina cl ejemplar que obra en nuestro poder, perteneciente ti

nuestro respetable amigo D. Fernando Ramírez, lectoral de la santa Iglesia de Badajoz

NOTA. «Acabé esta copia puntual, en 30 de Octubre de 1797, por el original que en gran parte hay de letra del autor en la librería de mi cabildo de la Pairiarcal de Sevilla.— Dr. Joaquín Marquez.»

Está firmado en Badajoz, ti 31 de Mayo de I7~i. El Sr. Morales , como es sabido, obtuvo de Fernando VI como comision de grande imnportancia histórica: hade recoger de los archivos del reino los documentos conducenres it pmobar la fundacíon y dota— cien de tas iglesias; cosa que en aquella sazon importaba mucho, pues negociándose con ha cóite romana el Concordato de ~37, cuyo artículo 23 trata del Patronato Real, Su Santidad, cmi la respuesta que dié A las Iisstruccion&s de msuestros representantes los cardenales AguaviVa y l3ehluga , sostuvo que era imposible que los reyes de España httsbiesen fundado todas has de estos reinos. Mas tarde se extendió la comision á los asuntos de disciphimsa é historia eclesiástica y civil, y ti los abusos que en lo político y lo eclesiástico y económico pidierais remedio; cosa que, como dice cl autor con mucha razon, superaba las fuerzas de un solo hombre. Por esto sus informes alcanzaron la magnitud A intportaucia de verdaderos libros.

Hé aqui cómo sintctiza Morales su trabajo acerca dc éste de Badajoz

"En él va una serie crítica é histórica de la amsti— cguedad y fundacion de esta Iglesia y ciudad de Badajoz , desde ¡mio los celtas lusitanos la poNam-oms ))cOmo se cree, cerca de tres siglos Antes de la ve— )(ni(la del Mesías. Continuada en los imtsperios de los ))romanos, alamsos , godos, mahometanos y prínci— »pes católicos hasta el estado presente. Cuándo re— »cibío la luz del Evamgclio y por quién ; desde qué>stiemnpo fui ilustrada cori silla pontificia ; qué obis— »poS la han ocupado, y cuáles se deben tener por le— %ítimos, cuáles por apócrifos ; qué santos y varo— sirtes ilustres Ita producido cmi todas edades; y en fin, i>cuanttos Pastos civiles y eclesiásticos le corrcspon— nden. Este todo purgado dc los errores que han iii— ~troducido los It ¡donadores patrios y ~xtramtjeros aaclaradas dudas, deshechas dificultades, .y justifi— »cada la verdad de los sucesos, comtforme lo pos-mito »la antigüedad de cada uno, y lo escaso ó abumsdante »de los documentos hallados para ello. Van. tamssbien »luistoriadas la antigüedad y fundaciones de los lugares del obispado, siguiendo igual rumbo que en lo principal, y abrazando los propios ramos; y como sprecisos para ello, van expuestos y averiguados un— »[initos puntos, que tocams ti la historia genertsl de »España, concilios y disciplina antigua de la 1gb— vsm , etc... Ultirnamente va nimia relacion del estado »preseutc del obispado ; la decadencia cmi que sc nhialla respecto dcl antiguo; la pobreza de los tititui— crabes ; ruina absoluta ti que está amemiazaulo ; mii— odias de las causas principales que la ocasionan; onsrgcnte necesidad dc la rcparacion, etc., etc.o

Viénese por estas indicaciones en conocimieutto le la importancia del trabajo que Morales cmprcut— ¡lid, con unAs alientos cine ftmerzas, y mejor deseo que facultades. Acomete denodado las más artInas investigaciones históricas, y tal vez con criterio anaiiza los hechos y sus circunsíancias menores ; pero al resolver la dillctsltaul, con petta del lector entendido, adopta las fábulas de Dextro, Romntan dc la 1-li— guem-a y Juhian Pcrez , cuse taus abuudantememste sembraron en la provittcia Solano y Moreno de Vargas, sus principales escti toros . MAnos crédulo en a huistoria civil, merece elogio cuando sc ¿copa cts ella , porque lo huaco sim] preocupacion y con guías mas segumos , siendo Ljo oste puusto de vista el luis— tüniador más apreciable dc las cosas extt-emueitas. Valen tambien no poco las noticias que da de sus hombres célebres co santidad, letras y armas. Su estilo es no más que mediano , imidigesta ti veces su entmdiciou, y excesiva su ligereza, que sc gloria de ltai)er escrito su Itt forme cii un aao, merced ti su muclsa practica en semnejauttcs tareas , ccurto si juzgAran los lectores del mérito de un 11h12) con el u-e— loj en la mano.

Acude y repara estos (lefeetos (id autor el ejemplar que obra en ssucstro poder coma numerosas y excelentes anotaciones marginales, en que las fábulas se destruyen, los yerros sc enmuieiudan, y se

pone con mejor criterio cada puutto histórico en 1 suyo de verdad y exactitud. Amaónimas son cstas tacitas, tilo mAnos para nosotros, que no liemos podi— ulo averiguar quiéui las escribiese; pero ellas dan it libro un valor granule, perfeccionúmidole en tal une— nos-a como ¿tunca pudo esperar cl ministro de la Au— tliencia de Sevilla.


11.— Dissertaçao ¡lo senhor Gonçalo Xavier <le Alcaçova sobre a qmiestaó se a cidade de Beja foi a que antigamente se charnou a Pax. Julia ¡los Romanos, ou a cidade <le Badajos.

(Co!eccion títúrgica.—Tomo sm.—Collinubu'ia.—Ex Pruelo Academin Poni]íiche.)

Este trabajo, firmado por el autor en Lisboa, ti 21 dc Abril dc 17;;0, consta de 30 págiutas en 4•O, y se Italia incluso en una interesante puhlicacion hecha en Portugal desde 1760 ti 1762, con el titulo de C'oliccho Jnstitutionem Acaderniau Liturgiue Pontificia cwibcns, al que lucnbratiünes.— la !tanc fornsctítt redada pci- 1). Bernardum ab Annuuviatione, etc. De esta Coleccion litúrgica, que es como vuslgarmente la llaman los eruditos portugueses, sólo henos visto cinco abultados tomos, y al parecer sao se publicaron más. Couu tiene muy notables disertaciones, no sólo sobare el pu-incipal instituto de la Aca— densia, sino tambien sobre historia y antigüedades lusitanas.

La del Ss . Alcaçova es dc las mauás reputadas, y por ser difícil sin ~sdquisicion ema Portugal y dcscouaocithi en nuestro país, das-Amos de ella extensa noticia.

Comnientza ponderando las dificultades que tire— sentan estas cuestiouics Laus debatidas, no sólo por ha esca~cz dc documentos que se padece, simio por— ¡Jilhi estos mismos, al ¡asar en la edad nsed a, de los copistuts ti los impresores, se adulteraroms mucho. Así por ejemplo , Strabomt, ¡tuse al parecer Vivió cii tiOtit— po de Augusto César y Tiberio, finé el primero que habló de Pez A ttgo~tu. ó Pax A ugusta en su Geogua— [ja (letra 13. C., libro mmi, págimms 203 y 22:i); pan-o Casaubon , Pandado en ch mnauusciito primitivo, leyó Paz Augusta. Sobre el origen Jo los carpetanos, turdclanos, etc., sigue A Ilrocart y otros autores, sosteníeusdo cine trae esta tenmiusacioms tan su onígeuu del persa; que éstos r los fenicios tueron los pobladores de esas regiones , ~ bAgo los romanos, por no poder pronunciar la sílaba tan, blamsaáronlas Vc'tottia, Lusitania, etc. En Extrenaadura y Andalucía hubo turdetanos tan aventajados, que comnunicaroua su cultura ti sus vecinos los celtas, de modo que éstos onu las cinmdades pareciaus más sounaiiOs que extranjeros por su lengua y costuunbres, y de aquí Pez Augusta 6 Pax Augusta en los celtas, Mérida ó Augusta Emérita entre los tús-dulos, y Cwsar Augusta ó Zagaroza custre los celtiberos.

Setenta años despuescscrilaióPlimiio su Geografía, y no hizo mneuscion dc Pax Augusta en los celtas, sino de la ciudad Pacenss, colonia y convento jurídico ó relación entre los celtas; pero deduce de sus mismas paiabmas, así como dc las que emplea cts la Historia natw-al (edicion de l-lardnno, bibuo ni, cap. xxi), la exacta situacions de la colonia ,así canso t~smlaien que desde el tieunpo dc Strabonu habían variado mocIto aquellas naciones , pites este autor no habla como Phimtio dc los lusitausos dcl Aigarve, ni de los velones vecinos al Tajo, cuita-e este rio y el Guadiana. Comafíumabo, ademnas, con el poeta Prudencio, autor del poema Passioute Eulalia virginis, que vivió cnats-ocieuttos años dcspues, bajo el inspe— rio de Teodosio, y puso ti Augusta Emérita en los vetoumes, cuando Strahous la htabia puesto en los túrdusbos. Las coustradicciouses de los autores sc explican , pues, por las guucrras y conquistas de estos pueblos entre sí.

Phiuúo reparto la Lusitania, 6 sca el país cutre Tajo y Guadiana, en tres conventos jurídicos, Enncritcnse, Pacense y Scalabitano (Santareun) ; tter~ setenta años despucs de sus tragedia en el Vesusbio viene Toloiuseo y coboctt en las itimeliaeiotaes del Pronnon— tania sacro, 6 cabo de Sant Viceu u te, des itt e vas ci uda— des, Pa12 Julia y Judía iilyrtilis (MAnola), y hA aquí cóuno aparece ¡'ox Julia pon ¡ii-huera vez eta la geografía primitiva. El autor imndica brevemente ¡time Pax Julia y Pax Ant gusta es unoa msausmirn cosa ; pero tun astticuario pom-ttugues muy es-udito y tlistitsguido, el Sr. Manad da Gauna Xaro , vicario de Settthal

que en 1861 mc facilitó el conocitnicstto ile esta iuutcresaitte I)isertacion, ilustro cele pasaje ccii maitty oportuutas obseu-viteiotses .Au"usto -mutes ile ser cmperador, se blautsaba C. Octavio, y adoptadi por su tio Julio César, se llamó C. Julio César Octaviano, y hasta algunos años despues uso obttuvo el título de Augusto. Por esta causa se llauniaroms leyes Julios no sólo las que publicó Julio César, como la Agu-at ia, sino tauisbien las que ¡tizo Augusto (de Munnumis— sione, de Adulteriis, de A mbitu), y en los fastos capitolinos, con ocasiomi del primer consulado dc Augusto, se dice cíuie ~ Itt nsuserte dc Pausa ocupó su lugar C. Julio César. Por esta ,nisnsa razous algunas ciudades dc Espaíta , auntque fundadas ó favorecidas

por Augusto, llevaron juustauiicntte el nombu-e dc Julia, como Cádiz, que sc llamó Augusta nrbs Julia Gaditana. No es, por lo tanto, aventurada suposi— CiOn la de que lieja se llamó Pax Augusta y tana— bien Pax Julia.

Examinando hségo el Sr. Alcaçova el Itinerario de Antonimia, busca oms vano entre Mérida y Lisboa ti Pax Augusta Cm Colonia Pacense, y encuentra omm cambio dos caminos que ternsinabaus en J~ax Julia, como capital de provincia , ti par tic Zaragoza , lirago, etc., que son los que llevan estos rótulos:

iter ab Estri (cnt otra leccion Esuri) Pacem Jutiam.—M. P. CCLX1V.

(ter ab Esuri por compentdiurn Paccm Juliam.

Aduce, adornas, copiándolas de Resende, vArias lápidas, tino prnebami, ti su parecer, que lieja se haaid Julia y Att gusta por haberla ftsnd-ado César y aumeustado Augusto ó con relacion 6 con colonos, y algunas medallas que traen Vutihbant en sus Numis— mata aut-ea (Paris, 1688) y llarduino en su Numn2 anmticjui populorum (Amsterdam , 1709); pero, ti decir verdad, esta parte es la unas floja de la Diser— tacion, porque ni inscripciones ~medallas existen en que se llame á Beja Pax Julia Augusta ti un tiempo, sieutdo así cuse en ilarduino hay ejemplos seusaejttustes, en la naouaetla correspouadienle A Cantata, que inserto ti la pág. 45


Col. iui. Auy. Cot~.

Colonia ,lulia Augusta Corittthus.

Atribuye Abcaçova esta circunstancia :i la falta de Dutumusviros aduladores en Pax Julia; pero es pobrí~ítuia razcua y débil arguuncmtto para tan alta controversia.

En el Itinerario de Antonino Pío, eusmenílado por Vasconcetos, ti xii millas de Sept cita Aras y ¡tras xii dc Pta giana hiAto el autor, cots el isonibrede Bttcisa, omm mamtsmous, <pie Vascontcebos llanto Nuestra Scóun-a das Brotas (Nuests-a Señora de Boba), y Altee lládia 6 hiadajoz, funsdándose en las naedidas agrarias y en Valerio Máximo. Este cuenta que sitiando Scipion ti Bádia en España, dijo ti los hitigaustes que espentíran dos dios y les ¡baria audieuacia dentro de la ciudad. Confirmaba Plutarco, msomnbrando ti Bádia con pro— utunciacion griega, donde la y suena entuc d y th; y tiar último, Cellaría ( oc situ orlas , hIIi. su, cap. m sigue esta misma opinionu, fundado en cine Delgado (Rodrigo Duerna?) cus carta ti Arias i'uloustano sos— tieuue que esta Bádia es hoy Badajoz. Falto dc pruebas Rcsentlc para terminar la cucstion, dijo: Ve— u-mastn bac divínantes, sin reparar que Valerio y Plutarco hablan categóricamente de Bádia, y que es imposible qus~ estamsdo Badajoz donde hoy está, y llamándose Pax Augusta, no con stára en el Itinerario.

Impugno luégo con vánia fortuna la Corografía de Gaspar Ban-reyros, si bien cita emstre los textos algunos muy notables, como el de Sepúlveda, cro— msista de Cárlos y, á quien concede mucha doctrina, pero poca prudencia, por haber dicho en una carta ti Felipe 11:—a Que Badajoz fué colonia de romanos, »y que es cosa sabida que e] nonsbre de Pax Au— »gusta dechinó en Baxan ges, y de aquí en Badajoz, acamo Astigí en Eccija.n—Su opiuiion la combate comn Phiuuio, y su etimología con el Nubiense, geógrafo del siglo xi, que le llama Batalios y Badajoz, por estas palabras :—a Huic etutm provinciw limitan ea »est ab occasu provincia Alfaghar (Algarve) isa— atra cuyus ambitumm depm-ehendunlur, 5. Maria »( Mértoia) Solees (en las notas Sylves) cusn plan—

>)mis castetlis, ac pagis. Jan gitur huíc provincice »Alacacer, quw numen ¿u filio Abbi Darnos, conti»net que Jaboram (Evora), Batalios, Sas-ipam, aMaredam, (Mérida), Cantaa-at Affaif ( Pons gladii »ó Alcántara) et Coriana, etc.»—Vése pues que cts el siglo xm los niaras la llamaban Balalio.s, y donde diga Badajoz es yerro de copia (1).

¿Por qué tomar la etimología de Pax, y no de Bádia? ¿ No es más fácil que la palabra Pax degenerase en Pacca, Bacca, Cm Reja, que no en Butá Cm Rada, puesto que todas las naciones orientales pronunciaban la P con mucha dificultad, convirtién— dula ordinariamente en F Cm B, así canoa la S la convertían en X, segun vemos en Lisboa? ¿ No es más sencillo que de Bddia venga Badajoz que no de Pone Augusta? Y termina el autor corrigiendo ti Ambrosio de Morales, cuya autoridad reconoce, de este modo :—a En su Crónica (libro viii, cap. LIY, apág. 199), despues de hablar de la ftundacion de »Mérida y Zaragoza, añade :—Todo esto da biam »aytada ci creer que tambien se fundó la ciudad »de Beja en Portugal, que antiguamente se llamó CPAX JULIA, que quiere decir PAZ DEL EML"EIIADOR, ,y Augusto la debió dar este nombre en honra de DSU tio.—Pero con las medallas de Vaillant y de »Harduino, que liemos citado, hubiera podido añoz'dir Morales que Pace Julia fumé fundada por Julio »César y aumentada por Augusto César.

»Queda, pues, demostrado que habiendo sitio »Ileja destruida por los moros, se trasladó ti liada— umjoz su silla episco])al.>)



(1) Y tambien Btnthlios, que el auuor olvida ion documentos 1mportantes, aunque contradictorios, que exisien en ta Bibliotcca del Escorial. ~V. Bagtws, BaiaLios.)

12.—Disertacion sobre si ha colonia Pax Julia fuoé Badajoz ó Beja, por D. Antonio Jost~ de Acuña.—Aiio 1775.

<Un cuaderno manuscrito, de 10 hojas en Academia de la Historia, E, 181; fótio 186.>


Refiérese este escrito ti la cuestion ya iumdicada. Los portugueses pretenden adjudicar ti su ciudad de Beja todos los fastos eclesiásticos conocidos por ¡'acenses en la historia antigua, fumndándose omm la opinioma de Andres Rosendo, que inició la polémica eum sus Antiguedades lusitanas, en Memsdez Silva, Jorge Cardoso, y nsuy particularmente en la de cierto O. Diego Govea y Barradas, que le consagró un libro entero, titulado Pax Julia ilustrada. Consiste el error, cuino notó Gaepar Barreyros, al fó— lío 9 de su Corografia, en no querer confesar portugueses ni extrernei'uos que hubo mininas cidades »d'este mesmo nome Pax : liño situada nos turdeta— litios da Lusitania, el ofmtra situada nos célticos da eBetunja»

Incurriendo en la mísmrjfaíta el autor del opús— culo de que tratamos, se decide por Badajoz, si bicis protesta que no le mueve el ornar de la patria, simio el de la verdad; frase que parece inspimada por Itt Diserto cao sobre el mismo asunto del Sr. Javier tic Alcaçova, que tenas usa con idéuuticas declaraciones, y á ha cual pensó acaso contestar el Sr. Acuño.


13.—Historia de Badajoz desde los tiempos más remotos, con cinco dkertaciones eruditas acerca de la antigua Lusitania y Extremnadura.(MS. en 4.º)

No creo que exista más ejemplar que el que poseyó D. Bartolomé José Gallardo. Es auténtico, y le falta la primera disertacion, y con elia la portada. Se ignora el nombre del autor, que escm'ibe en Badajoz, en 1785, si bien había invertido nsuchmo tiempo en su obra, pues cuenta como testigo de vista la extincion de la Compañía de Jesus, y otras cosas del s-einado de Cánbos III. PatIrla ata-ibuirse ti O. Diego Suam-ez de Figueroa, si no citára ti este autor repetí— das veces. Tamnbien lo he creído obra del contiuuua— dar de la HistorIa eclesiástica de Solano ; pero el no rcfenirse ti ella una sola vez ase desvanece esta sospecha. Ambos le superan en el estilo; pero no en el criterio. Falta, pues, indicio seguro para averiguar quién escuibiese esta importante abs-a, cuyo interes crece consilerando la poca importancia que ¡ma dado la generalidad de los historiadores extremeños ti las antigüedades primitivas de su país.

Bajo este punto de vista, no parece sino que cl autor se propuso más vasto plan que el que desarrolla. Las disertaciones eruditas en que trata de la Extremadura y Lusitania forman como un cuerpo aparte, y para la simple historia dc Badajoz, desproporcionado. Verdad es que el manuscrito está incomnpleto~ y áun por mi cuenta deben de faltarle tomos enteros, pues en nsás de una ocasion se re— ntite ti lo que escribirá adelante, y no isay pueblo cuya historia deje de ofrecer en su trascurso. Pienso, en resúmen, que se trata de tina Descripcion de E~rtremadura, más estimable seguramente que la que poseemos del P. Coria, y es lástima que sólo exista eh primer tomo. Por temor dc que desaparezca al fin este interesante códice sin utihihidad alguna para las letras, darémos de él rozan detallada y titrmphia.

La segunda discstacion que da pnimscipio al libro, empieza combatiendo la vemsida de Tubal á España, con crítica más profumoda cts las negaciones que en has afirmaciones. El autor opina que fué Thiársís el poblador de nuestro país.

riLas pobladores (dice) acostumbraban dar su »mmombne ti los países donde hacian asiento ; asi nTliírsis lo daría ti esta isla que por él se llamaría ~Thtarte5ia.

,mPo]ivío (libro mu) hansa Thartesio al pais situado cen España oms las costas de ha Bética, que los domas aescriptores griegos y latinos llamaron Thmarteso, y o(es) lo que corresponde hoy ti las dos islas acm— ,,hradas mayor, y menor, que ferrita el rio Guadal— nqmmívir distes de desembocar ema el mar Occéano. San Anselmo, San Ambrosio, Casiodoro, Hugo, »Nicolao de Lira, y Andres Lúcas, son de sentir, tt'jtte les reyes magos hicieron viaje por el mar en alas naves de Thársis. Refiere con ellos Dionisio aCartujano, que viendo l-Ieródes que los magos no »volvienon ti darle noticia del nuevo Rey nacido, u,mandó quemar todas las naves Thsarsenscs, que mdos habían conducido ti Judea, y en este sentido se ;senttiende lo del psalmo cuarenta y siete, de David, mmm spiritu vehementi conteret naves Tharsis »lsaias, cf super omnem novena Tharsis; vuelven alas Setenta sopen omnent navigisem maria (despe— »]azarás las naves con un viento vehemente); y aun»que San Mateo dice vinieron los Reyes de Oriente,

BAD

ny nuestra España está ti la parte contraria de Jeru— »salen, responde el Dr. Caramuel que el Evangelista eno habla del oriente material del orbe, sino del »oriente Cristo, sol divino de justicia. »

Y más adelante, como para disculpar lo que tiene de controvertible esta doctrina, que lo mismo puede aphicarse ti Tubal, con el fundamento de Setubal, la antigua Cetébniga, asentada tambien ti orillas dcl Océano, exclama sesudamente —a El vulgo, que edcsfsgura cuanto se le confía ; la supersticion, »companera inseparable de la mentira; la manía de chas gentes en juzgar con ventaja sus antigüedades; cha antigua costumbre de escribir todas las cosas en »verso, y por consiguiente el continuo motivo de »mezclar la verdad con la ficcion, y eh tardo cono— »cimiento del arte de la Historia, fueron la causa de »confnndír y desfigurar has cosas de la primera »edad: las personas, los lugares, los subcesos, y la mtcronología, todo está confundido y desflgurad~/Las 'tpnimeras noticias de España suben mosto los tiemss— »pos obscuros, y sólo se refieren por la Tlmeogonia cy Iierogonia. Para penetrar este caos cronológico, acoflvícne establecer ciertas épocas dc aquellas genttes que más poseyerais nuestra España, las que 'tservirán como de puntos fijos para la coordinacion "y serie de los subcesos. A la manera de los mapas tigeográticos, (donde) la situacion de los pueblos »principales, fija por las observaciones astronómi— »cas y geométricas, sirve para determinar las dc los edemas lugares, que median entre tinos y otros »pueblos.»

