Creo que no existe en
Hervás ni una sola calle, ni un solo rincón que no me traiga miles de
recuerdos.
Recuerdos de la
niñez, de la adolescencia, y también porqué no decirlo de la
madurez.Hervás:¡que buen pueblo para andar, ver escuchar, para amar!
Recuerdos inesperados que
creí que se habian perdido entre los paraísos remotos de los años pasados. Son
sus calles cortas y largas, nunca sabes dónde empieza una y dónde acaba la
otra,ni uno sólo de sus rincones tiene desperdicio; es verdad el viejo dicho
que más o menos reza:”No sabes lo que tienes hasta que no lo pierdes ”,pues
bien, cada vez que llego a Hervás, se me inunda el alma de recuerdos y nuevas
sensaciones que hacen que uno cambie hasta su forma de ser. Luego viene la
contrapartida, el terrible desencanto de tenerme que marchar y es entonces
cuando me doy cuenta de que estoy perdiendo un trocito de vida que irá a morir
en el recuerdo.
Para ir a Hervás, siempre
hay una disculpa, siempre se encuentran unos días, que saben a muy poco, al
margen de la cantidad de veces que vayamos durante el año. Yo tengo una norma, nunca
dejo pasar más de tres meses sin hacerle una visita a ese pueblo que me vio
crecer y madurar.
Y como dice Valentín Ginés:
“ Hervás es un pueblo que parece hecho a la medida del hombre, se respira un
ambiente acogedor”. Destacan entre todo, la amabilidad de sus gentes, porque en
Hervás, nadie es un extraño, nadie es forastero, porque en Hervás la
hospitalidad es, una forma de vida.
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