Trata luégo copiosamente de la venida de los fenicios, atribuyéndoles la primera prosperidad de España,examina el estado social que produjeron, y combate de paso las épocas fabulosas de titanes, Hércules, etc., con muy buena doctrina,tomada en parte de los benedictinos de la congregacion de San Mauro, en su Historia literaria de Francia.

a La historia de los [hércules dice), objeto que »ocupa un lugar distinguido en las plumas de ussu— echas historiadores, y algunos de mérito, inventa— ada Cm por competencia Cm emnulacion de las nacio— "nos, no sólo es supositicia, sino contradictoria ema lo fabuloso. Toda msacion de Oriente en sus historia »custodia los progresos de sus Hércules; y todas se "confunden con la distinta narracion de tinas mis— cinas hazañas. El obispo de Girona cori Petavio (Ra »tionar. temp. tomo m, parte ¡, libro i, capítts "lo x, página 37), expresa que el nombre Hércules es voz egipcia y misteriosa, que la usaron diferentes capitanes de distintas naciones, significa ,,varon fuerte y extremado en vencer trabajos. La se— »mejanza quse hay castre los Hércules (el Tltebano, el mmEgipcto, el Pttenicio, el Cretense, el Tirio, ci ArgoNauta etc ) y la conformidad dichta en sus acciones, ame inducen ti creer, que la emulacioms de los puc— »blos orietstales los movió á imavcntar 1-hércules por— atentases, guerreros Cm invencibles, y conquistado— mires ilustres, contando ti comitpetencia cada uno dcl asuro proezas y maravillas, superiores ti las de los »ltéroes de otras tsaciones, stipotsiemsdo qtie la mc— mmmoria de estos varones se conserva en colutmnas, ,en el Estrecho, en los templos, medallas, é ini— acrípciomses.»

Entre estas fábulas incluyo el atstor fundadanten— te la del rey Luso, (ltiC dió asombre ti Lusitamsia, combatieasdo tambien la opinion de Samuel 13o— cart, en el libro primero de su Gea gro fia, que dice viene aquel nonsbrc dc Luz, (Inc Cfl hebreo significa almemsdra , fruta que tamsto y tan especialmente abunda en Portugal, y el corrobora can la costumbre fenicia de aplicar ti los pueblos nomstbres análogos ti sus principales producciones. Replica el autor que por este principio debería tambien Ita— marso Nuxitania, por la abundancia de nueces que ltan dado nombre ti Badajoz (especie por cierto ¡te— regrina y de nadie sustentada); y termina incLmtán— <lose, aunque ita del todo, ti la opinion de Marciammo,

- le que en la España printitiva ltabia un rio llamado Luso, si bicmm no convierte con el P. Florez en

qus~ sea el Tajo, degeneracio[5 de Dag ó Dagi, que ~n fenicio quiere decir abundancia de peces, pues habiendo recibido cl nomhre de Luso 800 años (les— pues de los fenicios, mal pudo apelhidarse Tajo por ellos.

La época romana le inspira sensatas reflexiones, afeadas por hipótesis imssostenibles , indignas de tan grave disertaciofl. En boca de Viriato pone dos rUs-cursos, que desentonan el cuadro general rtotable— mente, porque lo densas de su valor y resistencia lo ti-ata con copia de datos, insertando las inscripcio— ases alusivas ti su nt)mbre y l7sma que se consemvan cmi Viseo, San Benito de Pomares y Pisuerga, tales camita las traen Morales, Resendc, Estrada, Grtmtero y Mariana mismo.

Llegando ti ha divisioms de España cmi tiempo del emnperadot ComsstantimiO , adqtmiere su obra muschmo inicies, pues sin aceptar por completo su descrip—

cioms geográfica, debe reconocerse que se acerca bastante ti la exactitud.

a Los tui-detonas (dice), que conipreudian harte cdc la Lusitania y Bética, empezaban sus poblatio— enes por la parte mcridiomial del rio Ana, cxtendiémsedose hasta las costas de la Bética. Los celtas Cm cél— atices, tomarais ha banda boreal del rio Ana, y desed~ aquí se repartían á Bética y Galicia , y destle aliadajoz abajo, tor ambas riberas de Guadiana. Los »túrdulüs eran los pueblos ctttre Tajo y Duero, y ccontinrtbams con los celtas, primmcipa~nente pom~ ~ aparte occidental de la costa del I)uero, y los de la

>meridional se llamaban túrdulos viejos, quiere de— ticir esta voz, gentes apartadas ti codas muy dii— atantes de su origen- Uhtimamente, en nuestra Lu— »sitania lsabia los vetomses, que moraron, despues dc ala distribucion de España hecha ¡nr Augusto, en alas tres provincias cas la tuteo meridional del Duero hasta Portttgal , bsjattdo att-a línea por el oriemr ate de Avila ah Tajo, y ésta dividia la Lusitania de ala Tan-aconensc, segun cosssta de la piedra, que mcx litia en eh puerto de la Palomero entre Cebrero~ y las Navas del Marqués, que dice:

"HIC EST TARRACO ET NON LUSITANIA",y por la superficie occidental:"HIC EST

LUSITANIA ET NON TARRACO"

Partia esta línea cerca del Puente del Arzobispo, abajando por la cordillera dc Guadalupe hasta Trujillo, extcndiémsdose allí entre Tajo y GuadiaNa,rematando junto Albusrqucrque, Trujillo y Berzocana.

Despues de tratar ligeramente de la fundacion dc las iglesias de Lusitania, pasa ti describir la Extt-c— ¡nadtmra, deteniéndose en la etimología dc este nonsuro , con msttis erudicioms que criterio.—En el año a983 (dice) el royO. I3ermutlo II de Leots jttittó un »ejército, que ahistó ti los exirensos del Duero, para apclear con D. Vela, catsdillo de los moros, quien mse lsabia saciado al partido de los bárbaros, por aalgunas disensiones que ttsvo coas los cristiamsos, ay como el Duero fumé extremo de ambos ejércitos, udc ExtrcmaDttrii, salió ExtremaDura , cuyo

iii




razonar le tengo por más proprio y verosimil, y convíene con los tiempos subcesivos. Propagadas oque fueron las roces Extteuta—Dttrii, se cotsspuso ud mmomnbre Extremadura, territorio que en parte a estaba bajo la demnarcacion del reino de Lean, sus »haber perdido su antiguo nombre de Lusitania, scobramstio umso y aceptacion ha voz Extremadura, y amttumclto unís cuatsdo coisvenia distinguir este dii— attito de lo qite es Portugal , por la muelan cortfu— asían de su dilatado gobierno. Admitida la ([ivision, ase fué propagatsdo esta voz gemsctalmnemsle por toda uEspaña. Pasados algunos años, acaeció el deslinde formal del reino de Portugal

Esta opinión, que es la más admitida entre los ltistoriatiores propios y extraños , tiene eta la mtuses— ira poco fusnd~tmento, porque atiende más ti la analogía de las palabras que ti 1-a msaturaleza de las cosas. ¿Cómo pudo recibir la detmomttimtaciots dc extremos del Duero una regiomi tan djlataila, que ato sólo consturemadia el msacimnicnto y desagüe de este mio, simIo tet-ritorius apartados de él cincucrtta y tinas más leguas por algutvts partes? ¿,No parece que esta etíttiologi pugmta carl la naturaleza ntis— mita? ¿ No parece que deba lnsscarse en circuns— attcia ntás consuts y general á todo cl país ti que se aplica? ¿ Cuánta mayor mazan mio habria, bajo este ¡unto de vista, para aceptar la raíz Exts-esna—lmora, jflC leda Pedro Barrámttes, ema su historia dc A/eón—

- tira? Pero no cs cuestioii ésta jltara tratada coma tal ocasioms y brevedad. Emt la suya propia la explanaré— mas, teniemido mnny ca cuenta las opiniones dc este autor, qtte corrobora las nuestras en nauchos puss— tos. Sirva dc ejemplo la ttcscripcion cune ¡tace de Extremadura, despues dc la imsdepetsdencia de Por— tu~~tl :—aExtretnadura se llamaba la laste cune cor— uritt desde eh Dueto ¡taita las sierras cinc dividüts vhs los Castillas. Despues quedó flitiS liissita(]a esta »provimscia de figura cuadtilon~a , prolongada do »Norte al Siam-; ii lmt ¡<arte oriental tiene ci (cilio da m~Tulcrlo y Mattchta , y se divide [mor los montes y sicr— udS de Guadalupe : al Mediodía licuo el reimto de »Sevilla , y de él se separa por Simia Morcmsa : por cl aüccidemste cantina comt Portugal : al Norte está Casculta la Vieja, y de ella se divide por has sierras dc »Gata y Pico ; ligase cincuetsta leguas dc largo, y ccttrenta dc encimo.»

Y por si esta desctipciüti mio conttaílijema bastamt— temsaente sus propios argumeitlos, intercala otra ¡toética, al parecer rio sus pluma, que po1 erudita y ennasa reproducintos, aunque seama los versos detestables

I.

A pesar de las tiempos, firme dura,

De valor y nobleza enriquecida,

La fértil y poblada Extremadura

Provincia del Ocaso esclarecida

Cuya amena abundancia y hermosura

La hace tan grata y tan apetecida,

Que son tierras y frondosos prados

De todas las naciones envidiados.


II


Riégala el Tajo,cuyo caudal fuerte

Aumenta con las aguas,que se bebe,

De Tiétar,Alagón,Caparra y Serte

Y furioso en el mar,a entrar se atreve;

Y según en su curso se divierte,

Parece que del prado no se mueve

Siendo entre el monte su cristal deshecho,

Tahalí de plata que le cruza el pecho.




III –


Ciudades nobles forman su hermosura

Mérida singular,córte romana,

Badajoz,militar plaza segura

Plasencia,floreciente diocesana,

Coria mitra;de Alba la luz pura

Y Xerez,de templarios ciudad llena

Truxillo,de Pizarros,patria amena,

De nobles maestres población Llerena.


IV

Blasón glorioso tiene en las dos sillas

De las dos collegiatas celebradas,

Y sus timbres aumentan muchas villas

Unas humildes,otras soblimadas,

Las unas ciñen f´rtiles orillas

Otras en valles se hallan dilatadas,

Algunas en montañas generosas

Y muchas en campiñas espaciosas.


V

Una es la insigne y bella Talavera

De la reina María así llamada,

Zafra,invencible,bélica y guerrera

Medellín de corteses,patria amada;

Pozoba griega,que hoy llaman Herrera

Montanches,de maestres deseada,

Cáceres,fértil por la diosa Céres

Todas honradas por nativos héroes.


VI

Del católico celo veneradas

Son las reliquias que sus tierras tienen,

De los reyes y duques visitadas

Y devotos a verlas sólo vienen;

Guadalupe en María vinculada

Su esperanza y concordia oy tienen,(sic)

Y Berzocana feliz y dichosa

Los cuerpos de Fulgencio y Florentina hermosa.(sic)


VII

En Arenas,San Pedro penitente,

Por renombre de Alcántara llamado

En su cuerpo incorrupto,por la gente,

Con cordial devoción es venerado.

Trajano,emperador,es evidente

En Piedra-salbas fue al mundo alumbrado;

Viriato,asombro del poder romano,

capitan invencible lusitano.


VIII

De la Oliva el Juvenco castellano,

Por poeta divino conocido;

Y el insigne Benito Arias Montano

Conoció en Fregenal su patrio nido.

Azote,Maldonado,del pagano,

Errores y herejías ha confundido;

Y el agudo Mariana con su historia,

Todos han hecho eterna su memoria.


Entra luégo nuestro autor en la desct-ipcioma de las ciudades extremeñas, enapeznnilo por Badmtjoz, de óomsde infiero, con otros datos,quc allí escribía. Pat-cierto que ti propósito de su u-eligían primera, cita par estas palabras tsma interesante códice dcl Esco— sial, que maos es desconocido.

eNo faltama algunos ltistoriadorcs (dice), y psirtci— r'palmemste un mamsuscrito cine se custodia cta ha Ii— ,a!arería del Esconi:l , que ti nuestra ciudad la ahí— aboye fundada tintes de Augusto, y que por su atiempo sc trocé al uso de los romnamaos, diciendo aTurdetani prcersertin qui circo Bol -icam loca te—

>inent in Romanos pocnilus rutas, transforman astant, nec proprice memoriam lingtiw servatst aampl-ius, plurinaiqnc, la!itai facti eliana acento »Accotas accopore rotn arios. ¡toque parum ab rs! ,~quin Universi t-ornani sitat ; et nunc abitantes aUrbes el jo Ceitis Galia Pax—Áugusla et cilio ñu »lnrdulis Ata gusta—Ernerita el jo c-ltiberis Cama— urea—Augusta el cilios Colonice queme/am pcrtauu— ata tos dictarnos cirritatttns s-ilus dettsosustrasut. »Que traduce, en sus desaliñado estilo, dc este rnoulo a Los españoles turdetanos, mayortnetate asentados lien rededor de Gttadalquivir, cmi gran parte estaban a transformados cts los ritos romanos, y no comisen— avahan más memoria dc la pimpín lengua, x tnutcltos ahsecltos latinos lsabiart recibido de los romanos, smque moraban cosa ellos, y así poco faltaba que toados fuesen romanos ; las ciudades ltabitadas Pax— aAugnsta, en Galia ó Céltica, y otra Augusta-Ernénula, en los túrdulos y eta los celtibes-os, César— aAugusta, y otras colonias, que algunos monstra— aban trocados los ritos de las dicltas ciudades. a

En lo dcmas de las antigüedades ratnataas ele 13a— drtjoz sigue el anónimno á Rodrigo Dosma, copian— dii sus inscnipcioties y naedallas, que son por cierto de lo más importante que el mamauscnito contiene, pues casi todas [tan desaparecido en la época mador— ltit. Tansbíen adop~a algunas opimsiolses de Jorge Cardoso, aullar del Agio/agio lusitano, alar-a sobremanera recomemadable, y del canónigo Suarez de Figueroa, cmi sus prólogos ti la Traduccion de Ocie/jo.

La magna controversia entre Badajoz y Beja sobre los fastos eclesiásticos no le inspira sino pobres frases,de todo valor ltistónico desnudas.—. .aha aciudad Pacense (dice) que otros llamaban Pax Ju— »hia, que es ~Tcja. - - en ch día está demonstrada la nerutsivocacioma de los -autores antiguos, como lo imprimiera cl erudito Almeida en su obra intitulada taAparesto ele la disciplina eclesiástica de Poe-lugo 1 a(tomo mv, apéndice 70, fóhio 310), claude dice que acusado Compostela tuvo la gloria de recibir por su»ft-aganeos ti los obispados de la metropolitana de u Mérida, que ya no htahaia memoria dc Pax Jo— alio, y sí de Pax—Au gusta. Luégo se evidencia con »clanidad fué eqtaívocacfoma de los msomisres, que quiasieron apropiarsc las glorías de unas ti otras, lo nmismo que sucede -con la-antigüedad de Talavera y aEvora. L.o cierto es cjue nuestra P;ix Augusta fué »siensprc nomimmada en tiempo de los rara-anos con »esta ilustre voz , sima mutacion algtsna It-asta los »m'noros, y que su ohispado subsiste, sufraganeo de »Santiago, sin omision de tiempo, sin It-aher tenido al3eja jamas esta gloria; luégo aquel Pacense, que non la Pulla de suft-agamseos, se nombra por Loaysa uy Padilla, no es otro alguno más que nuestra Pa— edajoz. Y aunque dice Resemide que I3eja custodia tnnuclsos naomatsmcntos romanas, no sólo inscnipcio— unes, acueductos, cabezas de toros y fábricas, di— mciendo que era más copiosa que Badajoz, si las agriones y ch tiempo no hubieran batallado titulas asiglos contra su hermosura. Esto no es prueba, apues cmi nuestra ciudad existen iguales monumen— cias, que acreditan sus mocitas grandezas,las que apueden disputar la antigüedad y el origen, no sólo vá Beja, sino ti la más antigua de España.»

Tan floja argumentcion, como se vé, no basta t echar por tierra la dc Resende y Ahcaçova, hsom— bies ambos eruditisimos, y que tomaron muy ti pechas la ilustracion de estas cuestiones, no ménos interesttntes par-a su país que para el nuestro. En el mismo estilo y con idéntica flaqueza, trata de los primeros obispos que ambas ciudades se disptstan, San Atan, San Apníngio y otros. Esta parte de la obra apénas merece heerse. Sin emltamgo, al hablar de Isidoro Pacense, cuyas glorias atnihuyen á Beja, no sólo los historiadores de Portugal , sino tambien mocItos españoles, saca de su Granjean un texto de indudable autoridad para resolver la cuestíon. Hé aquí 1-as pal-abras del famoso ptelado, que están al fó— lío 463, capitulo LXXXII del libro mude su obra :—"En mi tiempo la insigne Bagalge, cuya mxaifl-a xaoseia, nMrnazafl , moro, la destruyó echándome do ella ay ti mis iamiliares :1-a ltizo ciudad real, y se coroné o por rey de ella, año de 842, nombrándola ti su vgusto Beled—MX, (pie significa tierra de #nidad.» Y que se refiere ti Badajoz, y que tenía obispos en aquella remoVtsima época, lo comprobé P5odnigo Bastos, citando una lápida que babia encontrado su ho Alvar Perea Uosma , arcipreste dc Cáceres y ca— nónigo de Badajoz , al labrar en esta ciudd una casa, que existe al parecer todavía, y es la que de— Iras de la catedral y formando esquina ti la calle de S. Blas, lleva el número 2.—umTiene, dice el autor mirle los Discursos palrias , doce versos latinos, doce,mcasilabos, acrósticos, en letras entre Ram-atlas y aCéticas, y lince memoria que en aquel cimente— mino yacían algunos prelados obispos , cuyos nom— abres y loores describe. La muerte del penúltimo, aá quien suhcedió el olaispo, autor dcl epitafio de irlos premiecesomeS, que qusiso celebrar ó alcanzó, re-afiere haber sido era mili trescientos oclso, año de amnihl del Señor.»


D>ESERIT FUNERA DANIEL HORRIDA

A> LLETIS JUNGITUR,RITÉ CELESTIBUS,

N >ESUS MILITIBUS;QUI FUIT OPTIMUS;

I >MUNIS POPULIS;AC VENERABILIS:

E >N JAGENT PRESURIS MEMBRAPURUFICI:

L >

I> IXIMATI,ECCE RECTAQUE CESPITE:

S>


E>CEPTUS SPIRITUS,ARGE DOMINICA

P>

I>CATOR OBIIT,PRILULA FERITUS,

S>

C>ORUSCO FRUITUR,CAELITUS GAUDIO

O>BLUTO DOMINI,MENSE JANUARIO

P>REGENS DUCITUR,HERAE MILLEXIMO

I>N ET TRIGÉSIMO,VIX QUATRE ADITO


Dosma explica este acróstico del modo siguiente:

Daniel pasé al cielo de horrible muerte, ó como si dijéramos pormartinio; Alctis fué preso y maltratado por los soldados; ¡monis fué venerable ti los pueblos, y de súbditos y golternantcs respetado de Purifico, prelado digno de tales honras, cuya alma, juntamellte con la de Liximaco, voló al alcázar del Señor, los micunbros yacen allí cubiertos de césped; y Prilula, ti quien llama Pescador, por aquellas palabras de Jesucristo Faciam -vos fien piscatores hontinum, murió fielmente, quizás por martirio, y goza de la resplandeciente mirada del Señor.

La serie de los obispos de Badajoz alcanza hasta Fray Alonso solis y Grajera , electo en 1782, de quien debia de ser el autor lamfliar 6 cosa çtarecida, pues exeusa sus alabanzas con aquel consejo de Saloman :—Ante tuaorfcm nc laudes ?tonsinem. Y es cosa por todo extremo singular que emplee las mismas palabras del texto Suarez de Figueroa en su postrer prólogo historial, ~ que ambos incurran cmi error idéntico, que no es de Saloman, sino del Eclesiástico, cloe dice por sus mismas palabras en el versícula 30 del capitulo xi :—Anle mortcm nc laudes ltomitaesn quemquam, quoniarn in flUís sois ap— noscitttr vir.—En esta época reftere con minuciosos detalles el casamiento de la infanta W5 Carlota

nieta de Cánlos 111, con el infante D. Joan de Portugal, y de la infanta portuguesa P.5 Mariana Victoria con nuestro infante P. Gabriel. Tambien an— teriormaente da noticia de algunos sucesos civiles.

La parte más copiosa y dilatada de este manuscrito, tanto,que casi ocupa la tnitad de sus páginas, es la que comprende los santos, venerables, arzobispos, obispos y Itombres célebres nacidos ema Psde —joz. En este comacepto, no posee la historia extremeña libro de más apreciables nOticias, así biográficas como bihahiográficas.

Termina con un-a relacitmn extensa de has familias nobles de la ciudad,ilustrada con sus blasones, di-—hnjttdos de pluma. Estas familias son : Sohises , Fi— gueroas, Paces, Alvarados, Guzmanes, Pejaranos, Tovares, Sanchez tic Badajoz, Grajeras, Becerras, Tavares, Ayalas , Maldonados, Chaves, Fonsecas, Mexias, Manteles, Balboas, Godoyes, Guerreros Ves-as, Rochas, Moscosos, Sotos, Lobos, Pereas, Nuiiez de Pnttdos y Morales. Be casi todas estas familias cita memoriales ti lsistonias genealógicas, ets su mayor parte desconocidas.


14.— Rélaçáo da entrada é sucesos das t,o— pas hespanholas, é movimcntos do ejercito

portuguez sta provincia de Alemtejo: no din 20 de Majo até 6 de Juttlso do presente amia , em que t~ram en Badajoz asigna— dos os tractados de paz entre as tres po— tesacias de Portugal, llespanha é França pa los seOs plemsipotencianiOS Luis Pinto de Sonsa, O. Manad de GodoY é Luciano Bonaparte.—Escripta en Agosto de 1801,por Henrique José da Silva, formado en clireito pela universidade de Coimbra..(MS. en 40, de 65 páginas, forrado en marroqui dc lujo.)

Parece autógrafo y escrito por orden del gobierno ó de Pinto de Sonsa. Es quizás el único libro que exclusivamente trata de la ridícula guerra llana-ada de las naranjas, en que tau triste papel hizo Ctir— los IV por cuhita del príncipe de la Paz.

Lo poseia el Sr. J. J. de Saldanhta Mchado, caballero portugues, segun nota que he visto en Lisboa, en Agosto de 4859.

15.—Recopilacion de papeles y noticias acer• ca de los sucesos de Badajoz en el siglo xix.

(Varios cuadernos manuscritos, de mi propiedad.)

Refiéretsse, en su naayor harte, ti ¡a guersa de la Independencia y ti los dos memorables sitios que sufrió la plaza en 1844 x' 42. Debo ls-acer cutre ellos especial mettcion de tres apuntes muy curiosos, ti saber:

A.—. Recuerdos de los hechos militares durante la guerra de la Independencia del capitan de in— fct atería, brigada del ¡iegirnientode Ingenieros, Don Hilario Giral.

La primera parte dc este mmauscnito, firmada pon Giral en Madrid, ti 30 dc Abril de 485l,es la que yo tosco, porque se refiere ti los sucesos militares de Extremadura en aquella memtaorable época. Diario sencillo de esta soldado curioso , contiene interesantes noticias sobre el primer sitio de Badajoz y la gloriosa muerte del brigadier Met1achto, de quien fné cl autor sargento de ordenanzas. Asimismo describe la muerte en Portugal del Marqués dc la Romana, dc cuyo secretario fué tambiemt ordenanza. Debió estimarle tanto el ilustre gobentaador de Badajoz, que durante el sitio, y despues de estar ya abiesta la [trecha junto al cuamtel (le la Bomtm , recorría ha muralla con cl brazo izqetierdo apoyado sobre el hiato-tiro de Giral, y cl derecho sobre el bastan, ti con— secuemscia de la htei-ida en el mnusho cjcse -babia recibido mimosos atras ems el ataque del puente de Mérida. Este soldado, por Su mstimtuciosidad y sencillez, no des— stntias de elocuencia , m-ecuerda ti Bernal Diez del Castillo.

LI.— Apuntes de los tres sitios que Sto frio la plaza dc Badajoz durante la guerra de la Indepettden— <-ja, por Juan Josef Margado de la facha.

Están escritos estos apuntes ti la márgen y en ¡as hojas blancas del-as cuentas de cierta cofradía en que era Margado mayordomo.

C.—Dictámcn fiscal y acuerdo del Consejo de guerra de oficiales generales, celebrado en la plaza de Badajoz el e/ja 4 de Julio de 4816, por real ¿re/en de 46 dc Febrero del enismo, para justificar la conducta militar y politice observada en el año de 4808, por el mariscal de campo, comandante general que fui dc la provincia de Extrema dura, D. Toribio Gro pera , conde de la Torre del Fresno.

Este importante documento me lo Ita facilitado muí amigo D. Cunas Decombes, mileto ele aquel gemaeral sin ventura, que femé asesinado en Badajoz, el dia de San Fernando de 4808, por resistirse ti it-acer por la mnañana la salva que cmi honor de Fernando VII tenía dispuesta para la tarde. l)e este crimen, y de sus secretas causas, tettgo otros datos no ttliinOs auténticos, recogidas cmi tradiciones y papeles de fa— mnihia. Tamnhtiett de la gloriosa muerte dc MonacIta y de los houtores que ti su memoria hizo Cádiz, stt ciudad natal, hay entre estos papeles otros docu— mstentos apreciables. Los que se reI~eren ti los stscc— sos políticos dc 4808 y 4823, asonadas populares, ¡taovimíentas tic los ejércit(ts, excesos s-evolucionario> y reaccionarios , etc., etc., están sacados de papeles de familia, y principalmemute de los que dejaron mis abuelos O. Josef de Solís Barrámates, contratista que fué de todas las tropas del distrito de Extretnadtuma durante la guerra de la Independencia , y O. Jmiatt Moreno Salamanca, naieunbro qese fué asimismo de la junta soberana de Badajoz en 1808.

16.— Apuntes topográficos é históricos dc la ciudad de Badajoz, pat D. Mariano Liza— sos, secretario que fué de su Capitania general, con algunas adiciones de D. Maria~ no de Castro Perez, ex—auditor de guerra ele la uflisrflml.(MS. ele 420 páginas en 4•O mayor.)

El Sr. Lizasos, que desempeñé la hilaza de oficial primero, y ltt(.go la de secretario dc la capitanía general ele Badaloz desde 1823 ti 4832, prestando con su ilustrada tolerancia grandes servicios ti los hiato— hnos libesales, rencorosamente perseguidos tiar lii autoridad nsilitar de aquella época, era persona rs— timablc é instruida. Segun sus amigos cuentams, Ita— bis reunido uit-a excelemtte colecciomt de docutncmtlos para escribir la historia general de Extremadura pero dudamos que llegase ti realizar este propósito. El mismo manuscrito de que aquí se trata no es un trabajo histórico, propiamente hablando, sino una coleccioms de cuadros histót-icos y noticias, tomadas de Solatto y otros autores , sin método ni estilo; circunstancia que quizas revela mus alto pensamiento. Por lo que toca ti la época mnodermnt son sus mto— tirias muy apreciables, y cototo el Sm. Caslt-o Pcrez las Ita corregido y adicionado hasta 1856, el usaantss— cnito en cuestion merece bastante utprecio.

17.—Apuntes de la historia de Badajoz.(MS. dc 50 págirtas en fótio.)

Hoy lo posee D. Francisco Márcos Martímaez, vecino y dcl comnes-cio de aquella citsdad. Su importancia es escasísima, como que está copiado, cmi gran parte , del de Lizasos. 1.-as dcmas maoticias, extractadas torpísimamcnte de Sohtno y las crónicas ¡-cl igiosas oto liciten novedad atgumaa. Aun así Ita habido quien plagie este mamauscnito, cuse lleva la fecha dc -1839.

18.— Opusculo de la Histonia de Badajoz, con noticias de smi antigüedad , usos, costumbrcs, rnonunacntos públicos civiles, religiosos y militares ; varones insignes en samatidad y sabiduría; guerras con el ex— tt'au get~o y las cosas más notables que han ocurrido desde la dominacíon de los bárbaros del norte hasta nuestros dias.—Es— crita por un Amigo del país, y dedicada ti la muy noble y leal ciudad de Badajoz.(Badajoz : 181-L.—Imprenta de O. Jerónimo Orcltmrtt.—20 dc Julto.)

Al ver un folleto de 56 páginas en con tan rumboso título, su valía se adivina fácilmente. Como las inici:tles dc su dedicatoria indican, eh anaigo del país era 1). Valentin Falcato, ntaeslro mayor de obras de fortificaciota , houttbre de osca— sísimnas prendas literarias y de imtstruccion mutis escasa aún , que mii sirjuierus supo hacer en las htistotias gcmuerales rebusco y acopio de noticias, couttetattinlose con extractar desaliñada y torpemcmste el manuscrito de Lizasos (véase el número 16) y copiar de tuis-a manera servil cl Centon que posee Márcos Martínez (mtúmnero 47), pnincipalmemste en ha li-arte que se refiere ti los varomscs ilustres de Badajoz. Su método es malo, malo el estilo y li-asta la impresion de la obra, si bien la breve parte dedicada ti la guerra de la Independencia contiene algunos datos apreciables, tatuados tamnbien de Lizasos casi todos.

Cuéntase en Extremsaadnra que los ejemplares de este cuaderno han sido u-ccogidos por un caballero de Badajoz para qmse no perjutdiqttema ti la venta de cierto libio de su misma índole que pieussa publicar temor que por cierto iutspira ele ambos, autor en ciernes y ohm-a futura, pobrisima idea.


19.— Oracion en la abertura del convento de la Trinidad de Badajoz, por Fr. Pedro Iiorninguez.

(Ecija, 1795.)

No he conseguido ver ttunca un solo ejemplar le este cuaderno, que hallé citado en un libro

de biografía eclesiástica, donde recuerdo vagamente que sc le atribuye cierta impontamacia histérica, y bien puede tcmserla en verdad, porque se trata de un mnoutunsettto dcl siglo xnt, notable, si no por su fábrica , qae uso lien visto los taacidos , por sem~ casi coetáneo de la venida de S. Juan de Mata ti Españut, y por la injusticia con que le lun tratado los cm-o— mtistas de la óricn de la Samstísima Trinidad , omití— tiettdo su historia por completo. Sólo el P. Allana hace ttsermcion, hácia -1280, dc ums Fr. Miguel, Lusitano, trinitario fam~so di comavento dc Samstaren, que tuvo mctchto valiimtucnto ceta el itafante 1). Fon— muido de Castilla , ti quieta mereció la futtdaeiont de csut convento en Sylves, y ti quien pt-csunso que debe atnibuirse la de Badajoz por la idematidad de fechas, y per no estar ftsndados cts aquel tiempo otros cts Casi-lila que las de Toledo y Segovia. (y. cl libro tu de la primera pat-te de la Cí-dnica general de laSaim(isima Tu-unidad Jlcdencbon de cautivos, Fr. Pedo-o Lopez ile Alttmtma.—Scgovia, 4637.)

Es tautmbit_n ignorado, ti pesar de su moderna fc— cita, el suceso chite produjo la rcstauracion de este cottvettto ele la '[rin dad , que siemtdo el más ama tigtu o de Bad~ejoz, como fttndado en 127-1-, existió ¡mesta-1812, omm que nttestios aliados itsgleses acabaron la obra de destnuccioms comnenzada eh año anterior por el mariscal Mortier.


20.— Constituciones , ordenamszuts y reglamentos dcl real hospicio , ca~;a de expósitos, huérfanos, a cogidos y mujeres de mal vivir de la ciudad de Badajoz, como tambien de los cuatro hospitales agregados á él, nominados Concepcion, Piedad, Cruz y Misericordia —Formadas por D. Cárlos Martin, Director y juez conservador por S. M. de estos piadosos establecimientos para su gobierno cbristiano y político.(Madrid eut la imprenta de D. Josef Coitado. Aiio de 1804 —Un tomo en 4º)

Este libro contiene algunas noticias ltistót-icas, che carácter ecoutómnico y administrativo, muy imite— rcsantes. Está escrito con buenas formas y crudi— clon literaria, y lleva al final inclusa la lcgislacion que liaste aquella fecha-a había recaído sobre tan piadosas fundaciones.

21.—Memorial de los Sres. de Villanueva de Barcarrota, condes ele las Torres.(MS. anónimo.)

Lo cita la historia de Badajoz desde los tiempos más remotos, sin dar noticia de su autor ni de su paradero-—Los Sres. de Barcarrota descienden de la ilustre familia mio los Sanchez de Badajoz, ti que pertenecía cl célebre poeta Garci—Sanchtez. Fcrnan—Sanchez dc Badajoz, que era alcaide de esta ciudad ema 4367, alcanzó dc O. Enrique el Dadivoso, dcspues dc ka muerte de O. Pedro cl Cruel, el señorío de la villa y castillo de Villanueva de Bar— carrota.

En la Biblioteca Nacional (0. 0. 431, pág. 473) hay tres papeles importantes que se retieren á esta familia.

A.—Sentencia que pronunciaron el conde de Plasencia, cl marqués de Villena O. Juan Pacheco, yO. Pedro flernandez de Velasco,Jaeces diputados entre el rey O. Enrique IV y los grandes y prelados, para resolver lo que ocurriese sobre la pacífica— clon del reino; por la cual condenaron ti Alfon de Badajoz, secretario miel rey, en privacion perpétua dc oficio y destierro de la córte. Su fecha en Medina del Campo, ti 12 de Diciembre de 1461.

B.—Otra sentencia del mismo di-a contra Garci— Mendez de Badajoz, condenándole en la misma pena, y ti que se le pusiese ti buen recaudo en la Mote de Medina del Catnpo liaste que diese cuenta ah rey de has recatadaciotmes que había hecho.

C.—Y otra semejante sentencia contra Fernando dc Badajoz, pronunciada en el mismo di-a.

Aparte la pasíon política que movía á los jueces,no dejan de parecer justas estas sentencias.. - <e et »porque es cierto (dicen) et ti nosotros manifiesto, eque Ahfon de Badajoz, secretario del dicho Sr. Rey con cl dichto oficio de secretario ha fecho et fizo tmucltos cohmecltos el... robos de que sc recre— ~cieron muchos escándalos en estos Reynos, el al cdichso senor Rey grande deservido, et entendien— ada ser complidero ti servicio de Dios et suyo et al »bien de la cosa publica cl por esto el por otras ccausas que ti ello nos mueven por vertud del poder t>ti nosotros dado ct otorgado por el dicho señor Rey cet por los dichos Perlados el Ricos liamos el cabadIeras de sus Reynos, declaramos el mandamos que ccl dicho Alfon de Badajoz se-a apartado et lanzado cdc ha cas-aol corte dcl dicho señor Rey, etc., etc.c

22.—Genealogía da famnilia dos Barbas, em que se referem as acçoes e progresos de todas as persoas deste apellido, comprobado ttudo com as chronicas do Reino, é escrituras auténticas, por Bui Barba Co,-rea A lardo, mestre de campo general.(MS.)

El P. Cayetano de Souza, en su Aparato á la historia genealógica- de la casa ¡-cal portuguesa, pág. 440, núm. 164, dice que el autor hizo gala emt este libro de erudicíon y estudio, que lo acabó en 1687, y lo poscia Fernando Mosquita; peto oit esta última-a noticia padeció error, segun Barbosa, pues su verdadero dueño era Luis Barba Corree Alardo, hijo primogénito de fui.

Esta familia de Barba debió pasar ti Portugal desde la Extremadura castellana, en cuya conquista tomó mucha parte, ¿desde Galicia, donde tenía su casa solariega. Descienden de un caballero infanzon de Vihlamayor, y señor de Castroforte, que arrancó la barba ti un moro en desafío, aunque otros dicen que trajo la cabeza del moro colgada de su luenga barba, no faltando tampoco Nobiliario que le atribuye el suceso, fundado en los falsos cronicones, que ditS origen á la ahcuíla de los Figueroas. Sus armas eran castillo dc gules en campo de oro, segun Alfonso Guerra, y espada atravesada en campo verde, segun el P. Gándara, en sus Armas y trñsn[os dc Galicia, ti quien juzgamos por mejor texto.

En Badajoz han tenido casa ricamente heredada, que produjo muy notables conquistadores de America, y en todo tiempo soldados y religiosos de fama,pero desde el siglo pasado cayó en miseria y oscuridad.

23.—Memorial de la casa de los Marteles, por D. Joseph Pellicer y Tobar.(¿MS?)

Esta familia pretende descender de Cárlos Martel, padre del rey Pipino de Francia, nada ménos.

El prinmero que se asentó en el libro Becerro Badajoz, fué Rodrigo Vartel el viejo, que casó con O.' Beatriz de Mendoza y Chaves.

Debemnos la noticia dc esta genealogia y las siguientes it ha ¡historia de Badajoz desde los tiempos más remotos.

24.—Memorial de D. Félix Fonseca, marqués de la Lapilla, por el mismo.

Esta casa la fundó en Badajoz Juan Rodríguez de Fonseca, en 1400. Tamnbien fttndó el mayorazgo de la Lapilla, empezando ti poblar la dehese de este noaabre, sobre la cual constituyeron sus descendientes clin-arques-ada que hoy conserva. Yo tengo entre mis papeles uno miel siglo xvu~, titulado Buzan del mayorazgo de los Fonsecas, y escrito quizás por alguno de sus mayordomos.

25.—Arbol genealógico de los Aldanas y Maldonados, por Pellicer.(6MS.?)

Creemos que sea D. José Pellicer y Tovar, autor de muchas genealogías extremeñas, como se ha visto. Los Aldanas tuvieron casa en Badajoz y Alcántara.

26.—Memorial de la casa de Guerrero, por Gándara.(~MS.?)

Este autor debe ser el de las Arneas y triunfos de Galicia, muy dado á kas investigaciones heráldicas y genealógicas.El troncado esta casa ftté Don Juan Guerrero, natural de las naontañas de Búrgos, que casiS en Badajoz come Doña Mencía Pirel. Despues se extendió la familia á Fuente del Maestre, Mérida y Llerena. Hoy ha descendido a las últimas capas sociales, como los Aldanas, Saavedras y Alvarados.




27.—Memorial genealógico de O. Filiberto de Soto, por Rodrigo Mendez de Silva.(~MS.~)

El primero que se asentó en el libro Becerro de Badajoz, fué el padre de Heritando de Soto, célebre conquistador de la Florida.


28.—Genealogía de los Chaves, por Juan de Chaves.(MS. en fólio.)

Este autor goza fama de hablista y erudito, y se cuenta que su obra hace fe en juicio; circunstancie honrosa y notable , perteneciendo á la misma familia. Don Luis Zapata, en su pacuna Carka famoso, describe el suceso que dió ti los Chi-aves esta al— cuna.

La familia de los Chaves, aunque tuvo su tronco en Badajoz, se extendió it Trujillo y Cáceres, con ricos heredamientos, que hoy forman parte del ducado de Noblejas.

29.—Genealogía de la ilustre familia de los Tavares, descendientes del rey D. Ramiro II de Leon, por su hijo el imafatatc Don Almoazar Manairaz.—Escribela Fr. Felipe de la Gándara, de la órden de 8. Agustín, cronista general del Reino.

Es de suponer que esté impreso este libro, porque lo citan muy circunstanciadamente las historias extremeñas. -

La casa de Tavares era del Montijo, donde Antón Martin de Tavares casó en 1582 con Ana García Guerrero; pero su hijo D. Gonzalo García de Tavares y Guerrero, capitan de corazas en la guerra de Portugal, se enamnoró en Badajoz de Doña Mería de Ezquerra, y habiendo casado al fin, asentose en el libro Becerro hácia 1642.

30 .—Menaoríal de D.Christóval Alonso de Solís, por D. Joseph Pellicer y Tovar(¿MS.'?)

Los Sohises de Badajoz son una rama desgajada de los de Cáceres, mucho más ricos, pero no más nobles, pues todos vienen del mnaestre de Alcántara, famoso en historias y romances.

31.—Genealogía de D. Juan Saavedra y Alvarado, por el mismo.(¿MS.?) -






























































































32.— Genealogia de la casa de los Guzmanes de Badajoz, por Fr.Bartolomé Rodriguez.(MS. en fltio.)

«D. Enrique de Guzman, conde de Niebla, tomó vecindad ema Badajoz, asentándose en el libro Becerro, despues de l~s guerras cte Granada , por haber casado comt O.' Teresa Suarez de Figueroa, hija dcl maestre O. Loremazo, eta quien tuvo ti O. Jiten de Gnzrnan, duque de Meditaasídonia y conde de Niebla.

Esto dice el autor de la historia de Badajoz , ti quieta venimos siguiendo; pero hay más errores que pahmtbras en su breve relato. Un htert1aamao bastardo de O. Enrique ile Guzman, comide de Niebla, fué el que cesó en Extremadura, acaso en Badajoz mis— nto, coma O.' Isabel (ita O.' Teresa), hija de D. Lorenzo Suarez de Figueroa, conde che Feria , y pucia avecindarse clii tintes ó despues de la conquista de Granada, porque esta boda se verificó en 1 -i7~, corno lo cuemala muy por nieitudo Pedro h3ürráuttes Mallo— maado en cl tomaao it, capítulo xi de sus hlutstraciorte.ç dele casa de Niebla, con otras cosas quc por tocar de cerca ti la historia d~ muchos pueblos che Extremadura parece insertar aquí.

« L)on Abuso de Cúidenas , Conaendador mayor udc Lcon, era un onrado caballero e hijo ile Dome aGarci Lopez de Cárdenas, Comendador mayor de aLeon el qual Don Alonso vivía en Sevilla; e como »ema tiempo del rey Poma Henrriqtte muriese cta Trn— ajillo el maestre hiomi Jtiamt Pachiectt , ti quiema cl Rey rnvia miado aquella cibdad cote titulo de duque dc »Trnjihlo, lnégo Pon Alonso de Cárdenas, Comen— adador mayor dc Lean, pretendió tener derecho al »maestrazgo tic Santiago, e se llamó maestre; peto atenía gr-ancles contraditores en Don Rodrigo Manrriqne , conde de Paredes e Comendador de Segu— tira, que se 11cm-ave Maestre, e en Don Diego Lopez »Pachcco, marqués de Vihlena, huijo del maestre Don »Juan Pacheco, que artsinaismo sc ynti tul-ave Mees— aIre; lo qual, visto por Dama Alonso de Cárdenas, nComcndador mayor de Lean, que se hlamava ten— tibien Maestre, para tener favor bastante para lo aahcançar ti ser, paresciéndolc que ita avía otro senor de puertos abaxo tate pujante e próspero e tic »quien tanto favor e ayuda pudiese rcçibir para su »propósito, como de Don Henrrique de (iuzman, »duque de Medina, conde de Niebla, para lo tener »grato, ofreçióse en su serviçio, e llevó partido dél de dos hijas que tenía tasólas cuita chus hermanos has»tardos del Duque :1-a mayor, que se hlamnava Doña imjnana de Cárdenas, desposó coma Dome Pcdro de aGuzman, que llamaron del Lunar, hermano del »Onque ; e como l)on Pedro del Lunar murió , le alornó mi casar coma Dout Pedro Puertocarrero, hijo asegunílo riel maestre Don Juan Pacheco, de quien »desciende hoy el marqués de Villanueva del Fresno, e la otra hija que le quedava casóla con Don Juan de Guzman, cine otros llaman Don Juan Ur— areco, hterntano bastariio del duque dc Meditaa ; e titado esto htazia para que come ch favor del Duque so »pudiesc señorear miel maestrazgo, la mayor parte del qual cozttina coma tierra dc Sevilla, la quai en ueste sazon tenía el duque dc Medina, porque es— 1)1-ave apouhcrado en ha cibdad de Sevilla con todas alas fuorças que hay cnt ella y en las villas y castillos mIlle Arazerta , Frexenal , At'oclie , I.ebrixa , Alatais aCons[antina, Alcantarille, e otros pueblos e forta— atezas, e pidió Livor e ayuda al dttque cte Medina »rogatidole que le fuese valedor e ayudador paraiaVei~ el maestrazgo, e que le l)romnetia e juraba que aguando él ita le pudiese ayer para si y lo hubiese tIche ser algun grande mio Castilla, cine al duque Lid »Medina e no ti otro dtrct su voto para Maestre, y »entreganía los pueblos que temaia miel maestrazgo. ah Duque coma este trato pemtsó de ayer el mees— 1)1ra/go dc Santiago, porque pcmtsó que nunca Don »Alanso de Cárdenas tuviera potencie para llegar ti t~s@r Maestre, tcuticudo Lima gr-am-ichos chas competido— areS coimeo tenía , al cante dc Paredes é el marqués

lo Vitlena ; e í~uc coimeo Pon Alonso de Cárdenas uno lo ¡udiesc ser, que así cori su voto dél , como con las fortalezas miel ttaacstrazgo, ritme le prometió udc-entregar, que eran Xerez de Badajoz, Lloren-a, viteyna , Mo:ttcmohima e hornachos , Meclimta ile las aiorres e otras , teuílria él grata parte en el incas— atrazgo tiara ser Maestre ; pero como mut'ió cl rey »i)oma llemtrriquc y corneiaçaron ti reinar los roes ))JiOn Fcritamado e OoTia Isabel, los qn-ales por 1011cm coiatentos al duque de Medina le embiarou la çé—adule que ya dixc , en que le htaziaa merçcÉl del amaes[t~azgo de Sauttiago, tuvo coma ella varios pete— iisantientos, si sc yntitnleria maestre de Santiago upar virtud de aquella cédula, ó no. Finalmente, le aparesçió que no era bien tornar titulo de Maestre libaste tener el maestrazgo , por no quedar falto naviéndo~e llamado Maestre si no llegase ti serlo, é altar-a temeer alguna entrada que peremciese justa upare ayer el maestrazgo, confederóse con L)omi Lo— »renço Suarez cte Figueroa, conde de Feria, su aprimo segundo, que tanvicnu deseava ser Maestre.

-aE casó Doña isabel dc Figueroa, hija del conde aJe Feria, con Don Alvaro de Guzman, hermano tuba stardo del duque de Medi-uta, el qn-al Don Alvmt— uuro era btijo del Duque Dama Juama de Guzmnan a de aPañe Catalina cte Galvez, utaa doncella ube Sevilla. aE ttivieron manera el duque de Mediita e eh canuto de Feria que juntaran ciertos comendadores é Di— »zieron alzar por naaestre cte Samttiago ti Don Diego »Alvarado, comettdador de Lohton, para que. des— »pues qneh Duque y el Conde comt su ayuda e favor uuuviesen gartado e retenido los ptteblos dcl ¡naos— atrazga, quel Pon Diego dc Alvarado rcnunçiase el amac~trazgo cte cl duque de Medina, y el uhtmqute de Medina diese ab conde de Feria ciertos pueblos del maestrazgo. E con este sonido e color dc decir el I)uque que quería ~favoresçer e exudar ti su crí-aulo aDon Diego de Alvar-aulo, para que fuese Maestre, apeusó de acer el ttuaestracoo , e si no lo pudiese »avcr no queclmtba rau tanta falta c1mianta si scm Iba— amtautra Maestre. Para lo qtial juntó dos mil tIc ca— avallo, gcttte mutny lucida, para yr ti hivoresccr a su acríado el maestre l)on l)iego tic Alvarmtdo, mi sabioturon de Sevilla con eh I)uíquo mtauchtos señores e ca— «valieras, entre los cuales yva I)oma Martin do Cóu~— adobe , lii jo dcl comide de Cabra, yente del comido le Arcos, e Mailin Alonso de Motitemnayor, tticto del canuto Dama Pedro Ponce y cl mariscal Fornan— alarias de Saavedra e otros maiuchios. E fué ti Are— uu~ena eche ahí ti l'rcxomtal , donde salió el conde de «Forte á recebir al Duquc, e de allí los dos depam~— a tienen con sus geuates sobre Xemez, cerca de Be— »d;ijoz; e como sabiama la vemaida tlch Duque e dcl aConche, aviansc basteçido e artillado de tal manera ucine se defendieron, e estos señeros fuéronse por »hIurguilhos ti Çafra. E de allí entraron poderosa— amente en el mnacstm~azgo parias Santos, e dentie ti »Ribcra ; estuvieron sobre Ribera algunos días ttltasta que se he cmatrcguí el alcayde, e domado viudo— aran ti Fuemate dc Cantos, dundo allí y ema otros puetibIos del maestrazgo se detuvieron algunos di-as xutrayéndoios ti su opimtion; e btecbo esto partióse el a conde de Feria ti combatir las Torres de Medina, y sol Duque con su gente fué ti dar vista al Lloren-al (1),

El autor escribe al Herena, y en otro lugar el Herena; deberá entendersc Llercna, villa de Extremadura. echando el Maestre estaba , e pasó por cerca che la vida iusu gente muy biema reglada e.ecaudihlada, tuero no ttllevava la mitad de la gente que avía traido, por— aqtee muchos sc avían despedido y ti otros los avían adespedido viemido quena eran nienester, porque no aballavan coma quien peleasen, e por los grandes agestas cine se ofreçian, especialtnente por algunos adaños que hacían en los pueblos del maestrazgo ade lo qn-al al Duque le pesava mnncbio. E detcrmi«nava el Duque de llevar su camino para Sevilla upar yr ti çicrtos negocios de ímportançia que se le mi-avicie ofreçido.

aDon Alonso de Cárdenas, qUe se hl-am-av-a mees— mitre de Santiago, asornu5se emetre las almenas ti nei— arar las batallas dcl Duque como pasavau, e tuvo aDíen correctas has puertas de la villa, e por todo ti-aquel di-a tao dexó ti ninguuia salir ni etatrar en la mtvihla; este di-a era naúrtes do Cartiestoblcndas club saña de 1-i7~i. Y el Duque e su Inteste se fueron ml-aquella noche ti aposentar ti Gnaulalcanal cott tanta mnigunidad conca si estuvierate ca sus casas, siendo upar cl comilranio quia los de Guadalcanal cran ami— «gas del maestro Bou Alonso de Cárdenas , cl rin-al »salió aquella micelio de Lleretia con li-asta treseieia— titos e çinquenta cte cavmtllo e quinieuitos leerles o al aquutrto dcl alba, miércoles <le la Çeniza , vimtieron ti uGuadalcanab y emebiaroma del-amate diez orthrcs, qt cm aantrando nuco ti uno cada uno pon su calle , ftmeseut aecbtandu los cerrojos ti las puertas ; e estavan mmvi— usaulos los de Guadalcanal de tomar las armas e los nfrenos de los eavalhos cada uno ab hmuesped cinc tu— avieso en su casa , e come estos ardides tic guerra dio— aran de súpito sobre Guadalcanal, tocando las tren-

«petas, e tañiciado atauabores, e diciendo Cárdenas »Cáru]eiuas! A cuyas voces, alborotados, se levan— titaru)n todos, e los vecinos niatmtvan ó prandiaia ti la utgcntc del b)uquc que tenían cii sus cesas , ó cielo— »maianlcs que no sdhiesen. El Duque , como tenía tgnarda en su casa y he velaban, como oyó el ruido, tuse levantó armó e cavalgó ti cavalbo, e salió al acmmnpo. Yvutn con él Martin Suarez e Don Martin de mÇafra e Mentira Alonso ile Montemayor, e otros ca— abalberos, <laude recogieron la gente que salía del mul)nquo; e desque fué de día tnandui eh Duque á Domm »Martimt de Cardaba e ti Martin Alotase de Monte— am-ayer, que con doziemttas e cinquenta lanças que uutvian recogido, tornasen ti pelear coma el Maestre, tic en la pelea fueron ¡tenidos estos dos señores de tCordova, y el Maestre con su gente se entró en el pueblo, e se hizo fuerte en él, domado uva algunas acosas de despojo, que no se pudierotm sacar. E no aquiso salir del pueblo ti pelear cott la gente del aDnque; unos dicen que porque timvo tornar que la ugettte del Duque, queso avía recogido, no le quitaasen la buen-a suerte qtme avia ganado; e otros que upar coutenplacion del Duque, que avía sido su se— uñen, que esteva en ele-aupo, no solamertte no (luisa »sahir ti él, unas áun todas las cosas que It-allá en el apueblo que eran del Duque ,has guardó e se las no mt vió.

El Duque se vino ti Al-anis, e de-allí prosiguió el »camnino que traía pena Sevilla, e no tonad ti clan usobre el Maestre, porque aqueLa mañ-ana con la m4urbaçiom se be ¡cuyá mucha gente á diversas par— tites, e quedava con poca gente. E porque donde ti apoco tienpo fableçió Don Rodrigo Manrnique, canuto edo Paredes, en la villa de Ocaña, que se hlmtmavít tu maestre de Samttiago, no tuvo Don Alonso de Cár— edenes contraditon ah maestrazgo, tirIos lo uva ~uatçílí reticente, con cortsetttimiento del Rey e la llci— ana, coma que fuese obligado ti pagar en cada ume año atuos quen tos <le maravedís de las rentas del uataes— ntrazgo, para ayuda ti los gastos de los cmtstilbos »fromtteros de ¡nonos , como adelante se dirá eta su »lugar.

33.—Memorial dc la casa de Becerra, por D. Joseph Pellicer y Tovar.(~MS.?)

D.Diego Becerra, comendador de Santiago y alferez mayor del maestre D. Alonso de Cárdenas, fué el primera que aseutó en Badajoz por haber casado con un-a doncella principal mine vivía en la calle de 5. Nuflo (despues de 5. Onofre, hoy del Pozo).

34.—Vida dc S. Atón, natural de Badajoz, y obispo de Pistoya, por Fr. Pancracio, monge de Villa-humbrosa.La cita el -autor anónimo con la Historia de Badajoz dcsde los tiempos más remotos, y tam bien D. Diego Suarez dc Figueroa en sic prólogo historial al Comento
de la vida de San Joseph. Ambos dicen que estaba en versos sálicos, y que su autor era florentino, por lo cual se imprimiria probablemnerate en el extranjero.

35.—Vida del venerable Francisco de Mos— coso, de la Compañía de Jesus, por el

P. Martin de Roa.La cita Gil Gonzalez,en el Teatro eclesiástico de la iglesia y ciudad de Badajoz. No creemos que esté impresa.

36.—Vida del bendito Padre Fr. Alonso de Alvarado del órden de San Agustin,natural de Badajoz, por el Ilmo. Sr. (ion Fr. Joseph Sicardo.

Cita este libro 1a Historio de Badajoz desde los tiempos más remotos. El P. Alonso Alvarado es temaRio por semita en la fanailia agustiniana, y Cora efecto, ti pnilacipios del siglo xviii se trató era Roma de su canonizacion.


37.—Vida de la Venerable Sor Juana dc la Madre de Dios, religiosa dei convento de la Purísima Concepcion de la villa de Cáceres, por U. Alonso Escallon, vecino de esta villa.

Esta Venerable fué natural de Badajoz, hija de D. Francisco Moscose y Monroy y Dª Catalina Becerra de Tovar. Murió de 57 años en su convemeto de Cáceres. No sabemos si se ha impreso su vida.

38.—Ejemplar menearía del V. P. Fr. Antonio de la Visitacion, religioso carmelita descalzo, en el siglo D. Nuño Antonio dc Godoy, Ponce dc León y Chaves, Sargento mayor del Rcgimiemtto de Caballería de Extremadura y Coronel del de Infantería dc Palencia. —Dedicada á la Soberana Emperatriz de la Gloria, bajo el titulo de las Nieves.(En Granada, por los herederos de Joseph de la Puenla.—Año dc 1758.)

Habiendo sido este santo varan natural de Badajoz, vástago de tan ilustres familias como Chaves y Godoyes, y habiendo en sus mocedades militado contra el Portugal, contiene su lmistania muchas y peregrinas noticias de la Extremadura baja, y particularmente de la capital. El mérito literario de la obra es, por otra pturte, escasísíma. Su autor, Fr. Juan de Santa Ana, se titula historiador gemaeral, ex-pro— vincitml de la de Andalucía alta, y dos veces difiní— dar general de la Sagrada Reforma ltechm por Santa Teresa en su antiquísima rehigion del Cármen.

Desde la pág. 93 ti la 107 contiene este libro una rehacían, que de su pu?io y letra dejó escrita eh V. Fr. Antonia, con el títmlo (le Manifiesto en que espresso algunos de Ints motivos porque há dios estoy en fija determinacion de dejar el mundo.

Cuando escnibia el anónimo de Badajoz, se agitaba mucho en Roma ha causa de beatificacion de este Venerable.

39.—Vida del Ilustrísimo Sr. D. Fr. Jerónimo Rodríguez de Valderas, obispo de Badajoz y Jaen, del érden de la Merced, por Fr. Agustín deArqués, de Ia misma órden.(MS.)

Consta que en 1768 concluyó esta obra aquel infatigable erudito, natural de Conccntaina ; peno, segun los diligentes autores de la Iliopra fía cole— siástica completa , que empezó á pubhicarse en Barcelona en 1848, se Ita buscado ínútilmemnte en el archivo de su comavento de Santa Lucia de Elche.

40.—Vida ejemplar dcl ilustrísimo y Reverendisimo Sr. D. Francisco Valero y Losa, obispo ántes de Badajoz, y despues Arzobispo de Toledo, Primado de España.— Escrita por el R. P. Fr. Antonio de los Reyes, Carmelita Descalzo y Procurador General en la curia Romana.

(En Pamplona: en ¡a imprenta de Benito Cosculluela, inapresor y mercader de libros.— Año de 1792.— Un tomo en 4º)

No es grande el interes de esta obra, porque el Sr. Valera desempeiió poco tiempo el obispado de Badajoz. Presentado para esta iglesia pon Felipe V, en 4706, yace por muerte de D. Juan Mann y Rodezno, tomó posesion en ella ti 12 de Junio de 1708, y fué ~ascendido a la primada de las Españas en 1714, hmahiendo comenzado su virtuosa carrera en el curato de Villanueva de la Jara, su patria, pueblo de la provincia de Cuenca.

Tienen, sin embargo, alguna importancia hiis— lárice los capítulos dedicados ti las reformas que introdujo en las costumbres de la ciudad y ti las mstituciomaes eclesiásticas que plartteó ó perfeccionó.

Para mejor resultado de tan cristiana empresa dió ti luz el Sr. Valera, en Badajoz, en 1709, un Breva compendio de lo que delte saber y creer todo cris— tiene, libro que no Iremos visto, pero del cual dice su ¡mistaría lo siguiente

<Quisa dar ti este catecismo nombre de Compendio , porque en 62 preguntas y otras tamul-as respuestas descifraha con cltmnidad y método los puntos más esenciales de la doctniraa cristiana y misterios de mmestna simIa rehigion. Su principal mira omm esta obra eran los pequeñuelos de su rebaño, esto es, las ignorantes, los rudos y los niñas, á quiemces, como próvida padre de familias, repartía en estos pode— Citas cl pam da la doctrina evangélica..... Las verdades pcrteneciemttes ti las costumbres son igualmnente interesamrtes que las que canciennema al dogma. So lamentaba mucho de que los párrocos y predicadores, que son los canales por donde se comunica al pueblo eh agua de la doctrina cristiana, no pusiesen igual alencion en enseñar la verdadera moral que en explicar la pureza del dogma. »(Pág. 90.)

Tambien es importante para la historia extremeña cl silencio que guardan estas capitulas sobre has representaciones de autos y mistelas sacramentales en las iglesias, que tanto y tan eficazmente amaate— matizó el Sr. Valoro, así en su curato de Villanueva de la Jara coma era su arzobispado de Toledo y en Madrid mismo; la que corrobora la sospechta, que nosotros abrigábamos, de que en las convotatos de Extremad tira se dió pocas veces entrada ti este género de distracciomr, que cori capa de honestidad envolvía peligros y desórdenes vanamente censurados desde el siglo xv par todas las autoridades eclesiásticas y seculares.


41.— Cuenta dada de su vida política por D. Manuel Godoy, Príncipe de la Paz, ósean Memorias críticas y apologéticas para la historia del reinado del Sr. D. Cárlos IV de Borbon.

(Madrid: imprenta de 1. Sandia, calle de la Concepcion, nurn~ 7, 1836, 1837 y 1838.— 5 tomos en 4º)

En obra muy distinta, años atras publicada,hemos dicho lacónicamente de este famoso personaje extremeño, por sto enconar heridas harto frescas, que su influencia en nuestra política y uruestra sociedad fué desastrosa, y que plegue ti Dios rae temaga imitadores en lo futura. Al juzgar altar-a dc este libro, ha obra ménos mala de sus manos, c~rnp1emaos repetir aquellas palabras , porque tampoco crean los lectores que olvidamos la muele de la nuestra. Si alcanza, sin embargo, esto juicio dirnermsianes excesivas, culpa será dc muy distinto deseo, no inoportuno en la omsian presente. Deberes altas nos un— pulsan. Era los tiempos de Godoy está la raíz de cierta mala opinuon en que ti los ¡mijos de Extremadura se tiene. Vanidoso ti ignorante, mr-ada la izo por noble manera, corno nada alcanzó en buena iey, y han sido precisas, amén del espíritu liberal da la época, dos generaciones, representadas por tau ilustres nombres como Muñoz Torrero, Calatrava, Donoso Cortés, Espramiceda, Bravo Murillo, Carolina Coronado, Lopez de Ayala, para que no sc vea en cada extremne?ro un aventurero de mala ralee, últi— rna degeneracion de los Corteses y Pizarras. ~l, por otra parte, ningun recuerdo consagró ti su triste país: ni un solo puente, ni un solo camina, mi una institucion benéhica lleva su nombre D~já caer la casa en que había nacida, y edificó un palacio léjos de ella. Vanitas varritaturn et omnnja vanitas. La historia de España le condena. ¿ Deberá absolverle la de su provincia?

Una de-clarecían importante y exclusivamente literaria, cúmnplenos hacer ahora. Algunos escritores han ¡megado Ir-asta la posibilidad de que Godoy escribiese las Alemanas que llevan su mrnntbre. Nosotros no participamos de esa opirhion. De nadie, sino suyas, pueden ser. La escuela de la desgm-acia enseña ti los más rudos. Ignorante por todo extremo cuando subió al poder, no puede tampoco negarse que el manejo de los mbogocios le ilustró algun tanta. No era el mismo hambre el que de noiI mu-anonas ofendía al respetable comide de Aranda, con desatentado menosprecio de sus canas y virtudes, y cl que trataba más tarde <he poner paz entre Cánlos IV ofendido y Fernando Vll rebelado. Sus escritos sufrieron esta misma transformacion. Su canta al obispo de Salamanca, que en otro lugar publicamos, la que escribió al Rey desde la frontera de Portugal, soma propias dc un

hombre que no sabe lo que dice. La tremenda real órdon al Consejo de Castilla, en 1804, que publica— naos tambien, vá derecha ti su objeto, bueno ómalo, gran-cualidad política <le todas tiempos; y que este documento salió de su pluma, no lo dudamos nosotros, y nos ofrece juntamente la seguridad de que son asimismo suyas estas Memorias, porque entre éstas y aquel hay analogías de pensamiento, estilo y frase , que eh lector apreciará.

Los críticos sin duda se han fundado, para negarle Ir-asta el dereclmo de paternidad, en cierta galanura y pulimento literario, que nadie en el príncipe de la Paz sospechaba. No lien advertido que las escribió en francos de primera mano, circunstancia que de golpe sc adivina, ~' este idioma, pasando por el tamiz de un emutendimnienito español, adquiere un tinte singular, para los hombres modernos agradable. La idea es española; la forma francesa. No que en absoluto idea y forma merezcan elogio; peno la virilidad de aquella cubre las imperfecciones de ésta, y vuce verse.

La habilidad, eh tacto, la digna mesure que en más de una ocasion demuestra, y maasatras ponderamos, tambien tienen su explicaciom. Verdad es que, corno decía Cervtirrtes, no se escribe con las canas, sino cari el entendimiento ; pero lambiera es verdad que las canas prestan al entendimiento una sombra serena y apacible. El duque de ha Alcudia, era resú— mora, dió en este libro todo lo que podia dar. Nadie, sino él, lo hubiera escrito como es, ni enteramente 1)001ro, fi erateramnente mala (li-ablando en tésis literaria), despues de cursar taurtas y tan fecundas escuelas: cl poder, lii expatriacion,la miseria.

Páttase, pues. <le estos principias, al apreciar las calificaciones literarias que en algunos puntos pueda la obra merecernos. Fijase nuestra atencion en la forma de liria manera relativa, porque la oca— siam presente no permite un~ás; que hasta sobre el fondo hornos de pasar can ligereza, por no salirnos de los naturales límites de nuestro Ir-almajo.

Acababa de morir Fernarado VII cuando vieron la luz estas Memorias. ¿Có uno pudo permanecer tanto tiet nipa silencioso aquel htom~arc sabre quien pesaban acusaciones tan tremendas? ¿ Fué respeto ti ha memoría de Cárlas IV? ¿, Fué tornará su hijo, que fonzosamnente había de salir rnaltratatio de su pluma? ¿Fueron, en fin, consideraciones de elevada índole, siempre respetables, los que sellaron sus labios; 6 móviles pequeños y ruines, que tan comunes son en la naturaleza humana? No podia ocultarse A Godoy que sus lectores se harían estas mismas preguntas. Con efecto, en el capítulo primero de la obra, que se titula Motivos de mi largo silencio, pretende hacer valer corno rezan la primera de las hipótesis que liemos expuesto; pero se revela de tal moda el estudio y cierta mañosidad, al parecer inocente, en todo este capítulo, que la más decidida benevolencia vacilania en darle crédito absoluto. Resalta allí un tenaz empeño en atnibuirse glorias inverosímiles:

allí llegó el príncipe de la Paz hasta sostener que había pensarlo en dar á su país instituciones libe— rales tirites que los hambres de 1812; y de quien tan raras cosas escribe, puede la sinceridad ponerse era duda. Véase el principio del capitulo, que hasta sus puntas tiene de melodramático:

« Cuando en Mayo de 1808 (dice), víctima lamen— atable de la faccion inicua que llamó ti Napoleon ti eentremeterse en los negocios de la España, mi enaciano rey y mi señor, con su augusta esposa y el tdmmfante D. Francisco, remaneció en la triste y so— chitaría morada de Fontainehlcau; el primer día de alaabitar como un extraño aquel palacio real <le sus achuelas, gravado dedolares cia alma y cuerpo, re-acostado en una cama de respeto , sus ojos lastime— ados, pero llenas de majestad, grave y compuesta ade las manos de la virtud aquel rostro limpio y ve»nerable,hibre ya de respirar ti su anclatmra sin tosdigas importumaos, solo con aquellos tristes restos mide su aunar que partían su infortunio, corno pa— aseAre sus ojos sobre ellos y notase las lágrimas que ada vano procurtibanaos reprimir y volver adentro, »rompió el silencio, que nuestro dolar guardaba , y unos habló estas palabras :—a El llanto sería buena así esta rara trasmutacion de nuestra estada hubiera asido merecida por nosotros; las domas cosas no mecrecen ser lloradas. Las grandezas dcl trono, corno mmtodos los domas bienes de la tierra, eran bienes »emprestados, que tilo rutinas la muerte, más prof. ato 6 más tarde, tenía de arrebatarnos. ¿Qué más atiene un día tintes?... No penseis más en lo pasa— mido, sino pensad que don vivimos despues de tal »naufragio, y hemos quedado juntas los presentes »para comenzar una vida ménos angustiosa dele que cha sido la pasada... Los que faltan aqUí.., no es »tarnpoco culpa nuestra... contentémonos con rogar »á Dios por ellos y pedirle que les dé lágrimas has— dantes para borrar sus yerros, solo modio que les aqueda en su desgracia para alcanzar siquiera un

»rayo de esta paz que ti nosotros nos sobra y nos da »nuestra conciencia... Y hm, Manuel; tú, mi amigo nleal, de quien tengo tantas pruebas para poder esoperar que la serás hasta el fin , yo tenía que decirte... tú me oirás, coma tú sueles, ccii paciencia... maMis dolores nerviosos me lien despabilado esta noche : lae revuelto mis ideas, y sabre todo, he peri— misado en la resolucion que me li-as mostrado en el »camaaina de escribir nuestra defensa. Tu pensa— amiento es noble y justísimna; mas pernaitemne que mate diga que tu pensamiento es imposible. ¿Por aventura mao nos hallarnos bajo el poder del destruc~mtor de nuestra casa? Mi laenmnano de Nápoles, CAn— alas Manuel de Cerdeña, en igual desgracia A la atauestra, cmacontraroma un lugar dc refugio en sus aislas, y pudieron escribir y hacer protestas... Para anosotras... nuestro asilo es la tierra enemiga... enuestro contrario es nuestro huésped. ¿Nos deja— arAs tú para buscar otro país, domado te sea posible »escnibir libremente? Y suponiendo que así sea, y oque puedas arrostrar en tu refugio ti ese ¡tambre »ifljuStO que ha sabido aprovecham'se del error de un xhiijo extraviado, ¿ cómo podrás defenderte y de— ofendernos <n agravar la suterte de éste, sin exponerle duramente? Ve tú, pues, que te ItalIanAs reducido , y por temor del uno y por piedad del otro, he callar muchas cosas y ti debilitan nuestra defensa. uQué más querrían unís enemigos!... No, Manuel; »cn tanto tiempo ucino va ya que te tenga á mi lado, aningnna cosa bac hecho que yo no ii-aya querido... »Mi voluntad es el silencio por almene, y un silencio atan alasoluto, que ti la ménos pueda ser compren— a<did~ por los que observen y piensen rectamente. »Auuaque tú seas quien dés el nombre ti lii defensa, vto causa es la mía, y mi causa es la tuya; si tú uhablas, es lo misma que si yo ¡rabIase ; sitú te de— «horades, yo soy ti ululen de[iendes. ¿Dónde estará <'el decoro en descubrir las faltas de mis hijos, 6 en <aparecer nosotros los culpados, sil-as callas? Los «hambres desleales que lograron seducirlas, dueños cecino se ¡rallarán los más de ellos de calumniar y de amentin ti haca llena en lugar seguro, nos respon— ederian con ventaja y nos amargarían con nuevas »imposturas. ¿Y la-abría yo de humillarme ti respon»der y ti replicarles, y esto sin poderla hacer dig— ,mnamente , con cien candadas en la boca?... Escribe con liar-a buena, pero escribe para nosotros solamente; escribe as! con lilmertad la verdad lisa y )<plira,. y pasarémnos en revista nuestras obras y nuestros afanados esfuerzos para salvar la España nado los males que han venido sobre ella; escribe apare ayudar á consolarnos, para lijar nuestros re— acuerdos, y para repasar tantas penas que no han asido agradecimlas... Tal vez llegue un di-a en que apueda ser oportuno y cortçenionte publicar lo que »escrihas lo digo desde aIrare) por mi Imanar y par ccl tuyo solo; porque en lo domas, sea cual fuere n,el porvenir que se oculta ti nuestros ojos, mi va— »]untmmd finito y decidida, y por senrtirme t~mn firme raen ella la crea venir del cielo, es mio volver ya enunca ti aceptar mi coronta deslustrada. Si lle'~a un »dia en que el buen seso de los españoles, calmad-as alas pasiones, nos hiciere justicia, este juicio, que ayo espero, deberá bastarnos; mas sil-a calumnie, "como podrá suceder, A fuerza de ser repetida, pro— avahiere contra nosotros, tu escrito servirá cuando asee tienrpa tod-avia de reclamar era contra dc ella... aSí morirnos esperando este tiempo, tui escrita ge— criará; que la voz de los muertos tiene mis sonido ay mutis respeto... Despues de esto, ¿ piensas tú que Dlii Providencia divina se olvidam~á de un padre opriamida y deskonrado? No... pero, Dios mio! aparatad de mi esta idea espantosa... ya los perdono ti cesas dos lii jos, los perdono de carazomt... los poca— nados deles reyes y de los príncipes, son los pueblos »quienn los pagana... pendónalos, Dios mio, y que mii cellos ni Espumña sufran el castigo de las ofensas que ame Iran hecho... ¡ Qué roe importa ti mi, ni reinar, cuí li-aher reinado, ni esta vida , que se acaba

»Vuestra dicha si yo pudiera ¿Cuándo tuve ayo otro pensamiento? Par vosotros...» El aLlí— »gido anciano, al cIernan de este modo, perdió eh acolar, y agitado y trémulo, comenzó otras pa1a— abras, que se ahogaran ema su pecho. Lágrimas y cgemidos y sollozos terminaron aquella escena do— cIenosa . mm

Respetable es para nosotras, y creemos que para todo el mumado, la ligur-a de CArlos IV, nao por sus prendas dc rey, que tenía bien pocas, sino por las de hombre extremadamente infeliz en-u cl palacio y en el trento, digno de toda contmiseracion y lástima, sin amaaigos, sin fimnuihia, siemnpre engañado, y crédulo siempre ; pero se le presenta de un modo tal en ese cuadro melodramA tice, escrito á posteriori sin duda alguna, que en voz de compasianr, iraspira ménos alta sentimiento. Por respeto siquiera ti su memoria debió D. Manuel Godoy no ponen en su boca palabras sernejlntes, poco despues de los suee.

sos de Bayona, que desgarraran el velo de tinieblas que cubría la merite del infeliz anciano.

Más adel<tnte, y desprncs che referir los primeros pasos de la revoluciomt española, para hacer la jactan— ciesa cleclaracion de que atras hemos hablado, á prepósito dc las imstituciones liberales, declaracion por cierta en que se pone ti par del trono, exclamando:

sus intenciones (de CArlos LV) y las snias; despues de este curiosa pasaje, aspira ti colocar más de relieve aún su personalidad en llueva justificacion de su silencio, y lo que consigue, como aquel que no está avezado ti dirigir su inteligencia por los carninas de ha reflexion, es metense en un laberinto, datado cntmpieza probando que tambíen el temor le cerró la boca.

«Volviendo á aquel tiempo (dice), yo, el primer «blanco y pninrter cebo de los fundadores de aquel mbando torticero, de quien datan todos los niales de ala España, ¿ ni-me debi prometer que estarLe á cu— »bimarto dc ellos en la capital del mundo cristiano ti »mtl lado de nmis reyes? Cuanta mi lealtad se mas— aIraba unAs al claro, tanta iritis se irritaban los que asiempre desearon ver en mi un delincuente. Los aconsejas de pumz, de clemencia y de sana po!itica aque Cárlos IV dirigió ti su ¡mijo, con la sola ratina cdc conrservan'le el amor y el entusiasmo de sus pueablos, los convirtieron en ponzoña; las ubes gene— orales que cotitcnaian sus cartas, las miraban como aintrigas y asechanzas que yo armaba en contra de «ellos, y lo qnc es mamás, las graduar'ort de afeo— »sivas al poder soberano y absoluta de su ¡rijo.

Cómo poder sufrir que recibiera éste cari agrado «los consejos de aquel rey (delito imperdonable) oque ellos raiismos destromtarona ! Destruir la influenteCia que podi'ia tener la uuutoridad dc -aquel buen «padre, afligirle , immtirn id-arle, ltenirle en sus an— mitigues afecciones , rodearle de espías, apartarme cdc su lado y deshonrarme á la vista de la Europa, «tales fueron sus proyectos; y Iré aquí un incidente adonde ¡tallaron la acasion de alarmar al rey Fon— ananado y cumplir de ¡nana arrumada sus dcsi"níos.

aEI rey do Francia Luis XVIII escribió ti Cárlos IV, con coma[ianza y por commdtncto reservado, ncfmniéndo— <ale, lo pniiatoro, cl objeto del congreso de has prirv »cipales potencias que iba ti celebrar'se para aseguraran la paz de los pueblos sobre bases estables; lo asegundo , el temor que empezaba ti concebirse de oque la multitud de descontentos producida en Es— opima por la reaccion violenta del poder real, ocasionAra nuevas turbaciamres trascendentales ti ha cFrancia. Añadía sobre esto, que en Francia y Aleamaría circulaban especies que ponían en cuestion ala legitimidad del rey Forma-ando VII, fundada sólo sen la abdicacion dc Aranjuez; que oslo acta, pro— atestado coma despues ltabia sido, daba campo ti »cuestioraes peligrosas, y (100 1<odnia convenir ti la apee de España y <le la Europa renovarlo y apartar oconutinagencias y pretextos do discordias, oria vez oque su aIrare grande y heroica no iratenmtaba recIa— mamar sus <lerecbos, ni apetecia su vuelta al trono. oLa respuesta de Cárlos IV, que extendí yo misma, »fué grave, digna y generosa, declarando ti su real »prirmmo que, dejada en eterno olvido la renuncie de »Aranjuez, indignado nonnbrarse, estaba pronto ti ,darmahizar un nueva acto de abdicacion corrcsponadiente ti su dignidad y conlbrmo á has reglas y acondiciones que regían en tales casos; que el amor ode su hijo tmor una parto, su deseo, pon la otra , de ala paz dc sus reinos y de la Europa, y su propósito »inmudable de vivir tranquilo y retirado, le dicte— nabar aquella nesohtncion en su pleita y entera hiber— atad ; y que bajo tal conacepto, deseaba que el »congreso de Viern-a se entendiera con su ¡rijo sin »escrúpulo, y pudiera reconocerle como verdadero ay legítima rey de España, salvo sólo conservar aCtinIos IV ígumal título de honrar y las prerogativas, arenas y derechos que eran propios de su estamlo; asiendo su deseo que uiquiel acto fuese garantido en «toda su extensian por las grandes potencias asis— atentos al camagreso.

umCáulos IV era por carácter impaciente áun de ha rmnaenor tardanza para llevar ti efecto sus resolucio— «raes en los negocios arduas : el tornan de alborotas ay trastornos, que doran iré su ánimo en todo tiempo, ni-aguijé su impaciencia, y ansiando realizar aquel cacto, y que ningun evento desgraciado pudiese ser »atnibuido A ornision suya, resolvió escribir, y es— »cribié de igual modo, comunicando su imatcncion á«SS. MM. el emperador de Alemania, el de Rusia, »el rey de Prusia y el pnincipe regente <lo ingle— aterre. De aquí, era Madrid, grande alarma y gran »despechmo de los consejeros de palacio : dar por anula, aunque fuese indirectamente, la abdicacion cdc Aranjuez, era coundenar en postrera instancia mala gran obra de la traicion y la violencia ; grande »ernpeño de ocultar aquel suceso; gran tornar afec— atalo de que en Roma se impusiesen condiciones aexLnemadas; gran recelo aparentado de que cl texto

odel nuevo acto contuviese declaraciones denigran— natos; grandes sospechas, excitadas de que la oficiosa '<actividad que había mostrado Cárlos IV encerrase »otros designios: so calumnian sus inatenciones, se ame atribuyen inspiraciones insidiosas y manejos asiniestros, se destacan titadas partes emisarios, y ose pide y so olmtiene, casiA viva fuerza, del Pon— chuce romana que nne sopare de mis reyes, y que «salga yo confinado ti la ciudad más distante de su actinIo. De esto hablo porque ¡no concierne; de otros ahechos y otras medidas de furor que se intentaron, acallaré eternamente.

aMi resohucioma fué salir de los Estados Pontificias, »trasladarme ti país libre , escribir y presentar á todo ,ael miniado la historia de mi vida, pregonar mis xmenemnigas, únicos enemigos de la España, de la «España, que la tonan bajo su azoto; referir sin re— «bozo hechos y verdades que les pondrían la marca nido una eterna infamia, y volver por mi honor, tanto «tiempo depnimnido y ultrajada, solo bien rjue nne «quedaba. Pero no estaba todavía en mis destinos ola facultad de qtucjarmo y defenderme; todo podía u<romnperlo unénos los viejos grillos de la lealtad que orne eclné por mis reves. Noche memorable! ¡Noche anrnposible dc que yo la cuente ni que yo la olvido con ningun tienhpo dma mi vida, cuando ti puerta <.mcerramla, salo el Papa con los Reyes y conmigo, »desalmogó su corazon , naos descubrió la ira y el des»pechmo de br córte español-a, los pasos que hm-ahí-a «dado, y el compromiso en que se ¡tallaba de ram— opon coma ella, ó ejecutar sus voluntades, ti lo ménos, adijo, mitigadas.— mmSom .s nosotras prisioneros ?» «preguntó CArlos 1V—e PrIsioneros de la paz, pni

- »sianeras de Jesucristo», res <radié Pío Vil; cnn cuyo »nornbre lmago ¡tris ruegos á VV. MM., ti los lmijos «pon exceienueía de la Iglesia r'ómana, y al ministro oque en los diums de sim ~modcr dió te ¡itas l)rtuebas de «su devocion ti la silla apostólica. De los males de' munmuornenito qunc amenazan, este postrimero sacrificio mies el menor de t<udos , y será suficiente para apa~ migar las ir-as y evitar morImos escándalos. Ya soy ccl mediador, yo respondo á VV. MM. de calmar cesta tormenta.»

«Basta de esto por altar-a: la resignaciont puso el «cuello á la cadena. El mandato de sufrir por su n<causa y de gui-ardan un silencio nigaroso me fué »nrnpucsla por CArlos IV: excusado es contar cuán— atas y cuáles ftmcr'on sums protestas y promesas ~de »vimidicar mi homaor y reparar ¡ni estado. Yo partí A »Pezzaro, donde las órdenes del Papa provinieron acu:unto era dable para suavizar mi amargura.»

Aquí la lmabihidad es mayor. Se presenta ti los fautores de la reaccion realista cama enemigos del autor y únicos onemi~os de la España, y se Ir-aren remachar los candados de su boca pon una figura tan venerable como el mismo Pontífice. ¡Gran cuadr<n, que prueba qmre la fantasía meridional del escritor se asimilaba fácilmente el espirito artística y dramática del genio francos!

Con idéntica irabihidad literaria establece bAgo virtualmente un parangon entre eh sacrificio de Ctirlos IV ahadicando la corona, y el que, siguiendo embozado en su silencio, él se imponia. Es digna de estLadia esta parte de capítulo tan curioso.

«El postrer acto de firmeza de aquel rey pacífico »fué la citada abdicarían, que ¡tizo en ~orna, cli •0 de sOctubre de 1814. Su conducta, mAs hiera que de aun rey, finé despnes de <mr vasallo de su hijo en «toda la extcntsion de esta palabra: tan grande finé «su probidad y la fc sagrada con que unir-ab-aso pa— alebre una vez dada. Conservé en verdad la dignri— «dad de un padre cori un hijo emancipado; pera su mulenguaje fué sicnapre el ruego hasta su muerte.

naNa couataré en este lugar, par no ser ahora de <ami propósito, las nuevas penas y trabajos que so— uabrevinieron casi por el mismo tiempo en que el «convenio de los dos reyes fué ajustado, co-amado «aparecido de nuevo Napoleon é iniadidos por Muaarat las Estados Pontihicios, los royos padres por un alado, yo por otro, despues juntos, peregrinos, sima «medios, sin auxilios, viviendo de prestado, rodearlos por la Italia sin asienta fijo en parte alguna. <Pasado aquel tunbion de pocos meses, vueltas ti seopararnaos, torné á Pezzaro Ir-asta que el Papa y «CArlos 1V obtuvieran de España la permísion de oque volviese ti Roma con mis reyes. Esto lo digo atado para mostrar la sumision y dependencia en «que vivió despues Cánlos IV. Va lado yo de por vida «ti su servicio, y aguardando siempre la repararían »prometida de ini htonor y de iris pérdidas, por la acual rogó y trabajó aquel huema rey liaste sus insolentes postrimeras, me sometí A sus voluntades. «No tan sólo resistió CArlos IV que escribiese la bis— otaria de su vida, y can -aquella historia mi defensa, ssmo que me rogó constaiateflieflte, como la postrer «prueba que dania yac1 mundo de lealtad canso— <amada, que ni tampoco diera á luz mi defensa en »vida de su hnijo.—eTú no puedes, me decía, dcfendcrte sin tocarle y sin afligirle, de cualquier <amado que lo hicieres. Dcspuos de esto, añadía, si «por caso cuando hubieses escrito estallase un mo— navimiento, de que está siempre amenazado por su «errada política, dimía la historia que tú diste ar— aunas para atacarlo, y erinas Ir-abrías dado, pires las )>tiOIiOS : él nos liará justicia, él romperá algun día ola opresian y el error en que le tienen mis ene— iamigos y los tuyos. Yo clamará por ti sin cesar, y mamando toda fuese en venia, á lo mAnos dirá el »rnnindo que leal al padre, annigo luyo, la fuiste de oId rindo, que extendiste tu lealtad liaste eh hijo, «que hm-ahí-a sido tu enacmiga. «—Sobrado he dicho ya ini mis lectores para explicar la razon de mi silencio «en veinte y cinco años de persecucion, de amar-«gura y de olvkho de mi nnismo. Murió el padre, »munió el hijo, y uno y otra pertenecen ti ha ¡aislo— aria: tiempo es ya de que yo hable, y debo ¡tablar por «manera que ese larga tributo de lealtad y de obe— <,diemrcia , sin igualen ha historia, que pagué ti mis «reyes, no me sea coia lado por irritaría. En verdad «esperé yo en el largo transcurso de los años, que <dro dejado pasar sin despegar mus labios, que un «silencio tau profundo, tan prolongado y tan he— uaroico hablaría oua nai favor tal vez más que una odefensa. En materias do estado , tan sujetas de «suya coma lo están ah pro y al contra, los gr-andes «delincuentes no acostunabran tardarse en producir »su arpubogía, tantto unAs pronta y oficiosa, cuanto ase sienten más culpables. Así lo hicieron un Ce— »bumhlos, un Escoiquiz, un Montijo, una Caballero, y »otros bravos campeones de la conjura de Aranjnaoz, uúnicos autores y primer fundamento de los males n<incontables que mi amada patria desde entónces <aliaste aliare laa sosteniula sin descanso. Estos botar— <abres ImaNaron cuamado yo callaba: ¿ qué no debió uaayumlar ti mi silencio y ti mi buena causa aquella «tropelía (sic) de defensas con que pretendieron la— avance y avivaron sus manchas, dismintiéndose ellos «mismos, inpulándosc sus errores los unos á los uaotros, y descubriendo sus traiciones? ¿ Quién cleidos sus escritos con sano juicio y cori paciencia, ano debió encontrar en ellos mismos la mejor apa— «logia de ini conrducta? Mi esperanza, no obstante, <ase encontré frustrada: el terror sellé los labios en «España A los que fueron mis amigos: de los demaç "no ¡atibo u-arije qtne, Aun aparecida la verdad, se ala~tinnase del ausente. Conocidos mis en:emigos, y »abotnimrados por los que atoaban sinceramente la »afligida patria, pero dueños del poder aquellos so— «los, oprimnieroma la opinan, canno oprimierOti las ademas libertades, y lograron mantener en contra »miaá marro real sus calumutias y sus odios. ¿Qué apodía yo aguardar, mii Aun escnihicuada en aquel »tiempo, pera mudar los ánimos? Mi defensa no Ira— »bria corrido, mis clamores no habrían pasada la «frontera.

La exagenacion de las ideas deslustre la belleza retórica de estos elocuentes párrafos. Antes de 1836, en que remitió ile Paris estas Memorias, ltabian muerto sus más terribles enemigos; hubo momentos en los últimos de la vida de Fernando VII que dejaron de estar las libertades oprimidas. ¿Por qué, en vez ile esta rezan, no adujo Godoy la del respeto al hijo de CArlos IV? No hubiera sido más noble? No hubiera sido más verosímil?

El rasgo final, que explica, entre reflexiones muy sensatas y oportunas, el deber que como hombre público y como padre de familia tenía de vindicarse ante la historia y sus lnijos, está tan magistralmeii— te trazado, que no hay manera de duden en este punto de su siraceridad. Aunque todo el libro tienda á cubrir de hojarasca, si no de flores,faltas univcr— salmente reconocidas, nao es posible rmegar que aqum D. Manuel Godoy pensaba y sentía cama hombre grande.

«Yo sé bien (dice) que estos escritos no sana la aaltistonid auténtica que aceptarán los venideros opero ¿qué dirá <le mil-a historia para enténccs, sima «haber yo hablado, y sin huellan más voz par-a ms— natruir~e que la voz de mis duros adversarios, acre— aditada por los autores dc centones y rapsodias? »~Volverán por mí los españoles, mis anaados mann— «patriotas, los que me observaron de cerca, los que «vivieron en mi tiempo y lien vivido en los poste— «rieres, y ¡tan podido comparar las dos épocas? Yo ~lo espero; mas ya sout pocos los que podrán ha— nacermmre esta justicia. Serán anis bien sus hijos? niMes ellos no ¡man nido sino mentiras y calumnias:a la historia del reinado de CArlos IV está ignorada de napresente ; las desgracias de aquellos tiempos dcl atrastorfla europeo, y las que produjeron los con— <aIrarías do-aquel buena rey, se le itnputan A su go— mabierno. Por su liaron y por el nilo, y por la gloria »tambien de un gran número de varones esclaren— «dos que ilustraran aquel reinada, justo es, debido «y necesario, apartar ese paño <le ignorancia can que ~la Ira icion y el odmo lo cubrieron; justo, debido y »necesanio es diseñar su historia, y que el verdadero «cuadro de aquel tiempo aparezca A los ojos de los «padres y dc has hijos; que en presena~ia de su ver— »dad,án tos que el tiempo los lleve, dén aquellos »testiunonin, y éstos vean y admiren lo que puede «y lo que alcamnza contra la evidencia mismara de la «verdad y la justicia la tiranía de las faccionae~. Tonad-avía, en inedia de esta, contaré la verdamd cvi— matando morir ti muchos; por amor ti mis reyes y ini madevocion A sus hijos, cali-aré muchas cosas lamen— <atables: yo no faltarA ni al ejemplo muí á los deseos nade los augustos emigrados que murieron en cl des-<atierro y perdonaron smns ofensas. ¡ Almas grandes ay genaerosas! ¡ qué no ansiaran y qué no hicieron «por evitar que llegase el extremo de tener que es— »cribinse estas Menaaorias! Aun hoy es, y cumplidos <atados los plazos que sus preceptos me impusieron, <ano estoy lAjas de dudar si he aguardado lo <estante.

oPero soy viejo, burgo ¡rijos y una larga cadena mide ilustres ascendientes. A los urnas y ti los otros «soy deudor de la rica herencia de licuar que éstos mame dejaron, y que aquellos me reclaman. La calumniaria muere cari el hombre oscura; pero vive y «subsiste era pié derecho sobre el túmulo del ¡ram— <abre pública, si la dejaua en paz y le dan tiempo áairlue prescniba. Y esta deuda no es tan sólo ti los aloíos ti quien la debo, que á mi patria le soy 1am— mahiera deudor do mi defensa. Ya mac lmria maligno nado ella, si de hoy eta más, desatado de los deberes «que la lealtad me impuso, pareciera coratemporr— maZar de buen ámaimo cori cl fallo de la calumof a; que mame cerró sus puertas sin ser juzgado, sin haber yo ,<obtenimla en tarrto tiempo ser puesto en juicio le— o gahmn ente, mii Aun pon unís propios encnrtigos. Yo «hablaré, y mi patria inc imitará digno de campe— <asían en rius tu abajas, de-alabanza en mocitas cosas, <ay del titumio de imijo suyo hiel en todas mis acciones, »porquc en los largos aiios de muí vida pública mro <atuve rauítica un pensamiento que no fuese en su mapnovcdto. De esta vida le daré cuenta entera por aescrtto: lo que vieron , lo que entendieron las que «vivían enutónaccs, lo que pocos ignoraron , cuando <afiné notorio y cuando estriba en hechos públicas A ,ahistóricos, nada acuito, necia adulterado ni sacado mide quicio, compondrá estas Memorias. 'Encomatráua<dohrs verdaderas , ¿quién nao negará un lugar en— <aire los bijas de la patria que la amaron, que ha iasirvieron, y por ella enduraron persecuciones y «arrostraron la afrente? Muchaas glonias suyas, arrumbadas y oséurecidas de propósito por la teno-«brasa faccion que la ha-a opninnido tanto tiempo, vsacaré de olvido: ti muchos tongo que alaban, ámnn «de ¡05 mismos que me fueron desafectas: me que— «jarA de pocos, y en estas mismas quejas usaré sólo «del derecho de fluí justa defensa, de la defensa dc amis reyes y, lo diré tambien, de la defensa de mi «patria, que está unida ti la de aquehios:en cuanto maá alabanazas mi-as, yo les ruego ti mis lectores, pro-<apios y extraños , no las tengan por inmodestia, «pues escribo mí apología. El ¡nombre perseguido, si maSe encuentra inacemnte,tieti<3 derecha de al-abarse y «debe haacomlo: si no lo hiciere asi, no podría de— afenclerse ni alcanzaría A justifmcarse.»

Este capítulo y el segundo, donde trata de su rae— cimiento y sus primeros años, son, sin embargo, los más aceptables par-aol historiador, ~aorque se puede asegurar que cl libro de D. Manuel Godoy, aparte algunos documentos importantes, sólo confusiones ira traída ti le historia patria. Modesto al referir el origen de sin familia, en el capitulo que sencillamenu— te ennpieza :—Yo naci en Badajoz,— es tan exacto en todos los hechos, que cuando 62 años despues nació el que escribe estos renglones en la misma casa donde el príncipe de la Paz vino mil mundo, la ad<rnahan todavía las cadenas de que mable oua ha página 27, que se pusieron en memoria de haber habitado en ella los reyes de España ti su paso para Sevilla, en Febrero de 1796. Si al misuna principio hubiera obedecido al tratar de otras cosas de mayor valer, no más que aplauso merecería su sencillez pero en toda lo que toca á la vida pública, su aunar propio oscurece aquella natural cualidad de su espíritu. No confesará jamas que el poder le hahló desprevenido ; no confesará que mayeado en sus manos la nave de la monarquía española, corrió el mayor peligro de naufragio. Qué es confesar? Sería modestia digna de un laombre vendedor-anuente granado, y todo su libro parece escrita para desengañar tilos que así pudieromi creerlo. Por la vanagloría de que sepa la posteridad cómo premié A sus maestras de imumn:tnidados, ¡iácelos partícipes del sambenito que en él ponen los historiadores todos. Nuestras licuar— pos Ira alcanzado el limo. Sr. D. Mateo Delgado y Moreno, obispo de Badajoz , que finé uno de sus catedráticos, y si con virtudes y prendas de santidad rayé en la mayor altura, que esto no Ita de negarlo quien debe ¡marrar su memoria por mil títulos, temblona puede en verdad asegurarse que no le comunicania aquella que el Príncipe llama luz del siglo, y es luz de todas los tiempos y países.

Cuéntase que en manos de un catedrático de Sevilla, ¡lay director de un periódico religioso, apellidado La Cruz, existen documentas de imadumlable fe, que pintan eh grado de ilustrador en que se hm-aliaba Godoy cuando emmnpuñó las riendas del Estarlo. Una sola canta Ira visto la luz de las que escribió en 1797, acerca de su casamiento con D.< María Teresa Va— llabníga, hermana del carden-al de Barban, y A ser autógrafa, que no lo dudan cuantas conocen las Iradi~iones extremeñas en este punto, ella demuestra la triste estrella que alumbré A nuestro país al verse en tales manos entregado. HA aquí este rasgo de su ingenio:

«Mi Ecsnno. Amigo y dueño llegó el tiempo de «decidirme y pues no ¡te de dejen el ministerio, pornaque el rey no quiere condescender ti mis ruegos, «paso ti conafortnarme con el estado santa del matni— <'momio. 5. Nl. quiere darme nana de sus primas, ahijas dcl Infammte D. Luís. V. ve las ventajas que mame produce este enlace, vamos pues A efectuarlo <apero como el arzohispo ti cuya direccion estaban «encarnados se alta ausente ,tendremos que apelar <mal gobernador del obispado, este digno sogeto eva— aacuará la comision con mas puntualidad que otro al— «gimo, insirúyale Y., pues del ánimo del rey, para «que llanTnanda ti la señora mayor pnimeramenrte ,la <mapa la harolaosiCiOli, y no coutviniemrdo por allarsc «tal vez conforme con su estado, practíque igual «diligencia con la otra de modo que todo se aga ti n,ontera satisfaccion y sin que en amaestras concieni«cias pueda quedar escrúpulo, bien que en sustan— '<cía no harán mas de lo que hes aconsejen por mejor.

naVa escribiré al obisiao gobernador; pero cairo «podrá Y. manifestarle esta carta, y se hará carga «de que altura procede la-amistad y confianza, no «duda mare tendrá toda la indulgencie que merecen ,<nais ocupaciones por las cuales me obligo A esta auprivacion, lo haré luego que evacue el encargo.

No me acuerdo si el Hermano está ordenado in sacris digamelo V. encargue que le reserven aun la especie y crea que soy su afectísimo amigo,— «MANUEL.Agosto 15—97.

Excnmmo. señor obispo de Salamanca, .gobernador del consejo.

En el exAmen de estas Memorias, difícil es apartar los ojos de las graves cuestiones políticas que entrañan, mision que no es hoy la nuestra por ningun estilo, y circunstancie que la dificultad comenta de nuestro trabajo. Bosquejar el bulto que allí su autor se íimrge corno hombre, acaso esté ya he— cha para 10<103 los que , medianamente ilustrados consideren qtne aquel libro se escribía por una una no vecina del sepulcro, ti quien no debieran ya las pasiomres mover un solo instante. No fué -así, por desgracia rio su nombre. Cuantos ¡aabian sido sus enennigos en el poder, desde los ilustres Aranda y Flonidablanca, liaste los escritores que más ó mAnos duramente le han censtnrarlo , pretcnale imreseuutarlos mino tras otro conademiados y malditos , como los riel Infierno del 1)ante. ¿ Y debió adoptar, A solas coma su conc:cncia y sus desgracias, frente ti frente con la muerto y el arrepentimiento, un rumbo tana extraño , aquel mozuelo atrevido é ignorante, que sólo con manchadas armas y por viciosos mamamos pudo vencer ti un hombre de genio cama el cande de Aranda, poniendo ti dos dedos de su perdicioma al tramo A quien ofendía, y al país ti quien degradaba? Si supo guardan' los secretos de SU clevacion ema los pliegues mutis recóaadios de su alma-a , ¿por qué mio guardó en igual manera sus odios~palít•ueas, qutc ante ¡a conciencia recta y el es1aínitu sorenao de un htomn— bre caduco deberían tener, y Dios sabe si tenrlniamm, una exphicacion mutis dígnaa , mAs patriótica , más elevada? ¡Para un ¡mocito la enmcuentra, y para el otro no, cumunrdo los emnlaza tienfectarmaetitc la lógica, Aun admitidas sus mismas declaraciones ! lié ar1ni el verdadero m<mtivo que ocusbOmaÓ su elevacion, se-gua él dice : «Al tocan este punto, donde mis ene— nannmigos baum ti-aliado tanta atndimura pera htenirmne, nade nada estoy más héj os que pretender fundar so— <abre prévios merecimientos nc mi parte el alto grado <arle favor con que en pocos añas me vi alzado. No ,es tamnpoco mmmi intención ofrecer aquí ejemplos ti »miilares de personas que llegaron al poder sin te— «ner en su favor títulos 6 servicioS antcn'íorcs que <justiflctiman su eleccion, 6 que ah mAnos la discul— rapasen. Harto están llenas las historias de estos ,casos, y harto hm-aa visto despues mis amados com«patriotas, sin qmna necesite yo nombrar casos ni uapersones. Sólo diré, y esto me baste, nne yo no a~fui llamado al favor y ah valimiento de mis reyes «para servir designios ni encargarme de empeños «hostiles ti ini patria; que cl rey CArlos no me «buscó para oprimirla, mii para ponerme al fremnte de «bandos y partidos, y que en verdad (pues esto si podré decirla ~' lo probaré en este escrito) ya que mmmi edad jÓven prescnttira en un principio tan re— aducidos fundamentos para la altura en que fui <apuesto, toda el largo discurso de nuis años poste— mariones ftué omm continuo esfuerzo de mi parte para mano ntostrarme indigmro de ella. Cuanto Ala mazan «que pucia decidir el ánimo rio aquel monarca tare ampommernnc al frente del Estado é immvestinmne tana che <alieno de su conlíatnza , cualquier historiador de «conciencia delicada que ignorase este secreto,te— «moría errar, dando importancia y haga ti las espe— «cies derramadas en el vulgo, vista nne por ellas no «era dable explicar tan grave confnamaza rio la parte mmdc un rey, que ni carecía dc instruccion, ni de ex— amnr~niemmcia , ni ile buen sentido. Este historiador, m'recormnendo la vida rio CAries IV traste su muerte, amulo pariría mAnos de decir en si mmaismo :—a La pni— navatnza y estinnacion que disfruté aquel ministro fué <mconastantement.e, sin ninguna alternativa deles que «tramen consigo los caprichos dc los pninci~aes,las «intrigas de los palacios ,las pasiones innobles, las m<inclinaciones pasajeras del con-azor ¡rumano y el «cansancio de las personas. Los <los esposos reales, '<rIO anam misma contormiriad, le emalazaramm ti su fa— «mili-a y le dieron por compañera una nieta de eLnms X1V. Cuantos medios tuvieron , otros tantos "emplearon imane hnonranle, y el aprecio que le mnos— n<trarnn, no tan sólo fné igual , sino que CArlos IV '<sobrepujé A sim esposa ea rlanle pruebas de su afee— "lo. Unaa ammtistad tan llena, tan sostenida, tan igu;ti, «y tan rareen los palacios rio los reyes, debió tener «otros motivos 'e cimientas mAnos vagos y mayen— mazos dc lo nmue luna <licito las fábulas del vulgo. El «rey Cánio3 le mantuvo su estimacion liaste el fin «dc su ~'ida, con todas las señales de un amor en— «Ir-añadido , y ma llamó rIo ¡cabra y pon escrita, sien— '<do una soberano, sin amigo verdodema , y lo que es mmmná5, su amigo tbmica. Ni los sucesos prósperos en— «tibiaron esta amistad , ni la quebrantaron los cd— «versos. Al que mniéntrars reinaahaa le amaté tanto, por«ruda la coro:ia Cina le armad comr más fuerza, le miró «como tana victiman dc la lealtad ti su persona-a, y «guardó A su lado como un arrimo y un consuelo dc «sus petmas. Tal counstamtcn , tal consecuencia en amainar ti aquel minaistro prueba mucho en favor su— ayo; pero ¿ cuál fajé el motivo de elegirlo arr un ampnimacipio, cuando empezalaa apAnas la carrera de su «vida? ma—Yo mismo estuve alguna tiempo Nin sa— umberla : hé aquí la exphicacioua de este enigma. El rey CarIos y la reina Maria Luisa ,como era natural que sucediese, recibieran y recibían imnpresioares las más vivas y profuradas de las tmnrhaciomaes «que ofrecía ¡a Francia, y de los espantosos apuros may desgracias dcl buen rey Luis XVI, de la reina «María Antonia y su infeliz familia. Atentas siena— «pro ti los sucesos, toda arjnella larga serie de chicaciones A infortunios par que fueron pansando sus «parientes, ¡a atribuyeron en gran parte (y por cierto no se engañaban) tilos varios ministros de «aquel príncipe mal servido, y de tantas maneras matraqueado por las influencias contrarias, interesa— adas y siniestras de su córte. La vecindad de los dos «reinos les hacía tonaren A toda hora que aquel ira— »cendio se comunicase ti sus estados; volvían sus «ojos nl rededor, les faltaba ¡a confianza de su misamos, y no ¡rallaban dónde fijarla; deseaban luces y »temian los emagaños; apeteciama virttmdes y temían «los caprichos rio la vanidad y e! amor íarovio; los apehigros se aumaenatabatn , y aiea laus arrieraazas rjue uapartian de la F'ranacía sobre toda la Europa. Ya no uaharé aquí la apología ni la censure <te estas por— »ple~idades que apninmaian sus Animas; enterito sólo "un ¡recIto verdadero. Afligidas é inciertos en sus «resoluciones, concibieron la idea de procrmrarse un ahombre, y li-acense en él un aamaigo incomnunptiiale, «obrar sola rial sus marros, que, unido estrechaamenat.e «ti sus personas y ti su casa , friese coma ellos nata «mismo, y velase por ellos y san reinuo dc una memaera «indefectible. Admitido Ala familiaridad de los dos mareales esposos, si me oyeromr discurrir algunas ve— maces, si creyeron que yo emrteniia aigummma cosa de amias debates de-aquel tiempo, si juzgaron favora— mblemente de mi lealtad , '~ si pudieron h}crSuatnlirse ma~ harte desgracia mía 1 de tichen hecho en mi por— masora el hallazgo que deseaban, de este error ó de mies e acierto uní amnbicion no fué lam causa; no que mmá mal rae fahtám'a el deseo de ser algo, Itero unís ideas »se limitaban A prosperan en la milicia , y tina en «esta, y sima calar stms imetencioncs (bien pineda ser »cneido), recibí con tornar los favores y las gracias, «las mis de ellas no pretendidas ni buscadas, rio que «fmi objetrn en pocos años. Miémrtras ttmmdo crccianm «las turbulencias de la Francia y so amouatonahau «los peligras. A una ministro perplejo y tímido lnatsta «el exceso (e4 couric de Flonidaialanc< ) le sucedió «un anciano por el otro extremo, que de nade se «alarmaba (cl conde de Ar'amla ). ILTrao y ritmo le »cau«aran esj<anato ami Rey, el primero por ínmieciso,

«el segundo por confiarlo; y lié am1ui ya los insultas m>y amenazas que partian de la tribuna framacesa sin mmnmagmun disimulo ni recato; ¡el reinado abolido, la »repúlahica instalada , sus -agentes diplomáticos cxi— mmgi cirro y conaainuaado con rudeza nunca vista los '<ensayos de invasiones y propaganla realizados en amaInas partes, 'e el rey de Francia, con su familia «entena, el jefe de la casa que reinaba en España, «en una torre y cercano á ser juzgado! ¿Dónde está «la prevision? ¿Dónde el modo de muir los destinos «inexorables á qtme el hombre está sujeto? ¡ En la <ahora del peligro, cuando ea iaabia bienes, mino «males y terrores, y asombros, y hundimientos, y natorbehhiaos, y htuoaareda, y volcamos reventando, me «vi puesto , Dios mio 1 al timor del Estado!»

Cuando la limpia conciencia no dirige ¡os pasos del ¡nombre, sólo evitat un abismo para caer en otra. ¡ HA aquí toda una gcmaenaciorr ¡<ahitica, en sus más ilustres representantes, vilipendiada por un escritor

Irle no sabe callar por completo! ¡ Aquellos ministras, que habían ayudado ti CArlos 111 A ¡nacer á la España feliz, poderosa y rica, eran sospechosas ti CArlos IV! ¡ hubieran ea sus mr-anos peligrada la monarquía, y en les del Príncipe, no!... Sardos sean los manos de los Arandas 'e Floridahlancas.

Véase, pues, cómo, Aun admitiendo sus mismas exculpaciones, se explica perfectamente el óíhio que le voté un paás acosttmmnbrado va A ver hombres guNmrtdes oir sin gobierno. Acaso, y sin acaso, los extravíos de algunos políticos de primer órdeu, que prestaron ciega ayuda al usurpador de España, en— cueniran su disculpe en este valladar ruina puesto ti sus lcgítimn~as ambiciones. Y eh príncipe de lii Paz se atreve , sin embargo , mí dccii' de sus emacnaigos lo stguicmlte :~m Tal nne encuentro, escribiendo estas aaMemiamrias, como un viajero solitario que atreve— aasutmdo una gran selva , tropieza aquí y allí con fie— n<ras y vestigios, deque es preciso defenderse.» (Tamo nr, ¡atiginas 55 y 36.) A tan destemplada excla— maciomm no se ptIe(ie ménros de senatir secreta envidia de nao htalacr merecido sus enojas, que sana casi un titulo al aprecio de la patria. Ella inspiró sin dula al conde de lorena las desdeñosas frases coa que se venga de sus acusaciones, frases que eavuelvetn urna coati piel-a síntesis do estos libros. — aMaltn-ctados macramo lacan sido en sus Memorias todos los hora hnos «célebres y digmaos qmue li-a catatada la España desde <aCtinIos III acá, huélgomo de estar en tan honrosa macomnpcñíama,-—dice con mucha razon el Conde.

Dirásçnos por acaso que pudo el Príncipe refenirse a los Urquijos, Escoiqniz y domas pohiticos montados, que ti su sombra crecieran, para volverse al punto contra él, como reptiles que eran; pero con dolor habrénaos de confesar que, cegado por sus odios, no establece D. Manuel Godoy diferencias entre los enemigos de su politice y las de su grandeza ministerial ; grave error, que nunca ¡e perdonará la ¡aislaría. Coma el mismo rasero mude ti un conde de Flonidablanca ,á un conde de Aramrria, que ti un Urquijo y ti un lzquierrio, y unAs deleetacion pone, si bien se mirá, oir concretar sus cargos contra los pnimnaeros que contra los segundos.

« El conde de Flonidablauaca, dice, para el cual uno había más moda ni otro medio de gobernar que »el porten ministerial mAs absoluto... u (Tamo n, pág. 121.) Singular acusacion en baca suya!... « evité las discusiones, acabó de anular el Consejo «ale Estarlo... stnjetando A los domas ministros, en «sus respectivos ramos, ti deliberar en comon bajo <asti presidencia... cuyo objeto principal fumé sorne— «brIn todo A su registro. (Ib idem.) Por tal mnedio, «añade en una nota, todo cl poder lué concentrado «en el carerpo mninaistenial y quedó á discnecion del naministra dirigente. <a—Parece mentira que ti cemisu— rar se atreve reformas que iniciaban ya la responsabihidsd ministerial dc los si~tenatas constitucionales (que es por cierto una dc sus bases más filosóficas y plausibles), aquel ltombre que tania abuso de la ornnipotemncia ministerial hnizo, aquel hombre que hasta luchA can las imrstituciones mitAs respetanbies, amparándose cidras del trono. Si itas ¡nistoniadores hubieran conocido los siguienates docomentos, que salen por primera vez ti luz, de nuestra particular Colecc ion de papeles políticos y adnministrativos, no dejAran smi correctiva las jaCtaunciass protestas de legalidad y liberalismo que tanto abundan en la obra ile Godoy. A él se refiere indudaldenneate el Consejo de Castilla, cia-ando maldice A un vii seductor de Cárlos IV; ti él celiaca indudablemente males que llegaacin hasta cl augusto trotto A Alía— dudabhenaaente atribuye ha total ruina de nuestra España; y ti él, por último, es inidudablemnmante á quien compara coma los ansesittus m/o Julio César , ea el segundo de las notabilísimos documentos que ti con— tittuacmon insértanos.(1)

El primero es una real Orden, comunicada por el Excmo. Sr. Secretario de Estado y del Despacho universal de Gracia y Justicia, al Real y Supremo Consejo y Cámara de Castilla, en 12 de Octubre de1804. Dice así:

«Llega al más alta punto la des-azor que turba mi a<patcrnral corazoa, cuando considero el gran des— «cuido con que procede el mi Consejo en los asuntos «de la mayor innportancie, tanto para ConmigO, «coma para mis aunadas vasallos. El notorio per— «juicio é injusta sentencia que acaba de sufrir uno marie estas en el pleito visto por mi Consejo plena amen 3 del corriente unes, es para mi una prueba manada equívoca del poco pulso, y ninguna preme -maditacion con que procede el mi Consejo en casi to— «das sus decisiones. El 11ev creia tener un Con«sejo que fuera el apoya de su Coromra, compuesto mmdc individuos tales, que le pudieran ttconsejar y aadinigir en los asuntos más graves y rIo ¡a mayor nmentidad. El Rey creía tener orn su Consejo unos Mi-«ristras sabios, celosos é infatigables por la causa «de la Nacían. El Rey creia que estos Ministros, tan «dignaras en ticttapa de ini -augusto padre (que Dios mahraya), oran incapaces de torcerla vare por nadie. aal~l Re" creía que el primer Tribunal de la Nacirmn amere cl Santuario naás sagrario de Témis. El 11ev «creía que en su Consejo no tendnian lugar el más «remota las intrigas y las pasiones. El Rey creía, «ca fin , que su Consejo le evitaría cuantos disgus«tos y desaztanaes pudieran turban su sosiego y tran— maquihid-arl. Pero el Rey ve enteramente defm'auda-~ «das sus esperanzas. Las continuas instancias, las marepetidas relaciones justas de muclros de mis va— «salIos ante mi mismo Trono , y ¡as sospechas no <ainftmuadatdas de alguna de /os jue <nc cercan, me pa«roce ser camisa bastattmte legítima para confim'mar en mmmi todo el poco peso que debe denso ti sus resolu— <aciones. lengua motivos superabundanites para res— nmpirar indignaciomr contra el mi Consejo todo.

(1)Hay otro documento de carácter público,en que el Consejo Real ataca duramente a Godoy;pero no hace tanta fuerza por haberse publicado en 1808,para rebatir las acusaciones de que era blanco aquel cuerpo.ElSr Arias Mon,remitiendo,por acuerdo del Consejo,a la Junta Central de Gobierno en 27 de Agosto de 1808 el Manifiesto de los procedimientos de aquel supremo Tribunal en los gravísimos sucesos de aque Octubre de 1807,estampaba éstas notables palabras:-"En este caso,su propia conciencia y conducta,bien probada en su dilatada carrera,ponian a cubierto su honor que era lo único que podia interesarles (a los Consejeros) con las personas que les conocen y el que han procurado conservar a toda costa en medio del desorden inaudito con que el odioso Privado trató en el reinado anterior a todas las clases del Estado."-(Imprenta Real.Año de 1808.)

Si,«el pleito votado el 3 dcl corrietate , es decir, su «injusta sentencia, ha des3zonado metí paternal cara— amzon en gran manera. Sólo cuatro de sus Minis— «tras lien> sido los que liar manifestado su nntegrtdad uy sabidunia éstos huera sido los que Iran sabido »mantcner el justa equilibrio dele balanza de la jumen,ticia en vArias ocasiones. Cuando uní Soberano co— «rezan estA mas agobiado con los minales que ame— naaazan á mis amados Reynos; cuarado mi Consejo, '<digo, podría aliviarme y darme consuela, punes ¡o antecesrto más que nunca, os cuando procura por «todo estilo acrecentar mi dolor. El interes, la ig— ainorancia y las pasiones se hiau entronizado , digA— «maslo así, orn modio del ini consejo, y captado las «voluntades de muchos de tos Ministros que lo carvi-uparen. En atencion ti esto, quiera, andorra y mando «que en la sucesivo cnn toda sentencia dada por mi »Sala dc Mil y quinientas omm las causas decisivas y ~tconteniCio5a5 no se procem]a ti su execticioia , simm que 'Ante; sc nne ~etmmita ti mi tunas que visto gime sea ~nr 'mmi Secretario de Estado, declare éste, 6 quien yo ndCtCP[fliflrj, si está fundada en Deretito 6 no. Ten— marinAse entendido así en el mi Consejo, dándole ti ateste Real Arden y u'esoltcion su debido cumpli— aamicmita. a)

La respuesta del Consejo <mA mmmi acto de valor cívico, que men'ece escuipirse eno tntirmoles. hitita agutí:

«Señor : Leída que frA la Real Anden de 5. M. en uConse,jo pleno, con asistencia dotados sus Íítcales, <ano pudieron trenas los ministros que lo compomren '<>ie prorumpir en unr comrtimiua y amang flauta. Me-«rutada que fué la expresada Re-al ón<ien coto un «atenta y prohixo exAmen en la posada del Excelemr -,atísimna Sr. Conde Montaren , sta gobernador, acorrió atol Courseja Plctao debía contestan~ A Y. M. con tér— «minios sucintos y análogos, uuaammtenicmtdü siempre el «Consejo aquella dignidad y Soberamui que mro igmuo— ura y. M. tiene por su primitiva couistitucion.

nCnando el Consejo 1tensaba, Señor, tener cmi Y. M. 1 '>un asilo y refugio que le es necesaria contra clinmmnmrenso torrente de contradicciones, tiene el mlescon<asuela y amargura de verse abati'lo y ultrajado por «el misma Saber-amia ; itero nno, no puedo cl Canse- 1 »jo creer gime ema el lacn'óico corazoa de 11, M. quepa «uit ultraje tal. No ignora el Consejo cual haya sid0
ula vil y abominable phetmua, que usurpando el ea— <agrario notsnbre de S. .11. ha escrita d aiiettada la expae.sada flccsl ¿<den. La sentencia del Canse—

«jo, onu el pleito visto ema 3 del corriente mes de «que lacee menciono V. M. es justísirna por todo es— «tilo, y el Consejo es capaz de hacerlo palpable A <mV. M. por cuantos códigos dc jurisprudencia exis— maten eta la naciomi. El que ti V. Nl. Ira pretendido alnacerle ver lo comttranio, es un cii seductor, que «fuera «mejor, rara el bien cotaaun, se le hubiera «confinada chas ltrí en el ¿humo rirtcon del mundo. «Pero dcjeunos esta, pues bien conoce el Consejo mano es sazon oportuna lara internar en nr-aterías «tales. Dice Y. M. en su Real óndemt lrallarse ego— mmbiado en gran manera cl paternal cara zomr de Y. M. macan los continuos males que amenazan á sus anua— «dos Reynios: dice bien Y. M.; males amenazan, y <amules quizá, Sesior, que llegarán hasta el ata— aa9tnsto Trono de V. M. ¿Desde cuándo, Señor, «nuestra amada lmatnia se ItalIa en una estado tan de— amplorable? Desde que Y. M. Inc acortado las facul— stades soberanas que deben residir en su Conseja. «Si , grata Señor; desde que el Consejo se malta des-«poseido de aquel poder legislativo, que tiene por su «primitiva creacion, desde aquella época Ira ido «decayendo más y irás nuestra Monarquía. Caminaa, «Señor, rauc~tra España ti su propia y total ruina. «El Consejo ve cosa harto dolor de su corazon ante »sus mistaaos ojos la destrucci'mr de estos Reynos, <ay lo qmne es más (tiemble , gr-ama Señor, el Consejo «al prolcnimlo). la execraimle aniquilacion del augmusnato Trono. Recorre Y. M., sí gusta ,la ltistonia de malos eunipeflodlOl05 ram-anuos, y entre ellos encoa— a,trarti Y. M. ti Jtulio César cosido ti puñaladas ea <misiono del Senado , y en su mismo trorao, por cias «viles asesunos , u quionnes más habia colmado de »hc;aeficios el hcróica 'OtUZO<t de aquel Monarca. t<;Si, SePnot tan sus más favorecidos y ensalzados. mal)ispieute Y. M. del proftauado letargo onu que yace <asttaíoergido tanto tictmtpo Irá : ya es ¡nona gane la maEspasña mire pon su causa propia: deseche Y. M. » supiicaselo el Couasejo) esos viles seductores que «le rodean restitúyale , Señor, sai amitiguo poder y «dignidad , 6 de lo contraría, ¡a experienCia, fiador <aseguro del criterio en las opiniones eacontrntds, «acreditará cl sentir cotmaumt del Conseja, esto es, la «destt'uccion de estas Reynos y el total exterminio «de su Corona. No puede cl Conseja prescindir de mmltablanle AV. M. comt tanta claridad, sopera de gra— macar eaotmemfletite la conciencia de los ancianos «Ministros que le co <panean. Si Y. M. no itater— «pone toda su autoridad y poder para atajar estos males; si Y. M. no deja obrar al Consejo, como el Tribunal Soberano que lo es de la Nacían, bien pronto, Señor, tendrémos las cspa?toles el descon«suelo de vernos nosçtros, nuestras mujeres y »nuestros hijos ¡mechas esclavas do nuestros vecinos muy comarcanOs. En cuanto ti lo que dice Y. M. en masti Real Arden, que todas las sematencias dadas por ala Sala de Mil y quinientas, tirites de su exccuciont ese retaaitan AV. M. para ¡nacer anotarlas por su Seuacretanio de Estado y del Despacho universal, tna «acordado el Consejo pleuua que miéntras subsiste «tal, no debe permitir sor residenciado por un panaticular. El Conseja, Señor, es un Soberano por «su connstitucion nacional, y como tal, no deben sus «decretos ser juzgadas por un particular. Esta es »cn.ranto le parece al Cormsejo debe contestar ti Y. Nl. «en respuesta de su Real Arden. Y. M., por las leyes «del alto y Supremo Gobierno, laará lo que mncjor le «parezca, pues siempre el Consejo lic salvado el «Real y acertado proceder do Y. M.m

No se nos oculta que pudo acaso la pesian política, tan viva y natural en aquella época, vencer un tanto los podios de los ancianos tninistros, inspi— rándoles temores que sólo el vulgo pudo concebir tan> exagerados. Smi fundamento legal ap:arccen ltay aquellas generales sospechas de que Godoy conspiraba comatra el trono, de acuerdo con Napoleon, si bien padeció el desliz de acreditarlas algo conn su sobe— randa de ¡os Algarves, en el tratada de Fontainc— bleau estipulada(i); pera, Aun rebajando muclao los


1.- Hay en este tratado artículos que no hasua catiflearlos de infsnnes, cuando se consimlem'a jue el prinripe dc ma Paz era, sobre espaítot, extremeño, Y (rase debía su fortuna 5 la casa real de Esrmaiia. Véammse


2.-La provincia de Alentejo y el reino de mus Algarves se dacio en toda propiedad y soberania al príncipe de la Paz, para que las disfrute con el titulo de pri<ncirae de los Algarves.


3.-En principado de los Amgarves será poseido por los descendientes del primmcipe de la las hereditariamemtne y siguicnado las leyes <le smscesn,mI< que ~stSn en uso en la familia reinante de 5. M. el rey de España.


4En defecto de descendieones ó mecederos legítimos del rey de ma Ltusitaa'iaseptentrioflan ó del rmrincit<e de los Atgarvcs, estos paises se darán por imavesnidura por S. M. el rey de España, sin que jamás pued'mn ser reunidosbaxo una mnsma cabeza, O O la cetona de España.


Es decir, que no sólo recibia el prluscipe de ma Paz regalos de Napoleon, sino que consentía en ser un obstáculo insuperable al engrandecimiento de su patria.

Para más taruebas, véase la Exposicion de los hechos y mazqMinucionses que han preparado la uaunpucion de la corona de Espada, por D. Pedro Ceballon.—iladrid.-— imprenta Real.— 5808.

temores del Consejo, siempre quedarán elocuente -mente desmentidas las protestas de legalidad y libe— ralisnno que hace el Príncipe ti cada paso en sus Memorias. Cúmnplenos ahora decir en su obsequio, que no fueron, al parecer, castigados en manera alguna por tan digna manifestacion los Consejeros, puesto que el conde de Montarco siguió siendo su gobernador, lo que prueba al mémos algun predominio sobre sus ¡<asiones, que tintes no tenía, cuando pon el Inedia de censurar sus actas ministeriales en una A'Jetaoria leída en el Consejo de Estado en 14 de Marzo de 4794, estuvo el conde de Aranda preso en la Alhambra y ea Jaen, y por última en Epila, donrde murió.

Corriendo el peligro de dilatar esta reseña tanto conna la obra del pnínacipe de la Paz , hemos intentado juzgarla bajo un punto de vista que no desentone par comploto eh cuadro de nuestros trabajos, que dé la medida del hombre para que por ella se adivine la figura del ministro. Era en verdad empresa temeraria; que no hay deslinde posible donde tal confusion macado los sentidos. Los enrones del particular, por funesta aventurado nuestro país, for— mueran su pedestal como gobernante, y de aquí ritme sólo pueda el verdadero Iaistoniador, ea obra de otra índole que la nuestra, acertar ti juzgarle como me rece.

Basta, ti nuestro entender, lo que Iremos dicho para que se forme idea de su libro, última aborrecían de uit-a inteligencia nunca perspicaz, siempre comrfusa, desahogo de envenenadas pasiones, mal dormidas entre cenuizas impuras, transfmguracioni hipócrita que tinge palmas de martirio los que eran probablemente roedores de la conciencia. Ni ti sí naisnna acertó A emogañarse el príncipe de la Paz en la Cuenta de su vida, que quisa darnos ti deshora, y de la cual boinas tora-ada las cosas más menudas, para que se juzgue de su exactitud al referirlas graves (2).

Atribuyéndose, llar última, con jactanciosas palabras toda el movimiento intelectual de su época, Ira probada que ni siquiera la conocía. Pues qué!


(2) Si bien en innegable que protegi4 et prtneipe de la Paz 5 angunoo escriuores de mérito, Sumes por vanidad que por sincerO amor ras letras lo ltizo. En cuanto los extremeños, excepto Formacr, ninguno me mereció dislinciOneS, que sepamos. Protegió 5 un tan Liorri, otlciat de los correos de Zara-goma, por laaber publicado un Directorto de cartas para .4ra-gon, y ti. Francisco Soto, oñciat de ta administraci(tfl de Trujillo, mv,, que acogerse al ministro Ceballos para publicar su Diccnonario para ¡a correspondencia ide .Extremadi$r'3.


¿pudo un I,momhre como él detener el vigoroso impulso dado al país por Cárlos III? Pues qué! cuando la Francia enciclopedista lo ponia todo en tela de juicio, cuando las llamaradas de su inatehigencia abrasaban el trono y regeneraban la sociedad, ¿pudo una lrombre como él impedir que el refleja traspasase los Pirineos? ¡Que halnquisicion no quemé ti nadie en su tiempo! Lo tenía? El simple buen sentido bastaba ti los Inquisidores para no hacer otra cosa que temblar y meditar en aquellos momentos solemnes. Que bajo su mando se engendraron las eminencias políticas y literarias del siglo presente! Es vendad, y por eso le execraron; que eran él y ellas una antítesis capnictnosa de la natttraleza humana.

Advertirémos, para cancltuir, que ni en este libro mii en el siguiente se dice una sola palabra de ¡os beneLicios que hiciera ti la provincia de Extremadura el príncipe de la Paz. Trata largamente de la Mesta, para alabarse de ¡a supresion de sus privilegias. Elogio merecido sería, aunque inmodesto, si dijese verdad. Camnpomanes y Flonidablanea los extirparon.

(V.EXTREMADURA.)

42.—Vida política de D. Manuel Godoy, príncipe de la Paz, por D. Manuel Ovilo y Otero.

(Madrid 1845.—Imprenta de Benito Lamparero y compañía, carrera de San Jerónimo, ohm.

43,—Umr toma en 4.0, can el retrato d~l autor y el busto de Godoy.)


Es una amplificacion de las Memorias del príncipe de la Paz, tanto, que no parece sitio que cl mismo personaje la hubiera compuesto cori retazos y reflexiones que no cupiesen en el cuadro de su anterior libro. Sin que Imagamos nosotros al Señor Ovilo y Otero, escritor de nuestros días, otras concesiones en la esfera intelectual que aquellas puramente precisas para qtme ¡e crítica no se confunda con el descomedimiento, tina se nos antoja abuso de la imprenta su nombre, que campea en la portada, porque tiene este libro tan singulares caree— téres, que con dificultad acertarénios ti señalarlos.

Todo hl traspire un olor frances muy subido. No parece sino que escrito en Paris y abandonado ti su suerta, buena A mala, cayera en la imprenta de ¡a carrera de San Jerónimo como cccii los niños en la lntlusa. L.a tipografía le abrigó en muy pobres pañales, como si hubiera sido forzoso su abandono para los que le dieron e] sér; singular cosa, por otra parte, en

un inrrpreso de cierto lujo. Desde la primera página ti la última saltan ti tasajos las erratas, como langostas en un yermo. Ya eta el primer rerrglon preguntan los lectores: ¿ Qxaá autor es éste, que no sabe a ciencia cierta el verdadero apellido de la madre de su héroe , y siendo los Farías tan ilustres en Portugal y en España, nos los convierte en Tarjas siempre que la ocasíon se presenta de nombrarlas; haciendo sospeclrar á la malicia que anidaba forastero, A no tenía en el lucimiento de su alar-a aquel interes legíti—' mo quela paternidad engendra y disculpa, ó bien iror último, que tomaba este negocio como de prestarlo y ti salga lo que saliere? Porque creer que en 4845 y en la cAnte do las Españas faltasen al autor docnmmemntos ni caminos para averiguar cótaao se llamaba la madre de D. Manuel Godoy, hallándose éste vivo en París, y su familia entre nosotros, y tan ti la mano en cualquier tinglada de libros la Cuenta de su vida, es punto nnénas que imposible. Y damos tanta importancia ti esta equivocacion, porque es muy notable en tan hombre que en alas de la fantasía se trasporte muchas veces al siglo pasado, ¿poca justamente en que vivió la señora madre del Príncipe, y habla de las celebridades de enténces como si ¡as trattira de tú por tú, llamándolas los hombres de mi siglo, y nos dice que Orenrhain fué subsecretaria de Gnirnaldo en la mesa de Estado, reinando Felipe Y, y desciende, en fina, ti tales pequeñeces, que nos le figuramos con ¡a coleta empolvada, el sombrero de tres picos deltajo del brazo y la pomposa chupe del covachuelista.

Que eh estilo sea francos nada tiene de particular, porque entre el vulgo de los escritores de 184b andaba el buen decir muy olvidado; pera que el autor pienrse en frances, y no haga sitio mal chapurrear el castellana, esa ya os cosa por extrema notable. Más fortuna tuvo la Cuenta del príncipe de la Paz, aunque hay euntre un libro y otro bastante analogía. En buen hora que esta Vida se hubiese escrito en francos de priunera mano, si pensó el Sr. Ovilo publicarla en Paris, ganoso de más vasto teatro para sur empresas literarias; pero no debió entónces llevar su crueldad haácia su pobre patria liaste el extremo do encargar su traduccion tun aficionado tan lego, que de él puede decirse lo que del loro de la isla deSatato Domingo dijo nuestro lrittrte

El español ha olvidado,/Y nno ha aprendido el reines,.


Ello es que no parece sino que el autor A traductor o lo que sea, de este hibrejo pasó en Francia la mayor parte de su vida, y enciende la sangre que estos parrafitos se hayan impreso en la carrera dc San Jercmi mo.

e... No alzado en medio de esto todavía... el des»pojo que ha sufrido por fuera de las leyes... baste«decir por el momento (pour le monrent).tt(Prólogo.)

«Es cosa bien sabida que advenido al trono Cár— alas IV, y consiguiente ti los consejos y encomiendas oque lefueronhechasporsu padre moribundo, prestd »su entera confianza ti D. José Moñino, cande de »Flonidablanca, dejándole que obrase cual mejor lo »entendiese en... las inquietudes de la Framacia.» (Pág. 9.)

u... encarcelado en una torre (Luis XVI) con otoda su familia, y previsto ya para la muerte... o (Pág. 43.)

«A cada cuiml su parte buetaa ó mala en los ate— »gocios.» (Pág. 48.)

«Y porque no faltase requisito ni motivo alguno oque le hiciese necesaria y justa, hé allí que la Reap~bhica se atreve ti requerirnos de desarmar y re— ttirar las tropas...» (Pág. 49.)

re...La plaza casi del todo indefensable...» (Pág. 2'?.) e... Generales que comatadarou...» (Pág. 41.)

n.A este tiempo eran ya comenzadas las primeras »proposiei000s de paz, hechas, no de parte nnuestra, ssmo de ¿a parte de la República... » (Pág. 43.)

«Por el momento montó en cólera el gobierno de ola República, ARRE6 más tropas A la frontera...»

(Pág. 44.)

o... Lacretehle, escritor tun viviente. ti (Pág. 45).

«El gabirtete de Madrid recibió esta abertura.... odas naciones hartas ya de combo tirse.t (Pág. 46).

«Para mejor aprovechamiento de la edad pro»seflte, en la cual se necesita que todo el edificio ssociai sea remontado...» (Pág. 87.)

«Véase entre tanto que esta excursion fué hecha »en 24 de Julio...» (Pág. 53.)

... El Austria pidió ti la fin.» (Pág. 67.)

Y en cuanto al estilo, allá vena esas dos muestras, no escogidas; que en esta obra nos asalte como en ttimnguaa lo que llaman los franceses ¿'embarras du choi~v.

u Pero todas las cosas (pág. 54) que las enemigos »del príncipe dele Paz han dicho contra la que hizo »contra la República, francesa, ninguna tan injusta «ni tan falsa como el epíteto de vergonzoso que Iran »dado ti boca llena ti aqueL tratado."

(Pág. 61.) «íQnné no se hubiera dicho del pdn— »cipe dc ha Paz si hubiere sido éste el ministro que »por moras contemplaciones con el gabinete de Ver»sahles accedió en aquella guerra contra sus propios

>tintereses ti la España con la Francia! o

Confesamos que este último párrafo es para nosotros griego puro.

Y cosa singular, singulanisima! En este detesta-. ble lenguaje se advierten á intervalos vislumbres y pretensiones de buen decir, y tina rasgos espontá— fleos de la llaneza que era moda allá por 4800; circunstancias que tambien se encuentran en has Memorias del príncipe de la Paz. Apellido de guerra, cuentas hecha-as de los sucesos, cosas en realidad y puridad, aprovechamiento de la edad presente, cierto vulgo de alta y baja esfera, llevar á media rienda los pueblas, época aventajada, y otras frases y otros giros semejantes revelan que el autor de esta obra, si escribía en mal trances, se acordaba de haber vivido enm tiempos no del todo infelices para el buen castellano.

Torminarénnos esta reseñe con un párrafo que prueba lo bien infanta-ada que aparece el autor de ciertos secretos del palacio real; por ejemplo, de las noches que pasaba en vela Cárlas IV. Es doblemente curioso, porqtae amphifica y detalle otro párrafo de las Memorias dcl Príncipe, que en su lugar reprodujimos. hte dice así : —e Miéntras tanto trazaba »Aranda con Bourgoimat un trata(lo de neutralidad ono armada entre la España y la Repñbhica francesa, oque el Rey mandó se suspendiese, ti fin de meditar "más ti su espacio lo que en tanta novedad de cm— »cunslaneias cumpliría mejor al horror de su coro— »na y al bcnelicia de sus pueblos. El Conde obede—

>)ció ; pero dicicnndo al Rey que no encontraba más tmrectnrsa para salvar el reino de la gran borrasca »levantada en Francia, sino aquel tratado que traía atentre manos; que cualquiera otra medida que pu»diese producir desconfianza en la República rae— »cieute, acarrearía la dable guerra de la propaganda y de ¡as armas; que la España no se hallaba pro— operada par-a poder ¡ucinar con buen suceso contra »el fervor republicano; que el mitaistro anterior rio tihnabie cuidada en tiempo lnábil de-aumentar el ejér— »cito; que la caballería, ti más de estar muy redu— amida, se encontraba la más de ella desmontada, la

»artihl.ería de campaña en mal estado, y peor que atado, el Real erario exhausto y endeudado; que sen los cortos nueve meses que llevaba de ministro,No se habia abstenido de toman' en grande las medí— odas necesarias de armamento, par no alentar á la »Francia; y que si en tal estado de las cosas, que «no babia sido culpa suya, S. M., mejor aconsejada, «pensase de otro ruado, le hallaría pronto ti servirle adonde quiera que su Soberamaa voluntad se lo or— odenase, ménos en aquel puesto que ocupaba, donde atados los niales que viniesen á la España le podrían> "ser imputados.

«Dos días pasaron despues de esto , en que el rey uCánlos ,agitado noche y día, sin plegar sus ojos, se »encomrtró combatido de mil ideas contrarias, otro otanto dudosos y perplejos sus ints fieles consejeros, ti-aumentada ha angustia por las noticias qt.no llegaban, »corzfinmnando y trayendo los detalles de las derrotas asufrilas por los famosas generales duque de Bruns— owick y príncipe de Cobourg,la invasion de le Bél— a>gica y d~l electorado de Hesse—Cassel, ocupada ya «por los franceses Mons, Spira, Maguncia, Worms y »Francfort—au—Mein, mniéntras, por otra parte, los «avisos recibidos de París anunciaban el terrible cm»peñoque la Convencían mostraba de procesar al Bey, t>y de ofrecer al mutado una espantosa escena, igual ti ala que dieron los ingleses en 4649 can su mahhadaada rey Cánlas 1. Esta idea despedazaba el corazon ada Ctinlos IV, lamentándose altamente el afligido »tnonarca de la inaccion de su antiguo ministro Fha

>inidablanca, que durante tanto tiempo coma ¡mabí-a atenido para prepararse contra todo evento que ofre»ciese la revolucion francesa, ninguna casa ¡tizo oque ha España, dado el caso de una crisis de tan «áspero semblante, pudiese haber intervenido con «poderío y con gloria, cual lo exigiana los lazos de fa»mnihia, el pacto celebrado por su augusto padre y ala seguridad de sus estados.

»En tal apuro, y al encuentro de un porvenir tan «azarosa, lo primero que hizo el Rey fué recotnpouner el ministerio, y poner ti su cabeza ah que, siendo «su hechura, podía esperar con más corteza le siroviese, y que, si fuese necesario, se sacrificase en su »servicio. Esta criatura suya fué Godoy, duque ya a'de la Alcudia, y elevado ti la grandeza en aquel u tiempo. »




BATHLLOS, BA.TALIOS, BADAJOCO, BADALOCIO (1), etc., Badajoz, ciudad arabe, cabeza del califato de Algarve.


1. Historia versibus condita, Ornan Ben Mohamad Regis Badajoz, ex stirpe Beni

Aphthas, res tragicas persequens: — auc— tore Ben Abdun AbiMohamad Abdelmagid, nobilissimoPoetallispano;—adyectis etiam commentaniis Abdelmaleki Ebn Abda ita, vulgo Ebn Badrun Hadramita Hispalensis.

(Codex nitidé exaratus in urbe Hispali, sano


  1. Todos estos nombres le dan los historiadores <cabes, cuyas obras existen en en Escorial, y no pocos cristianos del tiempo de la reconquista. Antonio de Nebrixa lo traduce por Bat/tilos; pero Oebia de ser muy en lo anliguo, pues ya hemos tisto que Isidoro Pacense le llama Bago/ge, aí'Íadiendo que en su tiempo mudó el nombre ar<bigo por el de Beled Aix. En el Poema del rey Don Alfonso Xl, que conquistó la ciudad, se le llama Badajos.

Egirae 639.—Biblioteca Escurialense de Casiri.— Tomo 2º, art. MDCLIII.)

Damos este articulo tal cama lo trae Casini, áquien no puede negarse la gloria de haber vulgarizada entro los sabios la rica literatura de los árabes de España. Yace al presente eta cierto descrédito, porque los extranjeros, y en particular los alemanes, han podida hacer investigaciones mes profundas ; pero ellos mismos reconocen lo mucho que le deben. Tal vez con sobrado atrevimiento corregimos aquellos lugares que hoy están mejor esclarecidos; pero siempre conviene advertir que no es de Casini toda el errar, pues en la nomenclatura, en las fechas, y aun en los sucesos mismas reina una anarquía entre los orientalistas, Inija no sólo de la vánia leccion de los marnuscritos, en su mayor parte adulteradas por los copistas ó apolillados en las bibliotecas, sino tambien de los diversos sistemas ortográficos y filológicos que existen.

l)ice, pues, nuestra Casini acerca do este poema histórico, que algunas llaman Elegía ti los reyes de Badajoz

<tEn el catálogo de la Biblioteca Real de Paris, codice McoLxxxvl, so hace rnencion de estas libras, llamándolas, con ~ror, historia é poema de los antiguos reyes de Persia y de los ¡techos y cosas dolos califas , siendo así que sólo se aducen algunas de éstas para exornar y embellecer el poema 0011 rasgos de erudicion.

Tratando de las desgracias de Omar y de la estirpe dolos Beni Aplntitas, dice lo siguiente el cIa— rlsimo escritor Ben Al-Klmatib en su Biblioteca aré— bigo~hispana:—<FOé Omar Ben Molnamad ben »Abdalla ben Molnatnad ben MasIcote, conocido por t)Befl Alaphthas, Altagib, natural de Badajoz (1)

oMeknasita de origen, rey de Algarbe (su vendado-taro nombre Almetuakil Atalía), bisnieta de Abda— olla (2), conocido por Ben—Alaphtas, varan que nc-ocié en el lugar llamado Plaabs Albellota, acaso »Encinaralla, cerca de Córdoba; el cual, aunque »de humilde sangre, supo con su valor 'i prudencia »adquinir grandes honores, pues Saburo, ti la sazonrey de Lusitania, ¡e encomendé el cuidado de sus »negocios y hasta el de sus ¡tijas, lo que dió ocasian »á Abdalla, cuando el Rey murió, para expulsará sus hijOS, y apoderarse del reinio. Próximo él ti la>imuerte, colocó en el trono ti su hijo Abn l3aker Mo»hamad, llamado Alrnodphera, príncipe datado de ttgran prudencia, erudicion y fortaleza, que con el »titulo de Mentaría escribió una obra histórica en 50 atamos. A éste sucedió en el reina su hija Omar, »cuya infeliz historia es por todo extremo trágica.


  1. Patria Pacensss, diGO Casiri. Otros arabistas, como loe— ~o veremos, lo hacen natttcttl de Beja. La verosimililud, sitt embargo, ~ á Badajoz, porque no se ha puesto en duda jamas que fuera la corte de los Beni Aphtas ó Aphtasidas. Ni puede ponerco, miéntras existan relaciones de la batalla de Zalsca


~2) Es error sin duda de Casiri, pues de la misma genealo~la de Omar, hecha por Ben Alkatib, resulta sólo nielo



»Habiendo acudido ti sitiar ti Granada el año 483 edo la egira, recelosa del poder de su propio gene— nralísimo Josep ben Tasphin, huyó furtivamente del ereal, y atemorizadas sus vasallas can esta cobarde ndefeccian, entregaron ti los almoravides Lisboa tSantaren y otras ciudades, excepto Badajoz, que nen aquel tiempo era la córte.

,tEntónces Omar se ocultó otra vez; peno por huir edel peligro, finé descubierta por los suyos, y tomatla ola ciudad, el rey de los alntoravides le puso ti él ny ti sus lníjos en una cárcel pública, y poco despues, nvendidos en almonede sus bienes, le diá etna muer— ate horrorosa en pn'esettcia de los cadáveres de sus »hijos , andando cl cina de la egira 48'?. No faltaran ml este príncipe orn tan triste caso po9tas insignes »que le lloráran , S1CtIlO la más célebre de estas »camposiciones el poema de Ben Abdun, en el t)cuaI (añade Casiri) hay no pocos versos del mismo eOmar, versas que ataba mucho Ben Alketib en su »Bibliothe ca.»

Hasta aquí el autor de la Escurialense.

Esto pasaba, como es sabido, á fines del siglo xi. D. Jasé Antonio Conde, que fué, ti su vez, el primero en desbrozar la ltistonia árabe de España, y ti quien en pública se moteje con tanta demasíe como en secreto se le estudio, cuenta por muy diverso modo cl eaterminia de las Ben Alaftas. Lo primero es de advertir que Casini tnocó los frenos ti muchas de estas cosas. Ben Taxfin no fué generalísimo de Omar, sino rey de ¡os ~lmaravides, levantado ti la eminencia de Amir Amutnenin 6 Amulimin (Miramamolin entre los cristianos) cl día de la terrible batalla de Zalaca (año de la ugira 479), que inttndó en sangro de los nuestras las llanuras extremeñas. Lo que hizo Omar ben Alaftas, rey dc Badajoz, fué confe— denarse con Ben Taxfin contra los califas de Andalucía , sus hermanos y campatnicios, error que pagó nnuy caro, porque Syr ben Bekir, el más astuto y cruel de los caudillos almoravidcs, pudo observar por sí mismo, en la algara que hicieron juntos por tierra de Galicia, la disposicion y estado de los me— bios de Algarbe, para luego conquistanlos más ti su sabor. Tampoco hay cosa cierta sobre el cerco de Granada, que da tan por seguro Ben Alkatib, ni están, por lo tanto, averiguadas las cobardías de Omar, ti quien pintan otros historiadores de muy diverso modo.

He aquí, por último, la relacion que de su tragedia hace Conde en el tomo it, cap. XXII de la Historia de los árabes en Espaiía ; y vistas las dos fuentes primitivas de nuestra literatura nacional, podrémos apreciar mejor las ilustraciones que han dado á este interesante punto los extranjeros.

<tEn tanto, dice, que esto pasaba en ¡a parle » oriental de España, Syr ben Pekín, el más astuto de alas caudiAlos aXmorav~des, se ertcaminb con ~odearosa hueste de almoravides ti tierra de Algarbe »para ocupar el reino do Badajoz, que tenía Omar saben Muhamad ben Alaftas, apellidado Almetuakil— tbila, ocupó fácilmente las ciudades y muchas for— tatalezas y entró en Xelb y Ébano, y vino con su »campo delante de Badajoz, defendiéndose con va— talar el rey Abon Alaftas; pero la fortuna había tsvuelto las espaldas ti estos príncipes. Era vulgar scrédito y popular creencia que había una profecía saque anunciaba la irremediable caída de los reyes ade España, y que serian vencidos y depuestos por aunas príncipes de Africa. Esta ¡nersnasion popular »de la gente çlel vulgo era tan perniciosa en este tatiempo, que fué gran parte para quelas almoravi— tdes se enseñoreasen tan fácilmente de España y »para que sus príncipes no hiciesen cosa de pravo— »clao en sen defensa. Dióse una reñida batalla, en que abs de Abon Alaftas quet]aran vencidos, y presos dos ahijos dei Bey, que acaudillaban su gente; éstos eran »Alfadil y Alabas, que no cedieron hasta que muy »mal heridos y abandonados de los suyos, cayeran 5,00 manos de los almoravides. Los de la ciudad, aintimidados con el horror del suceso de ¡a batalla, saforzaron al Rey ti concertar la entrega de la cm— edad. Ofrecióle el caudillo ben Ahí t3ekir que salíeese seguro con sus hijos, familia y cuanto tenía supero despues que se apoderé de la ciudad con esta ucondicion, y le dejó salir de ella can sus hijos, mutsjeres y esclavos, Iuégo envió cierta tropa de ca— »balleria de Lamtuna en su seguimiento, y alcanzaaran ti esta desgraciada ¡~milia en cercanías de Ba— atiajoz, y allí alancearon con inhumana crueldad al rey Almetuakil y ti sus dos hijos Alfadil y Ala— nabas. Acaeció esta lastimosa tragedia en sábado día esiete de la luna de Safer del año cuatrocientos »ochenta y siete. Todo esto fué por érden de Juzef nben Taxfin. Lamentaron esta desgracia ¡os más scélebres poetas de aquel tiempo, y anda en boca ode todos la elegía del Wacir de su palacio Abu oMuhamad Abdelrnegid ben Abdun. Era el rey Al— »metuakil muy docta y amigo de los sabios, y pa— tasaba con ellos el tiempo con tanto placer, que ~e s,olvidaba de todas las cosas. Tenía en su mismo t)alcázar pór secretario al Wacir Abdelmegid, insigene poeta, que competía con el célebre cordobes »Abdala ben Zeidun, privado del rey Abon Abed, »cuyas canciones eran el encanto de las musas, así de »España y de Africa, coma de Oriente. Era Cadil— »cola ele su córte el samio Aten ~4oc~ame. C~ubntase »de este rey Almetuakil que solazándose en sus ajardines en compañía de su Wacir Abu Taiib ben aGanim se entretuvo tanta tiempo, que se le pasó site hora del comer, y era día en que tenía nobles aXokes que le esperaban, y como llegase ya la noche ny el Rey no viniese, los Xekes pidieron de comer ny so les sirvió parte de la comida del Rey, y recor— adántiolo su Wacir la hora y los convidados, y le »dijese uno de los siervos que ya hablan tomado aparte do su comida, envió al Wacir para que le »excusase con ellos, y tomando una hoja de aleo— nrambe 6 de atarfe, escribió dos versas refiriendo la acense de su olvido, y diciendo que los culpados ya stenian recibida la ponto de su delito , siendo todos tmrecipr000s ejecutores de ella. El hijo de Almetua»ldl, llamada Negm—dala, Wali de Santanin, fijé tencarcelado en Almitlnema y refería Abon Zarfott, sCadi de la Aljama de Córdoba, que en cierta oca— sssnon le entró á visitar el Wacir Alcalib Abu Bekar suben Alcabotorna poco despues de la desgracia de »su podre y hermanas , y citando le vió no pudo ocontener sus lágrimas, mirando en tan nniserable tacstado al que babia sitio señor de tan ricas ciuda— edo», y reducido ti una estrecha pnisian el qtte solía »vivir en magntíficos alcázares, rodeado de nobles ssXekes, que ¡e respetaban y servían. Tales vueltas »da la fortuna ti su inquieta y deleznable rueda.

»Así acabaron ¡os reves de Andalucía; los puso 'sen el trono la discordia y guerra civil, vivieron en »continuas desavenencias, destruyendo por sus paraticulares intereses la fuerza y unidad de España; tsfacilitaron el engrandecimiento de sus enemigos,en tanto que ellos en provincias y ciudades esta— »blecian sus débiles y efímeras soberanías, pues acotno decia un poeta andaluz de aquel tiempo:

"En Espafla los pueblos divididos/Llaman Amir Amumenin su Arraez,"

y cuando conocieron su yerro y pensaron remediar asti» males llamaron en su auxilio ti los moros de »Áfríca, que desolaron la España, vencieron ti los acristianas, y despues vencieron y destrozaron ti ¡os a,Amires, dándoles en pago muerte cruel ó vida mi»se~able, más cruel que la misma muerte.

2.—Specimen e litteris orientalibus, exibens diversorurn scniptorum locos de regia Aph— tasidartim familia, et de Ibn—Abduno poeta, ex mss. codicibus Bibliothecae Leidensis editos, latine redditos et annotatione illus— tratos, quod annuente summo numine, preside viro clarissimo Hennico Engeli— no Weijers, die martis xxv ,Iunii anni MBCCCXXXIX, hora xii— m, in auditorio maion ad publicam disceptationem proponit Marinus Hooguliet, medioburgensis, S. Mm. Cand., Adjutor Interpretis Legati Warnernani.

(Lugduni Batavorum, apud S. et J. Luchtmans, Academiie Typographos. MDCCCXXXIX. —164 páginas en fólio.)

Esta disertacion es apreciabílísima, por contener muchas rectificaciones de Conde y Casini, no sólo ti propósito del poema de Ben Abdun, sino de la misma dinastía de los Ben Abaftas, y por consiguiente, de ¡a historia arábigo—extremeña. Parece prólogo de una traduccion del mismo poema de Ben Abdun, que no sabemos si se habrá publicado, pues lleva este título genérico, ademas del que queda trascrito:Prolegornena ad editionem celebra tissimi Ibn— Abduni paematis in luctuosum Apthasidarum ja— teritum.

Trata primero de las fuentes históricas de la real farnihi e de los Apthasidas, reconociendo que una parte de ellas, aunque la menor, la ha encontrado en las obras de Conde, que llevan en aloman por titulo Geschitche der Mauren in Spanien, otra parte en las que incluyó Aschbachus en el tomo m de su co— leccion titulada Geschitche Spaniens und Portugals zt»r zett der Herrschaft der Almoraviden und AlmoFan den, y que por último tas noticias que es—

tas obras no be proporcionaban, ¡as halló en Casini, Bi bliotheca arabico —hispana escurialense, tomo t, páginas 64 y 65, y tomo mt, páginas 41 y 42, 66 y 67, 242 y 213.

Los autores ti quien siguió Casiri, segun el aloman Hooguliet, son Abu—Bacr al—Kodhai lbnao 1— Abb5r, natural de Valencia, muerto en el año 658 de lá egira, que hizo mencion de los Apthatasidas en su obra titulada Vestis Serica (1), y Lis5no-d-din Mohamed ibu—Abdoll5h ibno—l—Klnatib al—Kortobi, que incluyó en su obra un epítome, inserto por Casini en su Bibuiotheca, donde so trata de esta familia largamente. Ademas de al—Kodhai y Ibno—lKhnatib, autoriza la narracíon de nuestro siromaro— nito el celebérrimo historiador cordubense Ibn—Haiján, que nació en 377 y murió en 469.

Entre los autores inéditos cita luégo el aletnan un manuscrito histórico del celebrado Ibn—Kinaldtín, que existe ente Biblioteca do Leyden, número 1,350, toma iv, féhios 25 y 26, pera corregir ti Casini, que llama al rey Omar pacense, pues el autor juzga, siguiendo ti lbn—Khaldtin, que era de Beja, en lo antigua Pax Julia. Acontece que el manuscrito en cuestion tiene una laguna en este sitio justamente; pero él aspira ti restablecer el texto, y lo traduce así e Imperaba en la ciudad de Badajoz á la parte »occidental de Espa fice en aquel tiempo de turbu— »lencias civiles, y fué abrasado en su fuego, Abu— »Mohamad Abdolldh ibn-Maslama Todjibita, coanocido por el nombre de lbno—l—Aphtas, que se tahahia apoderado de aquella ciudad en 464. Su— »cedióle su hijo al-Modlcaffar Abu—Bacr; hízose áala verdad en tan corto período un grande imperio ny el potentísimo entre los regulas que se tenían la »Espaiia repartida, tanto, que de él cama de IbasaDhu—l—nunum nos han quedado grandes recuer— edo»; hizo asimismo (la guerra) contra Iba-A bbdd upar amor de Ibn-Jahjam, se icor de Libla (Niebla) apero Ibn—AbbÉid movió contra él todas sus /üer— t)ZOS, y quitándole una gran parte de las tierras ny castillos que tenía en la frontera de los cris— »tianos, le obligó á encerrarse en Badajoz despctes »de perder dos mortíferas batallas. Este verdadera »su ceso aconteció en 443. Ajustada la paz por mediacion de Ibn-Djahwar, murió al-Modha[far el aaafio de 460. El imperio recayó en su hijo o'-Mo,>tawaccil Ab'a—Haffs (?) Omar lbn Mohamma1, »natural de Pax Julia (?), que se mantuvo en cl xelrona hasta que Jeté muerto, juntamente con sus ahijo», por Jttsoph ibn-Tdschiphta, emperador de alas Almoravides, instigado por Jbn—Abbci4, el solio 489.

eDo» alio» dates> lleno de temor al-Motawaccil »habia llamado en su ayuda al tirano (cl rey de tsCastilla), y gracias á su proteccion, le dejaron los o revoltosas algun sosiego; pero el triste se envo(— tavió en sus propias redes, porque llegado el suceso »á noticia de Ibn AbbÉLd, avisó inmediatamente á»Jüsoph ibn—Titschiphin, escitdndolc á castigar al aculpable ántes que el tirano seiioreara ~a fron— »tera (del imperio muslímico). Al punto empretedió set camino hácia estas partes el Emperador Sir »Ibn—Abz—Bacr (?) (con tal objeto ó enviado por su »padre Jasoph), y apoderándose de él y de sus hi— ))jOs, les dió muerte el dice de los sacrificios victirna— ales, como en su historia dejamos narrado. ¡bn Ab»diin les compuso unos versos fúnebres, que son cele»bér'rimos, enumerando los varones que por causas »valadies han llamado sobre sí reveses de la fortu— ana; versos tan patéticas y sentimentales, que arranacan lágrimas á los homb res más duros. Esta hi st o— aria la hemos recordado en la de las tribus Lam— »tunies, que asolaron la Espalia entónces.»

(1) Aqui el erudito aleman censura larganneate fe Casiti por la mala traduccion que hizo del titulo de esta obra 1mb», pues advertimos que la disertacion alemana es mis filológica que histórica, y bajo de este puesto de viOla poco hace 1 nuestro prspósilo. Así esti cuajada de textos irabes, con que justifica sus aserciones.

M. Hooguliet añade que se halla algun fragmento de esta historia do las tribus en un manuscrito en cinca tamos do la Biblioteca de Leyden, número ~ ,350; pero que en el señalada con el número 4,354, cuyas '799 páginas primeras contienen parte de las obras de lbu Kaldiin, que no constan en el códice anterior, desde la página 800 ti 820, ó sea al fin del códice, se repite el principio del toma y, número 4,350, yen éste, al final dele página 259> se lee esta brevísima relacion de la muerto de Omar:"Desde aquí se trasladó (S'~r mb Abibacr) á»Badajoz, y apoderándose del se flor de esta ciuedad, Ornar Ibn-l-Aphtas, así como de sus hijos, ales dió muerte el dice de las ji5 alio (4) 89 »,natólos porque le constaba el trato que habian

>thecho con el rey de los cristianos, y su propóa sito de entregarle la ciudad de Badajoz.»

Entra luego el autor aleman en largas consideraciones filológicas y criticas, ajenas por lo comun ti nuestro intento, porque sólo aprovechan al estudio

de la lengua y leccion de los manuscritos arábigos, dejando it un lado las cuestiones cronológicas, tan importantes cuando de éstas se trata; pues apénas en la historia de los siete siglos se hallará suceso cuya fecha pueda computarse con exactitud. En este mismo podemos notar la extraña confusion de los autores.

Sin embargo, del erudito cotejo que hace de textos árabes resulta alguna luz histórica, que irémos trasladando al lector.

«De los Aptasidas (dice) se halla tambien alguna breve memoria en Abdolwáhid al-Marr~cishi t)(MS. 546, ~•O 4,798 del catálogo de la Biblioteca »de Leydon), á la página 70 y siguientes, por estas tpalabras : —u Los lugares fronteros á los cristianos »en la Espafia Septentrional y algunas ciudades » vecinas al Atlántico estaban en poder ele Ibn—l' taAphtas,llamado al—Modhaffar (el victorioso por »Dios), cuyo verdadero nombre se me ha horrada ade la memoria. De éste fué hijo Omar, que tuvo tael sobrenombre de Abu Mohamad, y tomó el de nal—illotawaccil alla—lláh (el que confía en Dios). »Intperaba en Badajoz y tierras adyacentes, así acamo en las ciudades de Evora, Sant aria y Lis»boa, yfué hombre sobreananera estudioso... (Si— »guon sus alabanzas y las de sus obras literarias). a Duró su reinado hasta el tiempo en que le dieron a violenta muerte los soldados de Jitsoph iba -Tds— »chiphtn, y con él á sus hijos al—Ph adhl y al— »Abbefis, su ceso que se pone á los principias del aaño 485. El tiempo en que reinó esta familia en ala parte occidental de Espa ha fui todo de ficsatas y solemnes juntas , que alli se daban cita los »varones doctos. A la posteridad han llegado ntutechos versos, orce compuestos por aquella real »familia, orce por sus comensales, que abundan teca altas alabanzas de sus virtudes y conservan »su fama por el trascurso de los tiempos.» (A este párrafo pone una nata el autor aloman, diciendo que era costumbre entre los árabes de España celebrar los días de fiesta con certámenes de elocuencia y poesía.)

Con el título de Narratia de re bus Aphtasidarurn introduce, ti la pág. 19, un larguísimo párrafo, en que extracte de unos y otros autores lo más verosí— mu que de esta desgraciada familia ha llegado hasta nosotros; narracion que por sus dimensiones sentí¡nos no reproducir, pero que es de oro para la bustoria extremeña, porque está sembrada de curiosos datos, así históricos como geográficos, y despues de reproducir los textos árabes, gran número de versos de bbn—Abdun y elegantes escritos del propio Omar, termina resumiendo de este modo ¡as escasas noticias biográficas que existen del primero de estos poetas, que cantó las desgracias del segundo, su amigo y rey

Nació en Evora: a los trece años ya brillaban »sus facultades poéticas, que le valieron ser llamado ná Badajoz por el rey Omar Al-Motawaccil, de quien tcfué secretario y ti la postre favorito. Cuando por— »dió vida y reino Omar, pasó con el mismo cargo al »servicio de lbn—Abi—Bacr, y despues al de otro hijo arle Jflsoph, emperador de los ebmoravides. A las anoticias que de él trae Casíni , en su Bibliotheca, stomo u, página 64, debe añadirse que murió el aaño 599 de la egira , en Evora, su patria. Gozan tesos versos mucha celebridad entro los árabes, que anos han conservado algunos, siendo lo principal su »poema de los Aphtasidas. Si este trabajo mio con— atribuyere ti su estudio, no lo tendré por inútil.»